Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

octubre 2016

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Dios ha movido a creyentes a la investigación de manuscritos que están en desacuerdo, en busca de establecer cuál forma de texto debería considerarse como la más cercana al Original. En algunos casos, las evidencias se hallarán tan justamente divididas, que resulta en extremo difícil decidir entre dos variantes. En otros casos, el investigador puede llegar a una decisión basada en razones más precisas que lo mueven a preferir o declinar una variante en favor de otra. Este artículo extraído del prólogo de la Biblia Textual tiene como objetivo dar una explicación a la problemática de las diferentes traducciones y versiones de la Biblia.

A continuación paso a transcribir el prólogo de la Biblia Textual:

La BIBLIA es más que un tesoro histórico o un clásico literario para ser preservado, admirado o aplaudido. Es algo más que un conjunto de documentos sobre cuya base puedan exaltarse talentos de hombres doctos. La BIBLIA es la más grande de todas las obras del Creador. Revela su mente, expresa su voluntad y manifiesta su poder mediante palabras que, entre otros muchos propósitos, tienen poder para quitar la muerte y sacar a luz la vida y la inmortalidad de quien lee con fe.

No suponga entonces el lector que tiene en sus manos un libro que el hombre hubiera podido escribir de haber querido. Su maravillosa unidad y continuidad, y sus predicciones cumplidas, evidencian el carácter trascendente y sobrenatural de la Obra. Sepa, por otra parte, que tampoco es un libro que el hombre hubiera querido escribir de haber podido, porque consistentemente habla en su contra y sin acepción de personas, testifica contra él, exhibiendo sus rebeliones, perversiones y fracasos.

Si con nuestra mente adulta, en cambio, creemos vivir en un planeta visitado por Dios hecho carne, entonces, las palabras que Él dice revisten una importancia tal, que al considerar el Precioso Texto, será imposible abstraernos de que el Libro nos confronta con asuntos que exceden los límites de nuestra habitación temporal.

Ante esta realidad, no quien pretenda, sino quien humildemente aspire a traducir al Autor Exacto, tiene que admitir ipso facto las limitaciones y la futilidad que representa el depender de humanas disciplinas, y reconocer que, así como ante el DIOS TODOPODEROSO no es posible acercarse con vanas repeticiones, tampoco ante su PALABRA es posible hacerlo con la locuacidad de un espíritu liberal, como si se tratara con prolegómenos y comentarios propios de diccionarios o enciclopedias. No; ante el Libro, uno se ha de acercar con espíritu contrito, corazón hecho alheña y postrada actitud; con fe sencilla y pies descalzos, limpios del mundanal lodo de las filosofías humanas, pues en este caso particular, no es el lector quien juzga al Libro, sino el Libro al lector.

Las Bases Textuales de la Biblia. La composición que hoy conocemos como La Biblia está conformada por 66 libros (39 del Antiguo Pacto y 27 del Nuevo Pacto) cuyo número fue reconocido por la Iglesia Primitiva para conformar el así llamado canon de la Escritura. Desde Job, su libro más antiguo (1900 a.C.), hasta el Apocalipsis (90 d.C.) los libros se escribieron en hebreo (con algunas palabras arameas) y griego koiné en un lapso de casi dos milenios. Fueron realizados en tres continentes: Asia (Menor), África y Europa, por no menos de 40 autores de distintos rangos sociales, oficios y profesiones, cuya mayoría no se conoció entre sí, aunque hablaron sobre temas de extraordinaria similitud, principalmente acerca de las cosas por venir. Cuando toda esta diversidad de personalidades, tiempo y espacio coinciden de manera tan exacta en el cumplimiento de sus aseveraciones, las cualidades que resaltan del Libro son su maravillosa unidad, autoridad y trascendencia.

Ahora bien, el lector ha de estar advertido que antes de traducir las palabras, frases y oraciones de la Escritura, el intérprete ha de interesarse por un problema precedente: ¿Cuál es el texto original del pasaje? Que tal pregunta debe ser hecha ¡y contestada! obedece a dos circunstancias: a) ningún manuscrito original de la Biblia existe hoy, y b) las copias existentes difieren una de otra. Al ser escritos en el frágil papiro, los originales pronto se destruyeron o extraviaron, y las copias manuscritas que existen exhiben múltiples diferencias. En el caso del Nuevo Pacto, los aproximadamente 5300 manuscritos existentes, presentan entre sí no menos de 250.000 variantes, que se acumularon durante los 14 siglos que duró el proceso de copiado manuscrito. Sin embargo, tanto en el caso del Antiguo Pacto como del Nuevo Pacto, los cambios introducidos, aunque numerosos y del interés más profundo, están muy lejos de afectar la estructura doctrinal de la Obra. Por otra parte, gracias a los hallazgos de la Arqueología Bíblica, juntamente con los esfuerzos de la Crítica Textual, se logró, desde mediados del siglo XIX hasta finales del siglo XX, la restauración de arquetipos muy cercanos a los Autógrafos.

