Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

febrero 2018

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Los cristianos no están destinados a ser simplemente espectadores en el proceso de santificación. A los creyentes se les ordena luchar contra su carne por motivos de la santidad y el crecimiento espiritual. Al mismo tiempo, la verdadera rectitud solo es posible a través del poder de Dios. Como hemos visto en temas anteriores, la santificación bíblica es un trabajo cooperativo entre el Señor y su pueblo.

El apóstol Pablo explica la naturaleza paradójica de esa obra cooperativa en Filipenses 2:12-13.
Entonces, amado mío, así como siempre has obedecido, no solo como en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, calcula tu salvación con temor y temblor; porque es Dios quien está obrando en ti, tanto para querer como para trabajar por Su beneplácito.
La exhortación de Pablo a los filipenses, y a nosotros, sugiere cinco verdades vitales que conforman y estimulan el verdadero crecimiento espiritual. Ya hemos considerado cómo nuestra santificación está influenciada por la comprensión del amor de Cristo y el ejemplo para nosotros, la necesidad de obediencia y nuestra responsabilidad con el Señor. Hoy examinaremos la última de las verdades vitales de Pablo: la gravedad del pecado.

El temor del Señor

Aunque Dios es amoroso, misericordioso e indulgente, sin embargo, responsabiliza a los creyentes por la desobediencia. Como Juan, Pablo entendió bien que "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". (1 Juan 1:8-9).

Sabiendo que él sirve a un Dios santo y justo, el creyente fiel siempre vivirá con "temor y temblor".

Una verdad importante impresa en el Antiguo Testamento es: "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría" (Salmo 111:10, ver Proverbios 1:7, 9:10). No es el miedo a la condenación al tormento eterno, tampoco es el temor al juicio sin esperanza que lleva a la desesperación. En cambio, es un temor reverente, una preocupación santa para darle a Dios el honor que se merece y evitar la disciplina y/o azotes por Su descontento. Ese temor nos protege contra la tentación y el pecado y da motivación para una vida obediente y recta.

Tal temor implica auto desconfianza, una conciencia sensible y estar en guardia contra la tentación. El temor requiere que estemos constantemente opuestos al orgullo, y conscientes del engaño del corazón, así como de la sutileza y fuerza de la corrupción interna. Es un temor que busca evitar todo aquello que pueda ofender y deshonrar a Dios.

Los creyentes deben tener un  serio temor al pecado y un anhelo por lo que es correcto ante Dios. Conscientes de su debilidad y del poder de la tentación, deben temer caer en el pecado y, por lo tanto, afligirse ante el Señor. El temor de Dios los protege de influenciar erróneamente a otros creyentes, comprometer su ministerio y testimonio al mundo incrédulo, invitar al castigo del Señor y de sacrificar el gozo.

Comprender las consecuencias del pecado

Tener ese temor y temblor piadoso implica algo más que simplemente reconocer la pecaminosidad y la debilidad espiritual de uno. Es el temor solemne y reverencial que surge de la profunda adoración y amor. Reconoce que cada pecado es una ofensa contra un Dios santo y produce un deseo sincero de no ofenderlo y contristarlo, sino de obedecer, honrar, complacer y glorificarlo en todas las cosas.

Los que temen al Señor aceptan voluntariamente la corrección del Señor, sabiendo que Dios "nos disciplina para nuestro bien, para que podamos compartir su santidad" (Hebreos 12:10). Este temor y temblor hará que los creyentes oren fervientemente por la ayuda de Dios para evitar el pecado, ya que el Señor les enseñó: "No nos metas en tentación, mas líbranos del mal" (Mateo 6:13). Esa oración nuevamente refleja la tensión espiritual que existe entre el deber de los creyentes y el poder de Dios.

El verdadero creyente comprende las consecuencias de su pecado, que entristece profundamente al Señor e impide severamente su propio crecimiento. Esta verdad, combinada con el amor y el ejemplo de Cristo, la necesidad de obediencia y la responsabilidad que el cristiano tiene para con el Señor lo impulsa a "desempeñar" su salvación, así como el apóstol Pablo escribió.

Y ahí es donde partiremos en la próxima entrega.


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Filipenses 2:12-13

La santificación es trabajo. Trabajo duro. Pero, ¿de quién es el trabajo?

Para una respuesta bíblica a esa pregunta, hemos estado examinando las enseñanzas de Pablo en Filipenses 2:12-13, en las que se destaca la naturaleza cooperativa de la santificación.
Entonces, amado mío, así como siempre has obedecido, no solo como en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, calcula tu salvación con temor y temblor; porque es Dios quien está obrando en ti, tanto para querer como para trabajar por Su beneplácito.
Claramente, el creyente tiene la responsabilidad de su crecimiento espiritual. Pero ese trabajo es imposible hacerlo separados del poder de Dios. El argumento de Pablo es que se trata de un trabajo cooperativo, y destaca varias verdades vitales que sostienen a los creyentes mientras se "desempeñan en [su] salvación".

La última vez examinamos las dos primeras verdades que los creyentes en crecimiento deben comprender. Hoy consideraremos dos más.

Comprender la obediencia

El tercer elemento crucial del desempeño de los creyentes en su santificación es comprender la necesidad de obedecer al Señor. Pablo anima a los Filipenses a continuar en fiel sumisión a la voluntad de Dios. "Obedecer" viene de un verbo compuesto formado por la preposición "hupo" y el verbo "akouō", del cual obtenemos la palabra acústica. El verbo compuesto tiene el significado básico de ubicarse debajo de lo que se ha escuchado, someterse y obedecer. Es obvio que un creyente debe escuchar la Palabra de Dios y debe obedecerla; por lo que indirectamente este es un llamado para que los creyentes continúen estudiando y obedeciendo las Escrituras (véase Mateo 28:19-20).

El mandamiento de Dios a Pedro, Santiago y Juan en el monte de la transfiguración es su mandato para todos: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; ¡Escúchenlo!" (Mateo 17: 5). Predicar el evangelio es más que meramente compartir la fe y ofrecer una invitación; es llamar a los pecadores a obedecer a Dios, "para lograr la obediencia de la fe... por amor de su nombre". (Romanos 1:5). Ser salvo es "obedecer el evangelio de nuestro Señor Jesús" (2 Tesalonicenses 1:8), un punto enfatizado por la exhortación de Cristo en Juan 3:36: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él".

