Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

febrero 2016

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Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. 2 Timoteo 3:16.

En los últimos años una serie de teólogos semi-conservadores han cuestionado si debemos mantener la doctrina de la inerrancia o infalibilidad Bíblica. Después de todo, dicen, esta búsqueda de absoluta certeza, refleja la "mentalidad aristotélica griega" que en realidad no es compatible con la naturaleza de "fe pura". Dicen que el cristianismo es una cuestión de "fe" y nosotros no necesitamos "absoluta certeza".

De inmediato nos damos cuenta que tales declaraciones presuponen que la fe es incompatible con certeza. Es decir, ellos presuponen en cierta medida el punto de vista existencialista moderno de la fe, que ve la fe como un "salto al vacío".

Con todo, podemos imaginar que Dios podría habernos dado la información acerca de la redención de otra manera. Él podría habernos proporcionado simplemente una gran cantidad de testimonios humanos. Los Evangelios, por ejemplo, podrían ser simplemente las memorias personales de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y nada más. Sin embargo, Dios nos llama a creer en el Evangelio de la misma manera que creemos que Adolf Hitler fue canciller de Alemania entre 1933 y 1945. Existe un debate sobre lo que el señor Hitler en realidad pensó e hizo durante su mandato, pero no hay debate sobre si en realidad fue canciller. De la misma manera, los estudiosos pudieran debatir los detalles registrados en los Evangelios sin dejar de tener "fe" en la "confiabilidad general" del relato.

Pero la Biblia dice ser mucho más. De hecho, afirma ser la misma palabra de Dios. La Biblia dice que es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16). Si Dios es Dios, Él no se equivoca. Si la Biblia es inspirada por Dios, no puede haber "errores menores" en los detalles de la historia. Si la Biblia contiene tales errores, difícilmente puede ser obra de un Dios perfecto. Y si Dios no es perfecto y totalmente digno de confianza, Dios no es Dios.

Si la Biblia contiene errores, aún podría ser corregida en muchas de sus afirmaciones. Pero hay una afirmación que pudiera no ser verdad: la afirmación de que la Biblia son las palabras inspiradas por Dios. Pero todos los padres de la Iglesia, los teólogos medievales, y los reformadores protestantes vieron claramente que la Biblia afirma ser inerrante e infalible. Si esa afirmación es falsa, la Biblia nos está engañando, y ha engañado a las personas durante muchos miles de años.

Podemos regocijarnos que la Biblia está libre de errores en todas sus afirmaciones. Dios quiere que su pueblo tenga confianza en Él, de modo que podamos conocerle a Él y conocer su voluntad, haciendo lo que Él nos ha llamado a hacer sin temores. Ahora bien, considere su grado de compromiso con la verdad Bíblica; este nivel podría ser mejorado y fortalecido con un reconocimiento más enérgico de su confianza en las Escrituras.

Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Lucas 7:8.

Cuando Martín Lutero comenzó a argumentar que nuestra justificación ante Dios es solo a través de la fe, se puso en marcha la Reforma protestante. Pronto las "disputas" y "reuniones" se llevaron a cabo en varios lugares, y Lutero y sus seguidores fueron empujados a defender sus "nuevos" puntos de vista (que no eran en realidad sino una clara manifestación de la antigua fe de la iglesia). Los oponentes católicos de la Reforma intentaron demostrar que los puntos de vista de Lutero no habían sido enseñados en los concilios de la iglesia.

Lutero y los reformadores respondieron que los concilios no contradecían explícitamente la doctrina de la Reforma, y lo más importante, que los credos y los concilios no eran infalibles. Sólo la Biblia, dijeron los reformadores, es infalible y absolutamente autoritativa.

Llamamos a la doctrina de la justificación por la fe el principio sustancial de la Reforma, ya que la doctrina es la "sustancia" o el contenido de la reforma. Llamamos a la doctrina de la supremacía de la autoridad de las escrituras el principio protocolario de la Reforma, porque esa doctrina es la base sobre la cual todo lo demás se construye. La doctrina de la máxima autoridad de la Biblia no quiere decir que no hay autoridades secundarias en la vida, como los padres, los gobernadores, los líderes de la iglesia. Lo que sí significa es que la Biblia y solo la Biblia es la autoridad final y definitiva para nuestras vidas.