Transmisión y Alteración Textual. La historia de los principales hechos que forjaron la alteración en manuscritos bíblicos puede resumirse así: En los primeros días de la Iglesia Cristiana, luego que una Epístola era enviada, o después que un Evangelio era escrito, se elaboraban copias a fin de extender su influencia y beneficios a otras congregaciones. Era, por tanto, inevitable que tales copias contuvieran un relativo número de diferencias en palabras con respecto a su original. La mayor parte de estas divergencias surgieron por causas accidentales, tales como confundir una letra o palabra con otra parecida. Si dos líneas paralelas de un manuscrito comenzaban o terminaban con el mismo grupo de letras, o si dos palabras similares se encontraban juntas en la misma línea, era fácil para el ojo del copista saltar del primer grupo de letras al segundo, y asimismo omitir una porción del texto. Inversamente, el escriba podría regresar del segundo al primer grupo de letras y, sin querer, copiar una o más palabras dos veces. Asimismo, letras que se pronunciaban de igual manera, podían llegar a ser confundidas por los escribas oyentes. Tales errores eran casi inevitables dondequiera que se copiaban a mano largos pasajes, habiendo más posibilidades de que ocurrieran si el escriba tenía vista u oído defectuoso, si era interrumpido en su labor, o si por causa de fatiga estaba menos atento. Otras divergencias surgieron de intentos deliberados por suavizar formas gramaticales toscas, o por tratar de eliminar partes que son real o aparentemente oscuras en el significado del texto. Algunas veces, un copista sustituía o añadía lo que le parecía ser una palabra o forma más apropiada, quizá derivada de un pasaje paralelo. De esta manera, durante los primeros años que siguieron a la conformación del Canon del Nuevo Pacto, surgieron centenares —si no millares— de las llamadas variantes textuales.

Tipos de Texto. Igualmente, durante los primeros años de expansión de la Iglesia Cristiana, se desarrollaron los llamados textos locales. A las nuevas congregaciones establecidas en grandes ciudades, tales como Alejandría, Antioquía, Constantinopla, Cartago o Roma, se les proveían copias de las Escrituras en el estilo que era corriente en esa región. Al hacer copias adicionales, el número de lecturas especiales e interpretaciones eran conservadas y hasta cierto punto aumentadas, de tal manera que un tipo de texto peculiar a su región llegó a crecer y establecerse. El tipo de texto Alejandrino, siendo el más antiguo, es usualmente considerado como el mejor y más fiel en la preservación del original. Sus características son la brevedad y la austeridad. Hasta muy recientemente, los dos principales testigos del tipo de texto Alejandrino eran el códice Vaticano y el códice Sinaítico, manuscritos en pergamino de mediados del siglo IV. Sin embargo, con la aparición de importantes papiros a mediados del siglo XX, ha sido posible inferir que el tipo de texto Alejandrino retrocede hasta principios del segundo siglo (125 d.C.). Otros tipos de texto son el Occidental, el Cesariense y el Bizantino. Este último es el más reciente de los tipos distintivos de texto del Nuevo Pacto. Lo caracteriza su esfuerzo por aparecer completo y explicativo. Los constructores de este tipo de texto intentaron, sin duda, pulir cualquier forma ruda del lenguaje, combinar dos o más lecturas discrepantes en una sola lectura expandida, y armonizar pasajes paralelos divergentes. Durante el período transcurrido entre el siglo VI hasta la invención de la imprenta en el siglo XV, el tipo de texto Bizantino fue el de mayor circulación, el más aceptado, y el reconocido como el texto autorizado por la Iglesia de Roma.

El Textus Receptus. Paradójicamente, el tipo de texto Bizantino fue también el que sirvió de base para las traducciones Protestantes del Nuevo Pacto. Esta base textual griega fue editada e impresa en 1517 por el famoso humanista Desiderio Erasmo de Rotterdam. Sus subsecuentes ediciones fueron ampliamente difundidas, y fue aceptado como el texto normativo para la Iglesia Protestante, el cual llegó a ser reconocido por el nombre latino de Textus Receptus. La obra de Erasmo sirvió como base textual de traducción a la mayoría de los idiomas vernáculos de Europa. Fue editada cinco veces, y más de treinta ediciones fueron realizadas sin autorización en Venecia, Estrasburgo, Basilea, París y otros lugares de Europa. Subsecuentes editores, a pesar de haber realizado un número considerable de alteraciones arbitrarias, reprodujeron vez tras vez esta adulterada forma de base textual griega, asegurándole una preeminencia tal, que hasta principios del siglo XX, llegó a aceptarse como texto normativo del Nuevo Pacto. Tan supersticiosa e inapropiada ha sido su inmerecida reverencia, que los intentos por criticarlo o enmendarlo son todavía considerados como un sacrilegio, todo esto a pesar de que su base textual es esencialmente un manojo (¡seis!) de manuscritos tardíos (¡siglo XII!) escogidos al azar y, por lo menos en una docena de pasajes, su lectura no está respaldada por ningún manuscrito griego conocido hasta el presente. Aun así, este Textus Receptus ha resistido durante casi 500 años (y aún resiste) en ser desplazado a favor de la verdadera Base Textual Griega, y hoy, encubierto bajo su nuevo nombre de Texto Mayoritario, trata de retomar su primacía, y sigue obstaculizando el camino de todo esfuerzo por restaurar la genuina Palabra de Dios.

Restauración Textual. Durante los siglos XVII y XVIII los eruditos recaudaron información de muchos manuscritos griegos, pero con la excepción de dos o tres editores que tímidamente se atrevieron a corregir algunos de los más vocingleros errores del Textus Receptus, esta degradada forma de texto continuó siendo reimpresa edición tras edición. No fue sino hasta la primera parte del siglo XIX, cuando a los eruditos bíblicos se les reconoció haberse apartado totalmente del Textus Receptus para demostrar, por comparación de manuscritos, cómo éstos se podían retrotraer hasta sus arquetipos perdidos e inferir así su condición y paginación.

Un profundo movimiento en pro de la restauración del Texto Sagrado dio comienzo en la primera mitad del siglo XIX, y mediante los esfuerzos de destacados críticos textuales, que por razones de oportunidad es imposible mencionar ahora, se extendió hasta nuestro tiempo. A partir de entonces se presentan ediciones de la Biblia en sus idiomas originales y se evalúan al mismo tiempo los grandes descubrimientos de la arqueología bíblica, en los cuales aparecieron documentos manuscritos mucho más antiguos de aquellos que conforman el tipo de texto Bizantino. Gracias a ello, ha sido posible editar el Texto Sagrado con palabras que se acercan hoy más que nunca a las del Original. Estas bases textuales de la Biblia vienen siendo plasmadas en las ediciones críticas de la Biblia Hebraica Stuttgartensia (Antiguo Pacto) y del Novum Testamentum Græce (Nuevo Pacto) sobre cuyo texto se basa principalmente esta obra. Pero aun así, no obstante la excelencia, erudición y noble propósito que guía a estas Ediciones, es importante destacar que el creciente número de sus revisiones denota un necesario proceso de perfeccionamiento que obviamente el Original no necesitaría.