El consejo a los creyentes es: "tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios" (Efesios 5:15). Pablo escribió a Tito:
"en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres". (Tito 3:8)
 El escritor de Hebreos acusa a sus hermanos creyentes: "Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia" (Hebreos 4:11). La Gran Comisión de Jesús incluye el mandato de enseñar a los conversos de "todas las naciones... enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado". (Mateo 28:19-20). La obediencia es esencial para la santificación. El verdadero crecimiento espiritual no puede tener lugar sin eso.

Comprender la responsabilidad

Además de comprender la necesidad de la obediencia, los creyentes también deben comprender ante Quien ellos son responsables.

Debido a que los creyentes son pecaminosos, están inclinados a autojustificarse, a culpar a las circunstancias o culpar a otras personas por sus problemas y/o fracasos. Pablo elogia a los filipenses por su fiel patrón de obediencia a Cristo mientras estuvieron en su presencia. Pero continúa diciéndoles que estaban obligados a obedecer durante su ausencia.

Los creyentes en Filipos disfrutaron el gran privilegio de conocer a Pablo íntimamente. Él fue quizás el mejor maestro de la Palabra de Dios que el mundo haya visto jamás, excepto, por supuesto, por el Señor mismo, pero Pablo también era amigo de ellos. Es seguro suponer que muchos de los filipenses desarrollaron una confianza excepcionalmente fuerte en él.

Pero en el momento de escribir esto, Pablo estaba a cientos de kilómetros de distancia, encarcelado en Roma. El único medio de contacto eran cartas (incluida la epístola que tenemos delante) e informes ocasionales de amigos comunes. Pero a pesar de lo decepcionante y desafiante que fue la situación, Pablo les recuerda que su responsabilidad espiritual no era para con él sino para con el Señor. Pablo esperaba que obedecieran a pesar de su ausencia. 

El apóstol repite una advertencia que hizo antes

"Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio". (Filipenses 1:27)
Su punto es que nunca hay un momento en que un verdadero creyente no sea responsable de obedecer al Señor. Los creyentes nunca deben depender principalmente de su pastor, maestro, compañerismo cristiano o cualquier otra persona para su fortaleza espiritual y crecimiento.

La dependencia de Dios es la esencia de la naturaleza cooperativa de la santificación. No podemos fabricar un verdadero crecimiento espiritual por nuestra cuenta. Solo a través de su poder podemos romper viejos hábitos pecaminosos y crecer en la semejanza de su Hijo. Y estas cinco verdades cruciales de la acusación de Pablo a los filipenses nos ayudan a sostenernos en ese trabajo autodisciplinario. En la próxima entrega, veremos la última verdad sustentadora.

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Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito. Filipenses 2:5-13 LBLA.
Existe un intenso debate sobre la santificación: de dónde viene, cuál es su naturaleza y cómo se logra. Algunas personas le dirán que el crecimiento espiritual es totalmente opcional: que un creyente puede vivir el estilo de vida que elija después de la confesión de fe. Otros te dirán que el crecimiento espiritual ocurre por propagación intrínseca, a medida que los creyentes reflexionan sobre la gracia de Dios en sus vidas y viven en consecuencia.

La verdad es que el crecimiento espiritual legítimo requiere trabajo. De hecho, las Escrituras enseñan que la verdadera santificación es el producto del poder habilitador de Dios y de la autodisciplina piadosa del creyente. Así es como el apóstol Pablo describió el trabajo cooperativo de crecimiento espiritual. 
Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito. Filipenses 2:12-13 (LBLA)
 Como vimos la última vez, la santificación es esencialmente el trabajo del creyente en extraer las riquezas espirituales que Dios colocó dentro de él al momento de la salvación. Es la búsqueda activa y agresiva de la obediencia.

En Filipenses 2:12, Pablo sugiere cinco verdades que los creyentes deben entender para consolidar tal búsqueda. Hoy examinaremos solo dos de ellas. 

El ejemplo de Cristo

La  primera verdad para el creyente que trabajan en su santificación es comprender el ejemplo de Cristo. La frase "entonces" es la traducción de la partícula griega hōste, que es utilizada para sacar la conclusión de una declaración anterior. Aquí se refiere al ejemplo de Jesucristo, cuyo modelo perfecto de humildad, sumisión y obediencia fue descrito anteriormente en la epístola (Filipenses 2:5-8).

En Su encarnación, Jesús no se aferró a Su paridad con Dios el Padre, sino que se despojó de Sus derechos y prerrogativas divinas. Tomando la forma de un humilde esclavo, fue obediente a su Padre celestial, hasta el punto de morir en la cruz como sacrificio por el pecado. También es cierto que el autovaciamiento del Hijo de Dios lo colocó en el papel de un servidor de la voluntad del Padre y del poder del Espíritu Santo. De hecho, una de las más grandes realidades de la encarnación fue que todo lo que hizo Jesús lo hizo en el poder del Espíritu (véase Lucas 4:1, 14, 18, 5:17, Hechos 10:38).

La vida de Cristo, entonces, es el ejemplo perfecto de cómo debemos vivir y crecer como creyentes. La esencia de vivir la vida cristiana es ser obedientes como Él: "El que dice que permanece en [Cristo], debe andar como El anduvo". (1 Juan 2:6 LBLA). 

El amor de Cristo

Las siguientes palabras de Pablo en Filipenses 2:12 sugieren una segunda verdad para los creyentes que trabajan en su santificación, entendiendo que son muy amados. "amados míos" fue sin lugar a dudas una palabra de consuelo y aliento. El apóstol sabía que los filipenses enfrentarían muchas desilusiones y fracasos mientras buscaban seguir el ejemplo del Señor viviendo para Él. El amor de Pablo por ellos era el reflejo del amor de Cristo por su iglesia (véase Filipenses 1:8).

Pablo era muy consciente de sus debilidades y defectos. Pero así como el Señor lo hizo con él y lo hace con todos Sus hijos, el apóstol tuvo en cuenta sus fallas. Ellos no servían a una deidad dura e inmisericorde, como lo hacían sus vecinos paganos. Sirvieron a un Señor misericordioso, indulgente y misericordioso, que siempre estuvo dispuesto a restaurarlos para tener comunión consigo mismo.

A pesar de sus imperfecciones, los creyentes filipenses eran los hermanos y hermanas "amados" de Pablo y del Señor, a quienes anhelaba "con el afecto de Cristo Jesús" (Filipenses 1:8). Pablo no solo los consideraba amados, sino que hablaba de ellos como su "alegría y corona", a quienes anhelaba ver y les suplicaba  "estad así firmes en el Señor" (Filipenses 4:1). Entendió que, así como él, ellos todavía no se habían "perfeccionado", que ellos también estaban esforzándose para "asirse de aquello por lo que [habían sido] asidos por Cristo Jesús", sin considerarse a sí mismos "como habiéndolo alcanzado todavía;...olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndose a lo que está adelante", persistían fielmente "hacia la meta, para recibir el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". (Filipenses 3:12-14).