Los católicos romanos respondieron afirmando que la única manera de saber lo que debía ser incluido en el "canon" de la Biblia era lo que la iglesia decidía que era canónico y lo que no era. No es así, dijeron los reformadores. Los padres de la iglesia afirmaron que habían "recibido" el canon de las Escritura (la lista de libros autoritativos), en lugar de haberlos "establecido". Cuando recibimos a Cristo como nuestro Señor, eso no quiere decir que lo hacemos Señor o que tenemos autoridad sobre Él. El Padre lo puso por Señor, y simplemente nos limitamos a reconocer ese hecho. Del mismo modo, cuando los padres de la iglesia recibieron la Santa Escritura, ellos no reclamaron tener ninguna autoridad sobre ellas. Muy por el contrario: ellos postraban sus rodillas delante de la máxima autoridad de las Escrituras.

Inclinarse ante la autoridad de la Escritura no es una noción intelectual, abstracta. Como todas las ideas que tienen consecuencias, la consecuencia suprema de esta controversia fue el surgimiento de la iglesia protestante. Las personas de convicción deben tomar decisiones serias. Pregúntese si usted lo entiende, y luego colóquese bajo la autoridad de las Escrituras.

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"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado" 1 Pedro 1:13.
Gloria a Dios, el sosiego está por venir. Antes de lo esperado usted y yo recibiremos la "herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos" (1 Pedro 1:4). Cuando llegue, comprenderemos plenamente el significado de esa fe más preciosa que el oro (1 Pedro 1:7). Aquí es donde el apóstol Pedro desea que descanse su esperanza.

Pero ahora es un tiempo de guerra y no de paz. Es un momento para conducirnos por fe, no por vista. Es un momento de dolorosas pruebas que evalúen la autenticidad de nuestra fe (1 Pedro 1:6-7). Así que es el momento de prepararnos para la acción de la batalla, momento de mantenernos preparados y alertas.

En el presente las batallas no son contra "carne y sangre", es decir en contra de personas, aun cuando estas sean el instrumento utilizado; sino que nuestras batallas son "contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:12), y el engaño del pecado (Hebreos 3:13). Y estas dos fuerzas van a tratar de utilizar las  emociones en contra nuestra. Por lo que podría ser útil, a modo de preparación, recordar el propósito de las emociones para que podamos luchar con mayor eficacia y saber cómo contrarrestarlos.

Dios diseñó las emociones como instrumentos indicadores, no como guías o recomendaciones a seguir. Tienen la intención de informarle, no dictaminarle. El diseño de sus emociones (no inducido por cafeína o cualquier otro estimulante) nos dará la medición de donde está puesta nuestra esperanza, ya que están conectadas a nuestras creencias y valores y a la magnitud de estas. Es por eso que las emociones como el deleite (Salmo 37:4), amor (Romanos 12:10), temor (Lucas 12:5), ira, enojo (Salmo 37:8), alegría (Salmo 5:11), etc., son tan importantes en la Biblia. Revelan aquello que amamos, creemos y tememos en nuestro corazón. Podríamos decir entonces que aquello que nos produce placer es la dimensión de nuestro tesoro, porque la emoción del placer es un indicador que te informa aquello que amas.

Pero debido a que nuestras emociones están conectadas con nuestra naturaleza caída, así como con nuestra naturaleza regenerada, el pecado y Satanás tienen acceso a ellos y los utilizarán para tratar de manipularnos y convencernos de actuar perdidamente. Es por eso que nuestras respuestas emocionales a la tentación pueden parecernos como imperativas (debes hacer tal o cual cosa...) en lugar de indicativas (esto es lo que me está advirtiendo...). Sólo recuerde, eso es engaño.

Las emociones no son órdenes; ellas no son nuestro patrono. Ellas son avisos; son advertencias. Es por eso que Pablo escribió: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias" (Romanos 6:12).