Una Versión Perfectible. La inspiración verbal y plenaria de la Escritura recayó exclusivamente sobre los Autógrafos Sagrados, su infalibilidad se limita por tanto al Texto Original, y nunca benefició al copiado manuscrito, aunque este fuera en los idiomas originales de la Biblia. Si esto es así, mucho menos entonces puede beneficiar a las traducciones que de ellas se derivan, y así, la sola consideración de una versión perfecta es imposible. Nuestro intenso (y extenso) contacto con las labores de traducción, nos ha demostrado durante los 30 años que la obra nos ha durado entre las manos, que es más el resultado de transpiración que el de inspiración. Las Versiones, por excelentes que pretendan ser, no constituyen más que un esfuerzo humano, personal o colegiado, por presentar en idioma vernáculo la infalible Palabra de Dios. Ante esta realidad, surge la propuesta feliz de una versión perfectible, que siguiendo los pasos humildes de la Crítica Textual, acepta las limitaciones impuestas por las circunstancias, y mediante sus ediciones críticas manifiesta su aspiración hacia una versión perfecta.

Traducción Contextual. El esfuerzo por realizar una versión bajo la disciplina de traducción contextual procura presentar al lector una versión comprensible de lo que sin duda es la obra literaria más compleja del Universo. La exposición detallada de los postulados de la traducción Contextual son extensos y no es posible citarlos aquí. El lector puede referirse en cada caso a las notas a pie de página o a la sección de Pasajes Especiales §148. No obstante, resumimos ahora el concepto diciendo que:

Por traducción contextual se define inicialmente una disciplina que (a) enmarcada en las reglas que controlan la gramática general del lenguaje, pero (b) sin perjuicio de la coordinación y subordinación gramatical registradas en el Texto Sagrado, (c) trasmita toda la intención, fuerza y lucidez del Original, (d) defienda su brevedad y simplicidad, (e) preservando su pureza y (f) respetando sus asimetrías, asperezas gramaticales y redundancias, (g) valore la riqueza de estilo literario lograda a través del tiempo, y los beneficios que de allí se derivan al retardar los cambios que corrompen el lenguaje; y finalmente (h) refleje de manera consistente las conclusiones que por la sana exégesis y trazo contextual (cercano o remoto), surgen de la analogía y armonía espiritual latentes en toda la Escritura.

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"El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos", Salmos 19:9.

El temor a Dios conduce a actitudes y acciones reverentes.

En el Antiguo Testamento, temer a Dios significaba verlo con asombro y reverencia a Su autoridad soberana. En el Salmo 34:11-14 David escribió: "Venid, hijos, oídme; El temor de Jehová os enseñaré. ¿Quién es el hombre que desea vida, Que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, Y tus labios de hablar engaño.
Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela". Su hijo Salomón añadió: "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.   No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a Jehová, y apártate del mal", Proverbios 1:7; 3:7.

El concepto de temer a Dios no se limita al Antiguo Testamento. Pablo dijo: "Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor", Filipenses 2:12. "Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios", 2 Corintios 7:1 y "Someteos unos a otros en el temor de Dios", Efesios 5:21.

Nuestro temor a Dios nos impele a adorarle y modelar nuestra vida a Su voluntad. Si le tememos, complazcámosle, será su mayor deleite y desagradarle, su mayor desilusión.

En el Salmo 19:9 David usa la palabra "temor" como un sinónimo de la "palabra de Dios", esto quiere decir que las Escrituras son el manual de Dios acerca de la forma de adorarle. En el mismo versículo "limpio" es un término amplio que nos habla de la ausencia de pecado, la corrupción, suciedad, contaminación, imperfección, y error de su Palabra. El mensaje que las Escrituras transmiten siempre "son palabras limpias, Como plata refinada en horno de tierra, Purificada siete veces", Salmos 12:6.

Debido a que es tan perfecta, las Escrituras permanecen para siempre Salmos 19:9. Es por eso que Jesús dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán", Marcos 13:31. Nunca necesitará ser actualizada para ser acomodada al pensamiento contemporáneo. Siempre está vigente y se mantiene como una autoridad inflexible. Quienes la juzgan, difaman o ignoran recorren un camino peligroso. Es mucho mejor temer a Dios y someterse a su voluntad revelada.

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"Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal", Salmos 19:10. 

Usted debería valorar las Escrituras más que todos los tesoros de la tierra.

Cuenta la historia que María I, (Greenwich, Inglaterra, 18 de febrero de 1516-Londres, 17 de noviembre de 1558), fue reina de Inglaterra e Irlanda desde 1553, fue la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón.

Fue la cuarta monarca de la dinastía Tudor; recordada por abrogar las reformas religiosas introducidas por su padre, Enrique VIII, y por someter de nuevo a Inglaterra a la autoridad del papa, el 30 de noviembre de 1554, con el apoyo del cardenal Reginald Pole. En dicho proceso, condenó a casi 300 religiosos disidentes a morir en la hoguera en las Persecuciones Marianas, recibiendo por ello de la
historiografía protestante el apodo de María la Sanguinaria.