El encargo de Pablo de que se desempeñaran en su salvación no era una norma desinteresada. Fue más bien un llamado afectuoso a seguir el ejemplo de Cristo, en la confianza de su amor, al practicar las cosas que "aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis" en Pablo (Filipenses 4:9).

El amor de Dios reconoce y comprende las fragilidades de sus hijos. Es un amor indulgente que permite el fracaso, no por el pecado abierto e impenitente, sino por la lucha de romper viejos patrones pecaminosos y establecer nuevos piadosos.

Comprender el ejemplo de Cristo perfecciona en nuestra mente el objetivo y los medios del crecimiento espiritual. Y al comprender el amor de Dios, el amor paternal brinda aliento a través del proceso de crecimiento espiritual. Pablo todavía tiene tres verdades más vitales que sostienen y estimulan nuestra santificación. Y ahí es donde lo recogeremos la próxima vez.


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Filipenses 2:12

La vida cristiana es cualquier cosa menos una búsqueda pasiva. El Nuevo Testamento ordena a los creyentes "sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios" (2 Pedro 1:10), llevar "todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo" (2 Corintios 10: 5), "esforzarse por entrar por la puerta estrecha" (Lucas 13:24), "correr" para que podamos obtener el premio (1 Corintios 9:24), y "ocupaos" en vuestra salvación (Filipenses 2:12). Nuestro crecimiento espiritual implica claramente el esfuerzo humano. Pero, ¿qué debemos hacer con la soberanía de Dios sobre nuestro crecimiento?

En los últimos años, esa pregunta ha alimentado un intenso debate teológico sobre la fuerza impulsora detrás de la santificación. ¿El crecimiento espiritual es producido por el creyente o Dios lo realiza soberanamente?

En Filipenses 2:12-13, Pablo lo presenta como una verdad contradictoria o paradójica: 
“Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito”. LBLA.
¿Quién es responsable de nuestra santificación? La respuesta es más compleja de lo que algunos creen.

Pablo ve la santificación como una moneda de dos caras. Él se enfoca primero en el papel del creyente en la santificación. Algunos expositores mal guiados interpretaron erróneamente esta exhortación como si dijera: "ocupaos por vuestra salvación", "trabajad por vuestra salvación". Pero tanto en el contexto inmediato de esta carta como en el contexto más amplio del Nuevo Testamento, ninguna de esas interpretaciones son correctas. Pablo no está hablando de alcanzar la salvación por el esfuerzo humano o por la bondad, sino vivir la nueva vida que Dios nos ha otorgado por gracia.

Viva por la Fe
A los Efesios, Pablo escribió: "Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9 LBLA).

La fe sola siempre ha sido el camino de la salvación. Noé fue un hombre justo por la fe (Génesis 6:9, Hebreos 11:7). Abraham fue salvado por la gracia de Dios obrando a través de su fe personal: "Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia" (Romanos 4:3). La ley mosaica no alteró el camino de la salvación. Fue solo por fe que Moisés y todos los santos del Antiguo Testamento fueron salvos (Hebreos 11:23-38). Todos esos hombres y mujeres creyentes "obtuvieron aprobación por medio de su fe" (Hebreos 11:39 LBLA), por lo cual Dios les concedió Su justicia-salvación por adelantado a cuenta de la futura muerte de Su Hijo.

Trabajando en lo que Dios trabajó
Entonces, la salvación proviene solo de Dios, sin embargo, en Filipenses 2:12, Pablo se enfoca en la responsabilidad de los creyentes de vivir vidas que sean consistentes con ese don divino.

Estrabón era un antiguo erudito romano que vivió unos sesenta años antes de Cristo. Él registró las cuentas sobre algunas minas de propiedad romana en España. En sus registros él utiliza el mismo verbo que Pablo utilizó en Filipenses 2:12, katergazomai, cuando se refiere al desempeño de los romanos que trabajaban en las minas. El punto de vista de Estrabón era que los romanos estaban extrayendo de las minas toda la riqueza y valor que estas contenían.

Esa es una expresión adecuada de lo que significa katergazomai (desempeñar) en Filipenses 2:12. Estoy extrayendo de mi vida, con gran desempeño, todo lo que Dios ha depositado abundantemente en la salvación. Debo producir valiosas pepitas de carácter piadoso que Él plantó cuando me salvó.

Trabajando por medio del Espíritu
Todo en la vida requiere energía. Se necesita energía para caminar y trabajar. Se necesita energía para pensar y meditar. Se necesita energía para obedecer y adorar a Dios. ¿De dónde obtiene el creyente la energía para crecer como cristiano, para vivir una vida santa, fructífera y agradable para el Señor? Filipenses 2:13 nos muestra que Dios es la fuente de esa energía santificadora que se nos manda utilizar. En palabras del apóstol Pablo en Gálatas 5:25, tenemos que si "vivimos en el Espíritu, andemos también por el Espíritu".

Entonces, ¿quién es responsable de tu crecimiento como cristiano? Dios es responsable de proporcionar todo lo que necesitas para la vida y la piedad, y tú eres responsable de utilizar activamente ese poder para crecer en la santificación para su gloria. La paradoja se encuentra en que el creyente es totalmente responsable y, sin embargo, totalmente dependiente de la provisión de Dios. Puede que no comprendamos por completo la paradoja, pero podemos ejercer fe en que quede resuelta por medio de la sabiduría infinita de Dios y responder en obediencia a sus mandamientos.

Las palabras de Pablo sugieren cinco verdades que los creyentes deben entender para mantenerse en la búsqueda del desempeño en la salvación. Si Dios así lo permite estaré abordando cada una de ellas en los próximos días.


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2 Corintios 7:1; Filipenses 2:12-13; Santiago 2:17

¿Cómo vence usted al pecado y vive la vida cristiana? ¿Derrotar al pecado es algo que Dios hace en usted, o usted lo derrotará a través de la obediencia a la Palabra de Dios? En otras palabras, ¿es la vida cristiana un ejercicio de confianza pasiva o  de obediencia activa? ¿Esto es toda una actividad de Dios, toda una actividad del creyente, o es una combinación de ambos? Estas preguntas son tan antiguas como la iglesia misma, y las variadas respuestas han dado lugar a movimientos y denominaciones. 