Así que atendamos hoy al consejo de la Palabra: "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Él le hará promesas y/o tribulación en su contra. Él probablemente intentará golpear ligeramente sus áreas débiles de incredulidad, entonces se dará cuenta que sus emociones están creciendo en la dirección equivocada.

Cuando esto le suceda no quede extremadamente impresionado. Y recuerde que sus emociones son medidores no guías. Permita que le señale por donde está siendo atacado para que pueda luchar tomando "toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo" (Efesios 6:13). Acérquese a un hermano, pastor, consejero de confianza para tener un tiempo de oración, mayor perspectiva y/o consejería, si es necesario.

Siempre tenga presente que "esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Corintios 4:17) y muy pronto, va a terminar. Y las riquezas de nuestro poderoso Dios, será nuestra mayor y más grande recompensa, será toda la herencia que necesitaremos por siempre.

Espere completamente en eso. Que Dios te bendiga.

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La unidad entre dos personas o un grupo de personas obtiene su fortaleza plena de algo más que un simple objetivo común. La unidad en sí misma es neutral hasta que se suministra el bien o la maldad con alguna otra cosa. Por tanto si Herodes y Pilato estaban unificados por su desprecio común hacia Jesús (Lucas 23:12), esta no es la noción de una buena unidad. Pero si Pablo y Silas cantan juntos en la cárcel por causa de Cristo (Hechos 16:25), esto  conlleva la idea de una buena unidad.

Entonces, no es suficiente convocar a los cristianos a tener unidad. Eso puede ser bueno o malo. Por ejemplo, el voto unificado en una comunidad cristiana para prohibir la asistencia a los servicios de alguna etnia o raza, o bien el voto unificado para aprobar los actos sexuales prohibidos no es una buena unidad.

¿Qué produce la unidad cristiana?
La unidad cristiana en el Nuevo Testamento alcanza su fruto por medio de la combinación de los siguientes cuatro atributos: su fuente, sus puntos de vista, sus afectos y sus propósitos.

La fuente
La exhortación de Pablo en las Escrituras, es a tener un interés específico, celoso y diligente, de mantener «la santa unidad» que debe caracterizar a la verdadera Iglesia. En efesios 4:3 el apóstol nos anima a ser "solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". Aquí el pasaje implica que tal unidad se produce únicamente por el Espíritu Santo; siendo entonces el causante y quien ha actuado en nuestros corazones para la renovación, deberíamos responder en función de esa unidad que Él proporciona.

Esta unidad, solo puede ser sustentada y perpetuada en la negación del yo. Mientras el yo sea el centro de todas las cosas, esta unidad no podrá existir nunca plenamente. En una sociedad donde el yo predomina, las personas no son más que un conjunto desintegrado de unidades individualistas en guerra. Pero cuando el yo muere y Cristo se establece en el primer lugar de nuestros corazones, entonces se produce la unidad, que es la característica importante de la verdadera Iglesia.

El Espíritu Santo es el gran donador de la unidad.  Una de las más hermosas alegorías de la unidad de la Iglesia es presentada por el apóstol Pablo en  1 Corintios 12:13, "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". No deja de sorprendernos considerar la forma en que cooperan las diferentes partes del cuerpo. Pablo traza aquí el diseño de la Iglesia como un cuerpo. Un cuerpo consta de muchas partes, pero tiene una unidad esencial. Hay una personalidad que da unidad a las diversas partes del cuerpo. Observe atentamente la siguiente enseñanza de este pasaje: Lo que el yo es al cuerpo, lo es Cristo a la Iglesia. Es en Cristo por medio del Espíritu Santo donde todos los diversos miembros encuentran su unidad.

Los puntos de vista
Pablo dice que Cristo dio a la iglesia los pastores y los maestros para equipar a los santos "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13). En otras palabras, la unidad que buscamos es la unidad en la verdad. Desde luego, entendemos que la unidad cristiana comprende más que verdad compartida, pero no menos.