Las persecuciones religiosas duraron casi cuatro años, en los que numerosos líderes protestantes fueron ejecutados, otros tuvieron que exiliarse y cerca de 800 permanecieron en el país. Entre los ejecutados se encontraba John Rogers (4 de febrero de 1555); el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer; Nicholas Ridley, obispo de Londres y el reformista Hugh Latimer. Aunque no existe unanimidad acerca del número de condenados, John Foxe calcula en su Libro de los mártires que 284 personas fueron ejecutadas por cuestiones de fe. La reina apareció de manera destacada y vilipendiada en dicho libro, publicado en 1562, cuyas siguientes ediciones gozaron de mucha popularidad entre los protestantes durante el siglo XIX.

Se han encontrado ejemplares impresos de la Biblia, que se remonta a la Inglaterra de ese período, con ciertas características como que las páginas de la tercera parte superior del libro estaban cubiertas con una mancha oscura. Una detallada observación evidencia que la mancha era la sangre de su propietario original.

La explicación a este detalle es que cuando gobernaba Inglaterra María la Sanguinaria, se aterrorizaba y asesinaba a tantos protestantes como se pudiera. Los soldados ejecutaban a sus víctimas a través de algún medio sangriento, luego tomaban sus Biblias y las sumergían en la sangre. Algunas de esas Biblias se han conservado y son conocidas como las Biblias de los Mártires.

El Salmo 19:10 atrapa la noción de esos mártires, exaltando el valor inapreciable que tenían por la Palabra de Dios. Así mismo, para David, las Escrituras eran más valiosas que el oro fino y la miel pura. Meditar en la palabra de Dios significaba para él más que las cosas más ricas y más dulces de la vida. Él conocía las Escrituras por su capacidad para satisfacer todos los apetitos espirituales.

Tan preciosa, como es la Palabra de Dios, que muchos cristianos la toman como fundamental y se convierte en la complacencia de sus estudios; otros recorren largos períodos sin obtener provecho de sus páginas.

Tal vez usted conoce a alguien que está en esa situación. Si es así, pídale al Señor que le de sabiduría a medida que lo vaya alentando hacia un mayor compromiso y fidelidad a la Palabra de Dios. Al mismo tiempo, tenga cuidado de no caer usted mismo en la negligencia. El apóstol Pedro en 1 Pedro 2:1-2 nos exhorta a mantener un corazón sensible al precioso regalo de la Palabra de Dios.

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Si un creyente peca contra ti, háblale en privado y hazle ver su falta. Si te escucha y confiesa el pecado, has recuperado a esa persona; pero si no te hace caso, toma a uno o dos más contigo y vuelve a hablarle, para que los dos o tres testigos puedan confirmar todo lo que digas. Si aun así la persona se niega a escuchar, lleva el caso ante la iglesia. Luego, si la persona no acepta la decisión de la iglesia, trata a esa persona como a un pagano o como a un corrupto cobrador de impuestos. Mateo 18:15-17.

Vivimos en una cultura rehabilitadora que parece empeñada en descomponer el pecado. Por ejemplo, el adulterio y todas las formas de inmoralidad han sido reclasificadas como adicciones sexuales. Las adicciones a las drogas y al alcohol ahora son clasificadas como una enfermedad crónica y recurrente del cerebro, no como el resultado de acciones deliberadas. Y las armas, ahora son consideradas como las mayores culpables, por encima de los asesinos que aprietan los gatillos. Cualquiera que sea el pecado, siempre parece haber una manera de excusar, redefinir o minimizarlo.

Esa determinación de separar a una persona de quien es y lo que hace, también se ha infiltrado en la iglesia. La exhortación a "amar al pecador y odiar el pecado" es un estereotipo Cristiano perverso, utilizado regularmente para desviar la responsabilidad y la rendición de cuentas del creyente por su pecado. Si bien es cierto que hay que amar a los pecadores y odiar el pecado, el estereotipo distorsiona esas verdades, dividiendo ambas de forma antibíblica.

De regreso del gnosticismo

Este tipo de dualismo era frecuente entre los herejes gnósticos del siglo I d.C. El error de los gnósticos era tan seductor que el apóstol Juan escribió su primera epístola como una respuesta directa a sus falsas enseñanzas. Examinemos las siguientes observaciones con respecto a la situación que enfrentaba la iglesia en 1 Juan:

El gnosticismo (del griego gnosis ["conocimiento"]) era una amalgama de varios sistemas de pensamientos paganos, judíos, y cuasi-cristianos. Bajo la influencia de la filosofía griega (especialmente la de Platón), el gnosticismo enseñaba que la materia era intrínsecamente mala y el espíritu era bueno. Ese dualismo filosófico condujo a los falsos maestros, que Juan enfrentó, a aceptar alguna forma de la deidad de Cristo, pero negar su humanidad. Cristo no podía, según ellos, haber adquirido un cuerpo físico, ya que la materia era mala.

Esta fue la utilización personal, de los puntos de vista dualistas de los gnósticos, que hacen eco hoy día en sus esfuerzos por separar al pecador de su pecado.

El dualismo filosófico de los gnósticos también causó que existiera indiferencia por los valores morales y el comportamiento ético. Para ellos, el cuerpo no era más que la prisión en la que fue encarcelado el espíritu. Por lo tanto, el pecado cometido en el cuerpo no tenía ninguna conexión ni efecto sobre el espíritu.

El estereotipo de amar al pecador y odiar el pecado sigue el mismo razonamiento dualista de las herejías gnósticas, haciéndonos creer que debemos divorciar al pecador de la culpabilidad y las consecuencias de su pecado.

Peor aún, se confunde y corrompe el concepto mismo de lo que significa amar a un pecador. El verdadero amor no exige deliberada ignorancia. En la práctica sería como ignorar la  aflicción de un paciente de cáncer y fingir que fue de repente libre de su enfermedad, con la esperanza de que desaparecerá por su propia cuenta.