Este no es un problema poco común cuando se trata de la verdad espiritual. Muchas doctrinas implican aparentes contradicciones o paradojas. Por ejemplo, Jesucristo es completamente Dios y completamente hombre; y mientras la Biblia fue escrita por autores humanos, Dios escribió cada palabra. El Evangelio se ofrece a todo el mundo, pero sólo se aplica a los elegidos. Dios asegura la salvación eterna de los creyentes, sin embargo, se les ordena perseverar.

Los cristianos que tratan de conciliar cada doctrina de una manera humanamente racional, inevitablemente, se sienten atraídos por los extremos. Tratando de eliminar todo el misterio y paradoja, hacen hincapié en una verdad o un aspecto de la Palabra de Dios a costas del otro, que parece contradecirla. Así es precisamente como muchos cristianos han manejado la doctrina de la santificación. Uno de los puntos de vista acerca de la santificación hace hincapié en el papel de Dios en la exclusión de los esfuerzos del creyente. A esto se le denomina quietismo. En tanto que al extremo opuesto se le llama el pietismo.

El quietismo ve a los creyentes como pasivos en la santificación. Una máxima común es, "déjalo ir y déjalo en manos de Dios" Otro es, "yo no puedo; Dios puede". El quietismo tiende a ser místico y subjetivo, centrándose en los sentimientos y experiencias personales. Una persona que está totalmente sometida y dependiente de Dios, dicen ellos, estará protegida divinamente del pecado y conducida a una vida fiel. Tratar de luchar contra el pecado o disciplinarse para producir buenas obras es considerado no sólo inútil, sino antiespiritual y contraproducente.

Una defensora de este punto de vista fue la devota Hannah Whitall Smith, cuyo libro El secreto cristiano de una vida feliz ha sido leído por millones. En él, ella escribe:
¿Qué se puede decir acerca desde la parte del hombre en este gran trabajo, que debe rendirse continuamente y confiar continuamente? Pero cuando llegamos a la pregunta desde el lado de Dios, ¿Qué hay que no se pueda decir acerca de las múltiples formas en que Él realiza el trabajo que se le ha confiado? Es aquí donde entra el crecimiento. El trozo de arcilla nunca podría convertirse en una hermosa vasija si permanece en el pozo de arcilla durante miles de años; pero cuando es colocada en las manos de un alfarero hábil, crece rápidamente, bajo su hechura, en la vasija que pretende que sea. Y de la misma manera, el alma, dejada al trabajo del Alfarero celestial, se convierte en una vasija para honra, santificada y reunida para aprovechamiento del Maestro. (Westwood, N.J .: Revell, 1952, 32.)
Cómo un cristiano puede caer en el pecado es una pregunta difícil de responder para el quietista. Se ven obligados a argumentar que una persona así obviamente malinterpreta el asunto de la rendición completa, y se ha zafado de las manos del Alfarero celestial. Pero esa respuesta defectuosa pone en tela de juicio la soberanía de Dios: si el Señor tiene el control absoluto, ¿cómo puede un creyente zafarse de las manos de Dios?

Los pietistas, por otro lado, son típicamente agresivos en su búsqueda de la pureza doctrinal y moral. Históricamente, este movimiento se originó en la Alemania del siglo XVII como una reacción a la ortodoxia muerta de muchas iglesias protestantes. En su defensa, la mayoría de los pietistas ponen gran énfasis en el estudio de la Biblia, la vida santa, la autodisciplina y el cristianismo práctico. Ellos enfatizan pasajes tales como "Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". (2 Corintios 7: 1) y "Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma"(Santiago 2:17).

Desafortunadamente, esta visión desequilibrada a menudo lleva a un énfasis excesivo en el auto-esfuerzo a la exclusión de la dependencia del poder divino. Como era de esperar, el pietismo con frecuencia conduce al legalismo, el moralismo, la justicia propia, un espíritu crítico, el orgullo y la hipocresía.
  • El quietista dice: "No hagas nada".
  • El pietista dice: "Haz todo". 
En Filipenses 2:12-13, Pablo presenta la resolución apropiada entre los dos. Él no hace ningún esfuerzo para armonizar racionalmente la parte del creyente y la parte de Dios en la santificación. Él está contento con la paradoja y simplemente declara ambas verdades, diciendo que por un lado, la santificación es de los creyentes (Filipenses 2:12), y por otro lado, es de Dios (Filipenses 2:13).

La verdad es que la santificación es la obra de Dios, pero Él la realiza a través de la autodisciplina diligente y las buenas obras de su pueblo, no a pesar de ellos. El trabajo soberano de Dios no absuelve a los creyentes de la necesidad de obediencia; significa que su obediencia es en sí misma una obra de Dios autorizada por el Espíritu.

Hoy en día hay un debate intenso dentro de la iglesia sobre este tema vital. Hay mucho en juego: su punto de vista de la santificación comunica  y controla cómo entiende su nueva naturaleza en Cristo, cómo evangeliza a los demás, cómo busca la piedad, cómo gobierna su corazón y mente, cómo cría y disciplina a sus hijos, y cómo comprende y sigue los mandamientos de Dios en las Escrituras. Para los pastores y los líderes de la iglesia, su posición sobre este tema determinará cómo predica y enseña, cómo aconseja a los corazones con problemas y cómo se involucra en la disciplina de la iglesia.

Ni el quietismo, ni el pietismo representan el camino bíblico hacia la santificación. Ambas son zanjas espirituales para evitarlas; impedirán su progreso espiritual y potencialmente lo obstruirán por completo.

En los días venideros, vamos a examinar el modelo de santificación que Pablo presenta en Filipenses 2, y explorar las realidades duales del trabajo soberano de Dios y la responsabilidad del hombre.

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Texto

Isaías 58:13-14 dice así la santa e inerrante palabra de nuestro Señor:
"Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado".

Introducción

Hoy día, claramente se puede observar que existe, entre los cristianos, mucha negligencia y desprecio en cuanto a la observancia del día del Señor. Y porque hemos visto, que los congregantes y miembros de esta iglesia, no escapan de esa misma dificultad, el propósito de este sermón es exponer este tema, esta verdad bíblica. Es nuestro deseo  poder comunicar las riquezas y abundantes bendiciones que significa guardar, cumplir el día del Señor y ser convencidos en nuestros corazones que es posible deleitarnos en este precioso día.

De manera que he titulado este mensaje: La supremacía del día del Señor. El día del Señor se le conoce en el Antiguo Testamento como el Sabbat, día de reposo; y en el Nuevo Testamento, a la luz de la resurrección de Cristo, se le conoce como el día del Señor.