Existe un peligro que amenaza a la iglesia, este es la desunión. Cuando los miembros de la iglesia están caminando en serio y sus creencias  realmente les importan es cuando emergen los diversos puntos de vista y el peligro de contiendas es más factible. Existen por lo menos tres causas para la desunión:
  1. Está la ambición egoísta. Siempre hay peligro de que las personas hagan las cosas, no para que avance la obra, sino para promocionarse a sí mismas.
  2. Está el deseo de prestigio personal. El prestigio es para muchos una tentación aún mayor que la de la riqueza. El ser admirado y respetado, el sentarse en la plataforma, el buscar la opinión de uno, el deseo de ser conocido de nombre y en persona, hasta el ser adulado, son para muchos las cosas más deseables. El cristiano debe desear que la gente fije la mirada, no en él mismo, sino en Dios.
  3. Está el concentrarse en el ego. Si una persona se preocupa solo de sus propios intereses, es inevitable que choque con otras personas. Si su idea de la vida es la de una contienda competitiva cuyos premios se esfuerza por ganar, siempre considerará a los demás como enemigos, o por lo menos como rivales de los que tiene que librarse. El concentrarse en uno mismo induce inevitablemente a eliminar a los demás; y el objeto de la vida no puede ser ayudar a los demás, sino quitarlos de en medio.
Pablo compila las palabras en un pensamiento común en Filipenses 2:2 diciendo: "completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa". No puede haber felicidad para uno mientras sepa que hay desunión en la iglesia que le es tan querida. Solo es posible completar el gozo cuando los hermanos completan su comunión. No es con amenazas como Pablo se dirige a los cristianos de Filipos, sino con la exhortación en amor y en paciencia, que debería ser el acento del pastor, como fue el acento de su Señor.

Los Afectos
El amor cristiano es esa buena voluntad invencible, que no sucumbe jamás al rencor ni busca más que el bien superior de los demás. No es una mera actitud del corazón, como el amor humano; es la victoria de la voluntad, lograda con la ayuda de Jesucristo. No quiere decir amar solo a los que nos aman; o a aquellos que nos gustan; ni a los que son amables. Quiere decir una buena voluntad invencible aun hacia los que nos odian, los que no nos gustan y que son todo lo contrario de amables. Esta es la misma esencia de la vida cristiana; y nos afecta tanto en el tiempo como en la eternidad.

Apuntalando más esta idea, el amor unificado en el cuerpo de Cristo incluye un compromiso robusto en hacer el bien a la familia de Dios nos agrade o no (Gálatas 6:10). Sin embargo, tan difícil como lo es para diversas personas, la experiencia de la unidad cristiana es más que eso. Comprende amor afectivo, no sólo sacrificar aquello que no le gusta. Es un sentimiento de cariño. Hemos de tener afecto por aquellos que son nuestra familia en Cristo. Los siguientes son pasajes que nos alientan al amor fraternal: "Amaos los unos a los otros con amor fraternal" (Romanos 12:10). "Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro" (1 Pedro 1:22). "Sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables" (1 Pedro 3: 8).

Los propósitos
La morada del Espíritu, la manifestación de Cristo, el amor a la verdad y la unidad están diseñadas por Dios para tener al menos dos propósitos: el testimonio al mundo, y la glorificación de Dios. El apóstol Juan hace la primera de ellas muy clara. "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:34-35).

La declaración famosa de Jesús en Juan 17 tienen sus raíces en la profunda unidad espiritual entre el Padre y el Hijo, y con los que Dios ha escogido de entre el mundo (Juan 17:6). "...que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17:21). En estos pasajes anteriores debemos notar que el testimonio al mundo consiste en amarnos los unos a los otros y la unidad con el Padre y con el Hijo, de manera que el mundo crea. Esto es mucho más que estar relacionados a través de una organización común.

A manera de conclusión podemos decir que la unidad cristiana que resplandece con auténtica gloria, de manera que el mundo pueda observarla, es la unión con el Padre y el Hijo, de modo que la gloria del Padre y el Hijo forma parte de nuestras vidas. "La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno" (Juan 17:22). Esa gloria se debe a: "Yo en ellos, y tú en mí" (Juan 17:23). De esta unión con Dios, y la gloria que da, brilla algo que el mundo puede ver, si Dios les da ojos para ver.

El objetivo final de dicha unidad cristiana es la gloria de Dios. De ahí que Pablo ora: "Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios" (Romanos 15:5-7).

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