Lo cierto es que lo más amoroso que puede hacer por los pecadores, no es ignorar, disculpar o encubrir su pecado, sino hacerle frente. En otras palabras, usted no está amando a un pecador si usted no confronta su pecado.

No dualismo - doble responsabilidad

Debo admitir que la forma de confrontar el pecado puede variar dependiendo de la naturaleza del pecado y de la condición espiritual del pecador. Es posible que debamos mostrar más ternura con un incrédulo cegado por su propia depravación que con un creyente, quien debería tener mayor conocimiento. Incluso dentro de la iglesia, tenemos que ser comedidos y considerados con la forma en que nos enfrentamos los unos a los otros, y aún así, lo suficientemente audaces y claros para preservar la pureza del cuerpo de Cristo.

La disciplina de la iglesia es una parte fundamental para proteger la pureza de la iglesia, Mateo 18:15-20. Una interpretación de este pasaje sería que:

Un cristiano que no esté profundamente preocupado por arrebatar del pecado a un hermano cristiano, necesita ayuda espiritual a sí mismo. Ni la vana indiferencia, por no hablar de justicia propia, ni el sentimentalismo o la cobardía que se esconden detrás de la falsa humildad, tienen parte en la vida de un cristiano espiritual. El cristiano espiritual ni condena, ni justifica a un hermano en pecado. Su preocupación debe ser por la santidad y la bendición del hermano ofensor, la pureza y la integridad de la iglesia, y el honor y la gloria de Dios.

A los ojos de gran parte del mundo e incluso a los ojos de muchos creyentes inmaduros, la acción de confrontar el pecado se considera falta de amor. Sin embargo, emprender el proceso y la disciplina de manera correcta, expresará la clase de amor más profundo, que el amor que se niega a no hacer nada por rescatar a un hermano del pecado no arrepentido y sus consecuencias. El amor que excusa el pecado o que está más preocupado por la calma superficial en la iglesia, que por su pureza espiritual no es la clase de amor de Dios. El amor que tolera el pecado no es amor en absoluto, sino sentimentalismo mundano y egoísta.

Predicar el amor, excluyendo la santidad de Dios es enseñar algo que no es el amor de Dios. El adormecimiento o insensibilidad de la iglesia siempre ha ocurrido, en ausencia de la fuerte predicación a la santidad de Dios y del llamado a los creyentes a abandonar el pecado y volver a las normas de pureza y rectitud del Señor. Ninguna iglesia que tolera el pecado manifiesto en su membresía tendrá un crecimiento espiritual o una evangelización eficaz. A pesar de esta verdad, la tolerancia es el patrón en la iglesia hoy en día, en todos los niveles. Mateo 16-23.

Algunas personas recurren al amor incondicional de Dios como si Su amor esta por encima, o invalida Sus otros atributos; más específicamente Su ira. Tal postura fomenta nada menos que una forma popular de idolatría.

La enseñanza y creencia en un Dios que es todo amor sin ira, toda gracia sin justicia, todo perdón sin condenación, es idolatría (adoración a un dios falso inventado por los hombres); e inevitablemente conduce al universalismo, que por supuesto, es lo que muchas iglesias liberales han estado predicando durante generaciones. La salvación pierde sentido, porque el pecado que Dios pasa por alto no necesita ser perdonado. El sacrificio de Cristo en la cruz se convierte en una farsa, porque Él dio su vida sin ningún propósito redentor. No sólo eso, sino que resulta imposible explicar y ponderar la pregunta común acerca de por qué un Dios amoroso permite el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la tragedia. La eliminación del odio santo de Dios por el pecado, mutila y dificulta el Evangelio más de lo que ayuda para la evangelización.

Debemos amar a los pecadores y debemos odiar el pecado sin hacer una división de estas dos verdades en categorías separadas. Nuestro odio al pecado debe manifestarse en un amor que advierta a los pecadores, compasivamente, pero que claramente manifieste las consecuencias nefastas que sus pecados demandan. A falta de eso, ¿cómo podemos afirmar que en verdad los amamos?

[right-side] Gálatas  2:11-21

En este pasaje del texto Bíblico encontraremos a Pablo mostrando en la práctica como entendía y desarrollaba su vida cristiana basado en el mensaje del verdadero evangelio de Cristo. Este evangelio libera completamente al hombre de todo lo que lo controla y lo mantiene esclavizado. Conforme a lo dicho por Pablo a los Romanos, el verdadero evangelio libera al hombre de la carne, de la ley, del pecado, la ira de Dios y la muerte. Pero, sobre todo, el Evangelio también libera al cristiano de la hipocresía. Y específicamente en esta carta y en estos versículos encontramos esta verdad ilustrada y argumentada.

Hasta aquí hemos aprendido dos cosas importantes.
  • Primero nos enteramos de que el verdadero evangelio proclamado por Pablo, no depende de ninguna aprobación por parte de Pedro y los otros líderes de la iglesia de Jerusalén. Pablo estaba convencido de que el evangelio que estaba proclamando, era el verdadero evangelio que había recibido del Señor por medio de la revelación.
  • En segundo lugar, hemos aprendido que Pablo no era inferior a Pedro o cualquier otro apóstol. Lo que había de diferente era el enfoque de su misión, pero la misión era la misma: proclamar la salvación por medio de Jesucristo. Tenía la misma misión de proclamar la justificación por la fe basada en la gracia de Jesucristo, pero el enfoque era diferente: mientras que algunos irían a los judíos, Pablo y sus ayudantes darían prioridad a la evangelización de los gentiles.
Pero en este texto, nos encontraremos con otra lección importante. Incluso habiendo unidad de propósito, puede haber diferencias en las formas de proceder. Y cuando esto sucede, todo cristiano maduro tiene el derecho y el deber de advertir a su hermano de la necesidad de coherencia entre la predicación y el desarrollo de la vida cristiana. Y esto fue lo que sucedió en ocasión de la visita de Pedro a Antioquía, la tercera ciudad más grande del imperio, en lo que en la actualidad se conoce como Turquía.