Ahora, antes de comenzar es importante hacer notar que voy a exponer la palabra sobre la base de dos verdades teológicas:
  • Primera verdad: Cristo es el cumplimiento de todos los tipos y sombras del Antiguo Testamento.  Colosenses nos enseña que Cristo es el cumplimiento de las sombras y tipos del Antiguo Testamento, y Romanos nos enseña que el antiguo pacto ha quedado anulado por causa que el nuevo pacto llegó; y así como cuando la esposa queda libre para casarse una vez que el esposo muere, así también los creyentes ya no estamos relacionados con el antiguo pacto pues hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo para pertenecer a Él y así participar del nuevo pacto. Hemos sido libertados de las sombras y ritos del antiguo pacto porque Cristo es la substancia de todas ellas y la substancia ya vino. Primera verdad que damos por sentado. Colosenses 2:16-17; Hebreos 8:3-5; 10:1; Romanos 7:2-4.
  • Segunda verdad: La ley moral de Dios es inmutable, trascendente y vinculante para todos los creyentes, de todas las épocas, de todos los tiempos, por toda la eternidad. Si alguien tiene problema con aceptar que los 10 mandamientos son vinculantes para nosotros, podemos ayudarle en el estudio y comprensión de este tema.
Habiendo dicho esto quiero darles los tres pasos que seguiré al exponer este texto:
  • En primer lugar veremos el contexto de nuestro texto.
  • En segundo lugar, La proposición condicionante del versículo 13: "Si retrajeres" condicional, "si retrajeres" y 
  • En tercer lugar, La proposición condicionada. "Entonces",  "si retrajeres... entonces". 
Estos son los tres puntos que quiero que sigamos el día de hoy para poder extraer las enseñanzas del texto.

Mi propósito al hablar de la supremacía del día del Señor, es enfatizar su importancia en la vida del creyente, las bendiciones que perdemos cuando desdeñamos, subestimamos o menospreciamos el día del Señor. La idea no es pararme aquí, sacar la ley de Moisés y decir: "Hermanos, estamos obligados a obedecerla". Si bien eso es verdad, también es verdad que Dios nos presenta la hermosura del día del Señor, para convencer nuestros corazones, para renovar, reformar nuestras mentes y conformarlos al carácter y pensamiento de Cristo. De manera que este es el objetivo al cual deseo apuntar al exponer la supremacía del día del Señor, por eso he escogido este pasaje de Isaías 58, y es mi propósito exponerlo parte por parte.

Espero en el Señor que en la medida que vaya desarrollando este sermón y a la luz de Isaías 58, podamos percibir que el ser negligentes en la correcta observancia del día del Señor, es perdernos de uno de los beneficios más grandes que Dios nos ha dado para nuestras vidas cristianas. Si, tener en poca estima el santo día del Señor, es perdernos las  tantas bendiciones que Dios ha preparado por causa de este día. 

Vayamos por un momento a Éxodo 20:8-11 y veamos que dice así:
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Solemos leer el 3er. mandamiento pero no meditar en él, sino que pensamos solo en lo que demanda; pero esta es una manera incorrecta de entender el día del Señor; porque el día del Señor no se nos presenta como una carga, sino como un beneficio para el hombre.

No fue eso lo que dijo el Señor Jesucristo en Marcos 2:
"Después Jesús les dijo: —El día de descanso se hizo para satisfacer las necesidades de la gente, y no para que la gente satisfaga los requisitos del día de descanso. Así que el Hijo del Hombre es Señor, ¡incluso del día de descanso!" v. 27 NTV
El día del Señor fue hecho para el hombre, para su deleite, para su refrigerio, para su crecimiento espiritual.

El día del Señor fue llamado por los puritanos "el mercado del alma". Para nosotros el mercado, quizás, ya no es relevante; pero en aquellos días, el mercado era parte esencial de una sociedad, porque no habían centros comerciales sino que una vez a la semana se reunían muchas personas de diferentes aldeas para vender y comprar sus bienes.

El día del Señor, es el mercado del alma. Es el día establecido por Dios para que el alma se abastezca de toda la mercadería espiritual, de todas las provisiones, para que en la semana nuestro corazón pueda estar saturado de la verdadera adoración.

Dice el Salmo 119:
En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Jehová; Enséñame tus estatutos. Con mis labios he contado Todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios Más que de toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; Consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; No me olvidaré de tus palabras. Haz bien a tu siervo; que viva, Y guarde tu palabra. Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley. v. 11-18.
Algo ha pasado en nuestro siglo XXI que el día del Señor ya no lo vemos como el lugar de reabastecimiento. Ya no lo vemos como el día establecido por Dios para recibir los medios de gracia. Permítanme darles una ilustración para explicar lo que ha pasado en nuestra historia. La ilustración es algo así:
"Hubo una vez un gran rey que construyó una espléndida ciudad. En esa ciudad construyó un hermoso parque y lo puso en el centro de la ciudad. Tenía hermosos jardines, fuentes de agua, grandes estanques,  árboles frondosos y asientos en diverso lugares del parque. Además de esto construyó un teatro, un lugar de reunión en el centro del parque. Entonces el pueblo se acercaba, se reunía en el teatro, pasaba tiempo de esparcimiento deleitándose, y el pueblo tenía comunión con el rey.

Un día el rey salió a un largo viaje,  entonces  los ciudadanos empezaron a descuidar el precioso parque. La hierba empezó a crecer y ahogar los jardines, los árboles perdieron su follaje, los estanques se empantanaron, las bancas se deterioraron; en general el parque cayó víctima de la acción destructiva dela negligencia.

Unos ciudadanos fueron para restaurar el parque; y ciertamente le regresaron buena parte de la hermosura original, pero por temor a que volviera a declinar, no restauraron las bancas, pusieron vallas para que el pueblo no se acercara a los jardines y a sus frutos, y cobraban impuesto para poder entrar. El parque sólo se convirtió en un centro gubernamental y perdió su atractivo. Los ciudadanos ya no lo buscaban por todas las tarifas y la falta de deleite que encontraban en él.

Entonces el rey envió a su ministro para que resolviera este gran desorden. Lo primero que hizo fue quitar las cuotas y restaurar el teatro para que todos se acercaran, colocó nuevamente  las bancas, y quitó todas  las vallas para que todos entraran y disfrutaran. Dejó a unos encargados y regresó. Por un tiempo el pueblo se acercó, se deleitaron en el parque, y recordaron al rey; pero una vez más volvió a declinar.