Usted recordará que esta comunidad se menciona en el libro de los Hechos. Sabiendo que el Evangelio había llegado hasta allí por medio de los cristianos que se encontraban esparcidos cuando la muerte de Esteban, Hechos 11:19-20, los apóstoles que estaban en Jerusalén enviaron a Bernabé para averiguar cómo iban esos nuevos conversos, Hechos 11:22. Frente a la gracia de Dios obrando en aquellos nuevos hermanos, a través del ministerio de Bernabé junto con Pablo, aquella iglesia había crecido; ciertamente maduró y se fortaleció lo suficiente como para enviarlos más tarde en la primera jornada misionera, Hechos 13:14. Bueno, esta iglesia probablemente formada por mayoría gentil, en otra ocasión, recibió la visita de Pedro. Allí practicaban lo que Pablo había enseñado en esta carta en 3:28 cuando dijo que ya no había diferencia entre el judío y el griego, el esclavo y el hombre libre, entre varón y mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús. Y como resultado de esta nueva manera de vivir había comunión perfecta entre gentiles y judíos.

También vimos anteriormente cómo los judaizantes querían que los nuevos gentiles convertidos se sometieran a la práctica de ciertos requisitos de la ley mosaica, como la circuncisión y la separación entre las cosas puras e impuras. En Antioquía todo esto había desaparecido y no había ninguna distinción entre los dos grupos; y la señal de esta nueva realidad de la vida eran comidas en común, y ciertamente, la celebración de la cena conmemorativa todos, judíos y gentiles, la compartían con alegría. Cuando Pedro visitó la comunidad cristiana de Antioquía, participó en esta comunión tan especial con desenvoltura; porque después de todo, había sido a través de él oficialmente que el evangelio había llegado a los gentiles, durante su visita, predicación y ministerio en la casa de Cornelio, Hechos 10
. Ciertamente, los hermanos de Antioquía estaban satisfechos con su visita y él podía contarles hechos y detalles sobre el Señor Jesucristo cuando estuvo encarnado entre nosotros.

Pero en la misma ocasión llegaron a esta ciudad y a la comunidad cristiana algunos judíos procedentes de Jerusalén, que estaban vinculados al liderazgo de Santiago. Estos visitantes no entendían esa libertad que el evangelio proporciona y probablemente no entendían esa comunión tan íntima entre los judíos y gentiles. Pedro, por miedo a ser criticado por estos cristianos judíos tuvo un cambio de actitud, apartándose de los cristianos gentiles. Pedro vaciló; esto no fue correcto, y no fue coherente. Y frente a esto Pablo lo reprendió públicamente. Pablo mostró que esta actitud hipócrita no es coherente con el verdadero evangelio. El verdadero evangelio no permite este tipo de actitud inconsistente. Y así que, para desarrollarnos adecuadamente en nuestra vida cristiana, debemos ser conscientes de las exigencias de la verdad del evangelio. Como principio aplicable a nuestros días, este texto presenta la siguiente proposición: Cada cristiano debe proceder de manera coherente con el mensaje del verdadero evangelio que proclama.

En este texto encontramos cinco requisitos que nos ayudan a mantener la coherencia entre la vida y la predicación del verdadero evangelio.

I. El mensaje del verdadero evangelio requiere del cristiano un comportamiento intachable vs. 11-13

"Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos".

Pedro tuvo una gran experiencia al predicar el evangelio en la casa de Cornelio. Allí había declarado: "De éste dan testimonio todos los profetas,  que todos los que en él creyeren,  recibirán perdón de pecados por su nombre", Hechos 10:43. Pedro bien sabía la verdad, cuando usó de la palabra allá en el gran Concilio de Jerusalén, Hechos 15. Entonces, después de predicar y enseñar la verdad a muchos, ahora, con su actitud incoherente en Antioquía estaba negando todo lo que había experimentado.

Pedro comía con los gentiles y disfrutaba de la comunión con ellos. Entonces, un día, mientras comía con los gentiles entraron algunos miembros de la comunidad de Jerusalén. Estos, de parte de Santiago, en opinión de Pedro, irían a contar lo que habían visto a los "judaizantes". Pedro inmediatamente se alejó de los gentiles. Los de la "circuncisión" eran el partido de la circuncisión, es decir, eran "judaizantes". Pedro, al retirarse de esa manera, de los creyentes gentiles, sólo estaba tratando de evitar la crítica de los judaizantes, pero en realidad, Pedro estaba actuando de tal manera que dio la impresión de que la posición doctrinal de los "judaizantes" era correcta. Sin embargo, tal conducta no concordaba con la verdad del Evangelio; por el contrario, era una contradicción con el verdadero Evangelio. Fue un acto cobarde y reprobable de parte de Pedro.

A través de esta actitud, los creyentes judíos, e incluso el propio Bernabé dieron a entender que la verdad era aquella que proclamaban los judaizantes. Por lo tanto, haciendo esto, Pedro y los otros creyentes judíos ocultaron sus verdaderas convicciones y se cubrían con máscaras de hipocresía; con sus acciones aprobaban las doctrinas de los legalistas-judaizantes. Esa vergonzosa actitud tuvo su reflejo sobre la verdad del Evangelio. Los hermanos de Antioquía, sin duda se confundieron con esa actitud y los Gálatas vacilaron en su fe. Dada su posición y ministerio entre los judíos, Pedro actuó incorrectamente y por lo tanto merece ser reprendido. Cuando no actuamos correctamente nos volvemos reprensibles y Dios espera un comportamiento coherente e impecable.

II. El mensaje del verdadero evangelio requiere del cristiano una lucha continua por la coherencia, vs. 14

"Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio,  dije a Pedro delante de todos:  Si tú,  siendo judío,  vives como los gentiles y no como judío,  ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?".