Nuevamente algunos se acercaron pero esta vez con el propósito de comprar el parque para destruirlo y construir  algo más elegante; un lujoso centro comercial. Pero otros se acercaron y dijeron: no nosotros lo compraremos, somos tradicionalistas  y debemos conservar nuestra tradición en el pueblo. Pero otro grupo dijo: no, no destruyamos este parque para construir algo novedoso, tampoco nos  quedemos con él solo porque forma parte de la tradición; regresémoslo a su propósito original, el propósito del rey, el disfrute, el deleite del pueblo y la remembranza de su nombre".
¿Se entiende, se entiende la ilustración?  Hay gente, en círculos cristianos, que hoy en día están diciendo que hay que quitar esa tradición del día del Señor. Hay personas que dicen que es posible reunirse cualquier día de la semana, no importa. Hay personas que quieren derribar el santo día del Señor para poder hacer sus actividades familiares, para poder celebrar el día del padre, el día de las madres. Hay otros que dicen: No, dejémoslo; ir a la iglesia el domingo es socialmente  bueno para las familias y es agradable. Pero ellos no ven más que una tradición, y han perdido el verdadero objetivo del día del Señor.

Oh hermanos, que este texto nos sirva para recobrar el verdadero propósito del día del Señor. Día para nuestro deleite, día para nuestro gozo, día para la adoración del Padre.

Así que empecemos por ver el contexto de nuestro texto.

El contexto de nuestro texto

¿Porque es necesario empezar por explicar el contexto? Porque el  contexto resuelve una interrogante: ¿Qué tiene que ver este texto conmigo? Si ahora yo estoy bajo el régimen del Nuevo Pacto, y ya no tengo ninguna relación con el Antiguo Pacto, ¿qué tiene que ver este pasaje conmigo? 

Hermanos de qué serviría exponer las riquezas y bellezas de este pasaje si al final del sermón alguien dice: "Ah, qué buena enseñanza para los que vivieron en el Antiguo Pacto". 

Muy bien, hay una respuesta rápida y corta, la voy a responder citando 2 pasajes Bíblicos; dicen así:
Pues ni siquiera Cristo vivió para agradarse a sí mismo. Como dicen las Escrituras: «Los insultos de aquellos que te insultan, oh Dios, han caído sobre mí». Tales cosas se escribieron hace tiempo en las Escrituras para que nos sirvan de enseñanza. Y las Escrituras nos dan esperanza y ánimo mientras esperamos con paciencia hasta que se cumplan las promesas de Dios. Que Dios, quien da esa paciencia y ese ánimo, los ayude a vivir en plena armonía unos con otros, como corresponde a los seguidores de Cristo Jesús. Entonces todos ustedes podrán unirse en una sola voz para dar alabanza y gloria a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 15:3-6 (NTV)
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Esas cosas les sucedieron a ellos como ejemplo para nosotros. Se pusieron por escrito para que nos sirvieran de advertencia a los que vivimos en el fin de los tiempos. 1 Corintios 10:11 (NTV)
Ahora, hay una respuesta más pausada y distendida; se encuentra en el contexto. Y lo glorioso es que el contexto resuelve la interrogante. Si tú te preguntas ¿Qué tiene que ver ese texto conmigo? Esa es una buena pregunta, porque cuando leemos el Antiguo Testamento, principalmente el pentateuco, es natural que nos preguntemos: ¿Qué de esto continúa y que de esto ya no continúa? siendo que Cristo ya vino. De modo que es muy importante preguntarnos, es sano, es bueno. 

Así que veamos el contexto, y no tengo que hacer trucos ni malabares torciendo las escrituras, para tratar de convencerlos. Simplemente voy a exponer la belleza del texto.

El libro de Isaías básicamente puede ser dividido en dos partes. Desde el capítulo 1 al capítulo 39 trata del juicio de Dios por los pecados tanto de las naciones paganas, como de la nación de Israel. El capítulo 40 comienza de una manera maravillosa. Dios le dice a Isaías: "Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios" (LBLA). De manera que desde el capítulo 40 hasta el capítulo 66 trata acerca de la consolación, el consuelo para el pueblo de Israel. Una vez juzgados ahora se les da la esperanza.

Ahora bien, dentro de la  consolación viene entretejida la promesa del Mesías, y se nos presenta al Mesías como el siervo de Jehová. Entonces tenemos en el capítulo 53, los sufrimientos de ese Mesías, de ese siervo del Señor, por los pecados del pueblo. Los versículos claves de ese capítulo dicen:
Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó. Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó;     fueron nuestros dolores los que lo agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus propios pecados! Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados.  Isaías 53:3-5 (NTV)
Luego tenemos el capítulo 54. Todo el pasaje lleva un lenguaje de victoria y restauración. Versículos 1-2 (NTV):
"¡Canta, oh mujer sin hijos,  tú que nunca diste a luz! Prorrumpe en canciones de alegría a toda voz, oh Jerusalén,  tú que nunca tuviste dolores de parto. Pues la mujer desolada ahora tiene más hijos  que la que vive con su esposo  —dice el Señor—. Agranda tu casa; construye una ampliación.  Extiende tu hogar y no repares en gastos".
En el capítulo 55 tenemos la libre oferta de esa victoria, la libre oferta de ese sacrificio. Leamos cómo empieza versículo 1:
"A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura".
Lo que nos habla este capítulo es de la invitación gratuita para que vengan a deleitarse en esa victoria. Oh pueblo, no sigas gastando tus fuerzas en deleites que no traen provecho.

Seguimos con el capítulo 56 este capítulo trata el alcance de esta libre oferta,  versículo 2-7:
"Bienaventurado el hombre que hace esto, y el hijo de hombre que lo abraza; que guarda el día de reposo para no profanarlo, y que guarda su mano de hacer todo mal. Y el extranjero que sigue a Jehová no hable diciendo: Me apartará totalmente Jehová de su pueblo. Ni diga el eunuco: He aquí yo soy árbol seco. Porque así dijo Jehová: A los eunucos que guarden mis días de reposo, y escojan lo que yo quiero, y abracen mi pacto, yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá. Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos".
Las bendiciones no eran sólo para Israel si se arrepentían, estaban siendo extendidas a los extranjeros también. Este pasaje habla acerca de ti y de mi, esto es acerca de nosotros. El pueblo extranjero estaba "sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo". Efesios 2:12. 

Podemos observar que éste es lenguaje del nuevo pacto. La razón principal es que ahora los eunucos pueden entrar a la casa de Dios. Si usted lee Deuteronomio 23:1 se dará cuenta que los eunucos no eran admitidos en el templo de Dios. Estas son palabras que apuntan al nuevo pacto,  donde todos los pueblos podrían ser reunidos en este precioso templo, para adorar al Señor. 