Pablo se quedó perplejo por la actitud de su colega Pedro, y allí reprendió a su colega, ya que no debió haber puesto de manifiesto tanta incoherencia en su comportamiento. Pablo llegó a decir que si hizo todo para ganar a todos, eso no quería decir que el apóstol había practicado todo lo que las religiones enseñan o practican, sino que el procedió así con el fin de evangelizar. Había de parte de Pablo una cierta tolerancia, una determinada estrategia con el fin de alcanzar a las personas para Cristo. Él quería presentar el evangelio de Cristo en los corazones de las personas. Pero no admitió el procedimiento de Pedro.

Pedro no estaba tratando de evangelizar a los judaizantes. Pedro tenía miedo de lo que ellos pudieran hablar de él, de la forma que estaba confraternizando con los gentiles. Pablo le dijo a Pedro que él no entendía su comportamiento. Pablo se dirigió a Pedro preguntando: Si tú, que eres judío de nacimiento, dejaste a un lado las leyes judías y vives como un gentil, ¿por qué ahora tratas de obligar a estos gentiles a seguir las tradiciones judías? Pablo no entendía este proceder de Pedro. Las experiencias que Pedro tuviera anteriormente, llevando el evangelio a Cornelio y defendiendo la libertad cristiana en el Concilio de Jerusalén no eran compatibles con su posición actual. Por eso Pablo luchó con insistencia para que hubiese coherencia en el procedimiento apostólico.

III. El mensaje del verdadero evangelio requiere del cristiano que su justificación este basada en la fe vs. 15-16

"Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado".

Motivados por la actitud de Pedro, en estos versículos Pablo continuó discutiendo sobre la cuestión de la justificación. La pregunta es: ¿Cómo el hombre es justificado delante de Dios? En el versículo 15, el apóstol Pablo usó una expresión bien judía, pues los judíos entendían que los gentiles eran pecadores desterrados de la presencia de Dios. Los gentiles no tenían derecho incluso entrar en el templo de los judíos. Había un patio separado, una zona aislada del templo para atender a los gentiles. Los judíos se hallaban muy bien, mientras que los otros pueblos que eran gentiles eran pecadores separados de Dios.

Este pensamiento mostró el prejuicio que estaba profundamente arraigado en el corazón y la naturaleza de los judíos. Por eso algunos judíos que se habían convertido entendían que todos los gentiles estaban definitivamente condenados por Dios, a menos que se convirtieran en judíos prosélitos. Ellos no aceptaban que el evangelio era tanto para judíos como para gentiles.

Pero Pablo resistió bien en esta materia. Incluso usando la terminología de esa manera, su posición era muy claro sobre el mensaje cristiano. La Iglesia existe para alcanzar a los pecadores, ya sean judíos o gentiles, porque todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, Romanos 3:23. Las mayores dificultades espirituales del cristiano, es cuando se considera tan especial que no puede ni siquiera hablar con los pecadores acerca de Cristo y de la verdad bíblica.

En el versículo 16, que es uno de los versículos claves de esta carta, Pablo repite tres veces que nadie es justificado por las obras de la ley, y tres veces él reafirma el requisito esencial de la fe en el Señor Jesucristo. Pablo, como judío no estaba menospreciando o despreciando la ley. Como dijo en Romanos 7:12, la ley de Dios es santa, justa y buena, pero dejó en claro a Pedro y para todos los que lo oyeron en aquel momento, que no es correcto usar la ley de forma indebida. Los judíos entendían que en el cumplimiento de los requisitos de la ley, cualquier persona sería aceptada ante Dios, pero Pablo rechazó totalmente esta idea. Para él y para el cristianismo, sólo podemos ser aceptos y justificados ante Dios por la fe en el Señor Jesucristo. Ahora bien, es importante definir exactamente lo que entendemos por ley. Estamos señalando y afirmando que cualquier tipo de ley, sistema religioso, creado o establecido por los hombres, no puede salvar al hombre, no puede justificar al hombre ante Dios.

Por supuesto, no queremos decir que la ley de Moisés, se deba comparar con la ley de los hombres, con las religiones de los hombres. No hay paralelo. La ley de Moisés es la ley divina. Creada por Dios. Moisés fue inspirado por Dios para crear el sistema mosaico, que tuvo su gran importancia en su tiempo, en su dispensación. Pero debemos tener bien claro en nuestras mentes que Dios no creó este sistema mosaico con el fin de salvar a los hombres. Por supuesto que no. Dios siempre salvó a los hombres, en todo momento, a través de la fe en la persona de Cristo. Ahora usted puede preguntarse: Pero ¿si Cristo vino hace sólo veinte siglos, cómo los hombres que vivieron antes de Cristo podían salvarse mediante la fe en él? El sistema de salvación siempre ha sido el mismo. Hoy somos salvos mirando hacia atrás, a Cristo en la cruz. Antes de eso, los hombres que vivieron antes de Jesús, desde Adán hasta los días de Juan el Bautista también fueron salvos por la fe en Cristo, pero mirando hacia adelante,  contemplando y creyendo en la promesa de la venida del Mesías. Así que Pablo dejó en claro que la verdad del evangelio nos obliga a basar nuestra justificación por la fe que depositamos en la persona de Jesucristo.

IV. El mensaje del verdadero evangelio requiere del cristiano la completa independencia de la ley, vs 17-19

"Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios".