Aquí hay algo que debo resaltar: La clara evidencia más irrebatible de un genuino corazón arrepentido es la observancia del día del Señor.

En el capítulo 57 se vuelve a repetir una maldición sobre Israel, el versículo 3 capítulo 57: 
"Mas vosotros llegaos acá, hijos de la hechicera, generación del adúltero y de la fornicaria.  ¿De quién os habéis burlado? ¿Contra quién ensanchasteis la boca, y alargasteis la lengua? ¿No sois vosotros hijos rebeldes, generación mentirosa".
En este pasaje Dios se presenta legítimamente enojado cuando Su voz no es escuchada, mucho más, cuando  a sabiendas  se gozan en el pecado y la idolatría. Los pecadores están siendo advertidos que no encontrarán quietud, ni satisfacción, ni deleite, en sus propios corazones y sentirán toda la fuerza de Su ira, si  no se arrepiente y abandonan el pecado.

Ahora llegamos al capítulo 58 y observen lo que sucede en este capítulo. El Señor los está exhortando acerca de sus malos caminos, de las consecuencias de sus pecados, y la respuesta del pueblo es un altercado con Dios. El pueblo de Israel está reclamando y el Señor les pregunta capítulo 58 versículo 3:
"¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido?" 
Ellos no están escuchando a Dios, ellos solo empiezan a polemizar: Señor, porque nos estás juzgando de esta manera. ¿Tu no ves que nosotros  hicimos ayuno, no ves que  afligimos nuestras almas? No escuchaste o ni siquiera te enteraste.

Escuchen lo que dice el versículo 5 (NTV)
"Ustedes se humillan al hacer penitencia por pura fórmula: inclinan la cabeza como cañas en el viento, se visten de tela áspera y se cubren de cenizas. ¿A eso le llaman ayunar? ¿Realmente creen que eso agrada al Señor?".
La respuesta sencilla. ¿Quién les dijo que eso era lo que me agrada? Lo que me agrada es:
"pongan en libertad a los que están encarcelados injustamente; alivien la carga de los que trabajan para ustedes. Dejen en libertad a los oprimidos y suelten las cadenas que atan a la gente. Compartan su comida con los hambrientos y den refugio y los que no tienen hogar; denles ropa a quienes la necesiten y no se escondan de parientes que precisen su ayuda".
Hasta aquí dejamos nuestro contexto general.

Ahora bien  si alguien aún se pregunta ¿qué tiene que ver todo esto conmigo? La respuesta es: tiene todo que ver. Es verdad que está escrito dentro del sistema del Antiguo Pacto, pero las verdades aquí impresas, las verdades aquí inspiradas por el Espíritu de Dios tienen todo que ver con nuestra alma en el tiempo presente; tienen todas la instrucciones, todas las indicaciones para modelar nuestra conducta en el día del Señor.

La proposición condicionante 

Entremos entonces en nuestro segundo punto: La proposición condicionante. Cuáles son las condiciones de este día del Señor, cuáles son las condiciones para las promesas:
"Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras".
Una simple lectura de este texto, sin mucha exposición, sin mucho análisis, ya habla directo a nuestro corazón. Es que el día establecido por el Señor, es un día de sagrada observancia, no es un día para ocuparse de los intereses personales, no es un día de andar en nuestros propios deseos, no es un día para hablar palabras inútiles.

Todo esto es un lenguaje que contrasta los días comerciales con el día del Señor, exegéticamente hablando Isaías 58:13 tiene como contexto inmediato los días comerciales. Es un lenguaje que prohíbe,  es un lenguaje que nos enseña que el día del Señor no es como cualquier otro día de la semana, que el día del Señor no debe ser tratado profanamente.

Ahora tú te preguntarás ¿qué es profanar?  Profanar es tratar como común aquello que es santo. En el relato de Éxodo 3 El Señor se le aparece a Moisés en la zarza; y le llamó la atención a Moisés que la zarza ardía y no se consumía. Entonces acercándose para ver lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: !Moisés, Moisés! No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Si Moisés pisaba con las sandalias, ese lugar, profanaba la tierra santa.

Profanar es tratar como común las cosas santas y sagradas que el Señor ha establecido, y nos es prohibido, rotundamente, tratar el día del Señor como cualquier otro día.

Ahora, no estoy hablando de no hacer las cosas que son necesarias para vivir. Ni siquiera de eso se trataba el Sabbat en el Antiguo Pacto. Cuando el Señor estaba  pasando por los sembrados un día de reposo, los fariseos le preguntaron ¿por qué arrancan espigas tus discípulos? el Señor les contesta: ustedes solo siguen  la tradición.

Cristo estaba siguiendo el verdadero día de reposo mosaico y arrancar las espigas no era algo prohibido. De manera que no estoy hablando de las cosas que son  necesarias para la vida. Lo que señala el pasaje es que todas aquellas cosas que nos son permitidas hacer los seis días de la semana, no deben ser hechas en el santo día del Señor.

Dios nos ha dado seis días para trabajar y en esos seis días debe ser hecha la obra. El problema es que hoy en día, para muchos de nosotros, el día de Señor no es más que otro día de la semana. Es muy fácil destinar ese día para cualquier actividad cotidiana. Se nos hace fácil asistir a cualquier invitación, e ignorar el santo día del Señor. Se nos hace fácil dejar de asistir al templo el día santo del Señor.

Hermanos, algunos dejan de asistir al templo porque tienen que lavar la ropa, o le hicieron una invitación al club, o fueron invitados a una fiesta y se acostaron tarde, o porque ese mes comenzó la serie de su deporte favorito. Pero quiero decirte: el día del Señor es mucho más importante, extremadamente más importante, que cualquier reunión, invitación, celebración, junta, fiesta, velada, ofertas y afines que puedas tener.

Que importante es este texto en nuestra cultura posmoderna que relativiza todo, y este relativismo nos ataca y se mete a la Iglesia. Algunos dicen: Ay, yo no asisto al día del Señor, falto mucho al día del Señor pero tú no conoces mi corazón. No, el pasaje dice: la verdadera piedad se demuestra por la manera en que valoras el santo día del Señor. Otros dirán: Yo no asisto al día del Señor pero yo no me he alejado de Dios. Así que no me digas nada, porque tú no ves mi conducta. Pues no, el pasaje dice: pueblo no puedes decir que no veo tu corazón; porque la manera en que valoras el santo día del Señor es el reflejo de lo que hay en tu corazón. Herejía, eso no es más que herejía. Si me amáis guardad mis mandamientos, dice el Señor. No hagas cosas que el Señor no te ha mandado, has lo que Él te ha mandado, que guardes este día entre siete como santo. 

Voy a contarles la historia de una oferta que le hicieron al pastor Charles Spurgeon. Un día le llegó a este pastor una carta de la mismísima reina de Inglaterra que decía: Te doy un trabajo como mi consejero, un puesto importante al lado de la reina. Y Spurgeon contesta la carta y dice: "Mi Señora le agradezco por tan grande privilegio, pero el Señor me ha dado la oportunidad de ser pastor de la grey de Dios". Y la reina se enoja y vuelve a mandar una carta y dice: "Cómo te atreves a comparar el puesto que yo te ofrezco con ser pastor de una iglesia". Y Spurgeon le contesta: "Es cierto mi Señora, cómo me atreví a comparar el trabajo que tú me das, terrenal, de un reino terrenal y mundano, con el trabajo celestial de apacentar la grey de Dios".

Hermanos algunos dan más importancia a las cosas de este mundo que a la celebración del día del Señor. Es verdad ya no estamos bajo el Antiguo Pacto y las reglas y ceremonias mosaicas, pero el 3er. mandamiento sigue siendo vinculante para el pueblo de Dios, sigue siendo obligatorio. Vuelvo a repetir, no hablo de esas cosas que llegan a ser necesarias en nuestra vida y que debemos prestar atención; cosas que serían imposibles o imprudentes no atender. Más bien hablo de aquellas  cosas vanas e inútiles por las cuales muy fácilmente nos desentendemos del día del Señor, y lo valoramos como una cosa más entre muchas otras. Hermanos, el día del Señor no es una cosa más entre muchas otras, día del Señor es todo del Señor y es santo. 
"Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová"
Creo que el versículo 13 podemos resumirlo en esta oración. Y quiero explicarlo con un ejemplo práctico.
Alguna vez fuimos invitados al río a pasar el día y preparar un sancocho, con algunos familiares, amigos o creyentes. Seguramente con anterioridad compramos todo lo que nos asignaron para la preparación del sancocho. También preparamos toda la indumentaria necesaria, porque el día siguiente debíamos salir temprano.  Al día siguiente todos nos levantamos temprano, no hubo necesidad de apresurar a ninguno. Pronto nos pusimos en marcha para encontrarnos con el resto del grupo en el río.  
Una vez en el río nos entregamos de lleno a  la diversión. Nos bañamos, jugamos voleibol, damas chinas y domino. Ayudamos a las mujeres a cocinar el sancocho, por cierto, comimos tarde, como a las tres, porque nos distrajimos mucho con los juegos. Luego del almuerzo nos sentamos para bajar la comida, charlar un poco y compartir con aquellos con quienes hasta ahora no habíamos tenido contacto. Un rato más tarde comenzamos a bañarnos y a jugar nuevamente hasta que empezó a caer la tarde.  
Pronto se comenzó a escuchar: "Bueno, es tiempo de recoger todo antes de que anochezca", los niños decían: “Ay papi ¿tenemos que irnos ya? ¿Podemos venir la próxima semana?". Algunas de las mujeres se decían entre ellas: "Bueno, otra vez a la rutina. ¡Cómo me gustaría que este día fuera más largo!" Seguramente todos nos fuimos deseando regresar.
Todas las semanas tenemos un día de reposo. Sin embargo llega el domingo y ni siquiera hemos preparado nuestras almas para deleitarnos, para acercarnos, para buscar del Señor en ese santo día. Hermanos, así como hacemos tanta preparación para otras cosas en este mundo y preparamos nuestras cosas para salir el día lunes a trabajar, así debemos preparar nuestros corazones, así debemos apartar nuestras mentes, así debemos clamar al Señor el día sábado por las noche y rogar: Señor mi corazón es rebelde y es necio, mis pensamientos se distraen con los afanes, permítete apartar mi pie, permítete apartar mi mente y mis palabras para no hacer mi voluntad.

¿Apartas este día o simplemente asistes el día domingo a la Iglesia?

El propósito de apartar, santificar el día del Señor no es simplemente descanso físico,  sino consagración, suspensión de nuestra labor de manera que podamos deleitarnos en Dios, buscar al Señor y tener comunión con nuestros hermanos. 

La proposición condicionada

Vamos ahora con nuestro 3er. punto:  La proposición  condicionada. ¿Qué es lo que se promete al que santifica el día del Señor? Esto es maravilloso: 
"entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado".
Todos los que son cristianos, los verdaderos hijos de Dios, tenemos deleite en el Señor. Antes nos deleitábamos en el pecado, pero ahora por causa del nuevo corazón nos deleitamos en el Señor y sus mandamientos.

Ahora, es posible  que  pasemos por tiempos en los que no nos encontremos satisfechos deleitándonos  con Dios. Puede que estemos deseando tener más deleite, porque observamos que nuestros corazones están fríos, apáticos, nuestros pasos están apesadumbrados, tenemos  falta de celo,  falta de devoción.  ¿Qué está pasando? 

Hermano, pregúntate allí donde estás, si la razón de todo eso no se debe a la poca estima que estas teniendo al día del Señor. Entramos al nuevo pacto incondicionalmente porque Cristo llevó las condiciones, pero la promesa de este pasaje, es una promesa condicional.

¿Qué más se promete? "Entonces te deleitarás en  Jehová y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra". 

Este es lenguaje de victoria sobre los enemigos.

Hermanos, Isaías 58 dice que si apartamos y estimamos este día como santo, como especial; si lo tenemos como algo santo y delicioso para nosotros, nos hará andar sobre nuestros enemigos. Esto significa  victoria sobre el mundo que se opone a la santidad, victoria sobre el diablo que nos tienta, victoria sobre nuestra propia carne.

Me pregunto si la flaqueza y debilidad, nuestra decadencia espiritual y caída en la tentación no se debe a esta baja estima del día del Señor. No deberemos esperar entonces la victoria sobre la tentación, la victoria sobre el diablo, la victoria sobre nuestra carne, cuando hacemos muchas actividades para Dios pero no estimamos su día santo.

Hay otra promesa:
"y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre porque la boca de Jehová lo ha hablado".
Comer de la heredad de Jacob significa participar de las mismas bendiciones, promesas y aprovisionamientos que fueron hechos a Israel. Dice el texto, que entonces cuando guardes el día del Señor como es debido, con todo tu corazón, derramando tu corazón para con ese día, entonces tendremos deleite las cosas espirituales.

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