En el versículo 17 Pablo está diciendo a los Gálatas que fueron influenciados por los legalistas, que no debían retirarse, dejando el evangelio para volver a la ley y sus preceptos. Pablo entendía que regresar al legalismo judío, era un retroceso peligroso, era regresar al pecado, a la incredulidad. En otras palabras, Pablo dijo que si alguien recibió a Jesús como su Salvador personal, y todavía cree estar en estado de perdición (sólo porque no cumple con la ley, como los judaizantes querían), entonces solo hay una alternativa: Jesús era un engañador y Él mismo era un esclavo de las palabras y de los actos pecaminosos. Pero, inmediatamente Pablo declara: ¡Por supuesto que no! ¡De ninguna manera! ¡Esta forma de pensar no es la correcta! Lo correcto es saber que el acto de recibir, por la fe, a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas, sea quien sea que lo acepte (judío o gentil), le proporciona al que cree la justificación más completa y total.

Y en el versículo 18 Pablo condena la actitud de los cristianos que estaban saliendo del evangelio de la gracia, para vivir de nuevo bajo la ley. Eso es transgredir lo más puro del evangelio de Cristo. Si el evangelio nos libera ¿cómo es que el creyente deja de vivir en la libertad del Espíritu, para vivir de nuevo en la esclavitud, el sometimiento al imperio de la ley? Si esto ocurre él se convierte en un transgresor del mensaje, de la verdad del evangelio que proclama la gracia y la libertad en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Y Pablo concluye su argumento mostrando que el verdadero cristiano se considera muerto a la ley. Es decir, ella no tiene ningún efecto sobre la existencia de quien ha muerto. Las palabras de este versículo son importantes: "Porque yo por la ley soy muerto para la ley,  a fin de vivir para Dios".

Aquí tenemos la clave del Evangelio. Pero, ¿cómo fue que morí para la ley? Fue a través de Cristo. Nosotros morimos en Cristo. Pablo estaba explicando que los verdaderos creyentes están muertos a la ley. Y eso debe ser bien comprendido por todos nosotros: la ley acusaba al hombre de ser un transgresor; pronunciaba contra él la pena, es decir, la muerte; pero además la ley ejecutaba al transgresor (el alma que pecare, esa morirá, conf. Ezequiel 18:20). Sin embargo, el golpe mortal merecido contra el hombre, contra cada uno de nosotros, no nos alcanzó. Este golpe mortal alcanzó a nuestro Sustituto, el Señor Jesucristo. A los ojos de Dios, el viejo Pablo estaba muerto, muerto a la ley por la muerte de Cristo (Romanos 7:4). A los ojos de Dios, el viejo hombre, la vieja mujer están muertos, porque todos los que creemos en el Sustituto, creemos que hemos muerto con Él en la cruz del Calvario. Esa es la gran bendición de la justificación. Sólo en Jesús podemos ser justificados porque Él murió en nuestro lugar para que vivamos para Dios. Nuestro grito de independencia de la ley fue dado por Jesucristo, nuestro Sustituto

V. El mensaje del verdadero evangelio requiere del cristiano valorizar  la gracia viviendo por la fe, vs. 19-21

"... a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo".

La última frase del versículo 19 con el versículo 20 son vitales para nuestra vida cristiana: Cuando Dios nos mira, nos ve crucificados con Cristo, pero también nos ve resucitados con Cristo. Sólo cuando morimos para nuestra vida podemos experimentar la vida de Cristo en nosotros para vivir para Dios. Es interesante notar que Pablo dice que hemos muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Así que desde luego entendemos que los que aún viven en la ley, están muertos para Dios. Y Pablo pasó a explicar: "y ya no vivo yo,  mas vive Cristo en mí;  y lo que ahora vivo en la carne,  lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Este versículo es muy querido. Él nos habla sobre el hecho de que no vivimos más de acuerdo a nuestro querer, no vivimos de acuerdo a nuestra propia voluntad, pues es Cristo quien vive en nosotros, y no más nuestro ego. La vida que vivimos en este mundo como creyentes, es la vida por la fe en el Hijo de Dios.

Cuando Jesús nos invita a ser discípulos, Él dice que debemos negarnos a nosotros mismos. Y exactamente eso es lo que Pablo expone en estas palabras. No estamos más sujetos a la vieja naturaleza en que vivíamos, sino que ahora vive en nosotros la nueva naturaleza; el Señor Jesús es quien vive en nosotros, por el Espíritu Santo. Y Pablo enfatiza mucho el hecho de que el mismo Cristo se ha entregado por nosotros en la cruz. Esto le da todo el derecho de vivir en nuestro lugar. Usted debe recordar el capítulo 1, versículo 4. Allí Pablo dijo: "el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo,  conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre". Ahora, Pablo dice que Jesucristo dio su vida por nosotros. Él no dice que fue forzado por sus enemigos. Pablo dice que Cristo mismo se entregó espontánea y voluntariamente por nosotros de acuerdo a la voluntad de nuestro Dios y Padre. De manera que Cristo tiene todo el derecho de hacernos vivir de acuerdo a Su voluntad. Nuestro vivir no es más de acuerdo con nuestra voluntad, sino de acuerdo a la voluntad de Él. Esta es la gran maravilla del evangelio.

Y en el versículo 21, Pablo dejó en claro que el creyente solo puede vivir sobre la base de la gracia, porque vivir por la ley, o sobre la base de las obras de la ley, sea la ley de Moisés, o la ley de nuestra religión, o de nuestras comunidades, significa anular la gracia de Cristo, la gracia de Dios; pues entonces Cristo habría muerto en vano. La ley o la gracia. ¿Qué es lo que vas a escoger? ¿Está usted bajo la ley, o bajo la gracia?

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Gálatas 2:1-10

En este texto seguimos considerando los aspectos biográficos que mencionó Pablo cuando escribió a los Gálatas, con el fin de devolverlos a una fe genuina y pura del verdadero evangelio que él les proclamó. Y como vimos en el estudio anterior, Pablo inmediatamente después de su conversión y su llamado ministerial fue a Arabia y allí tuvo momentos especiales con el Señor Jesús; sin duda, recibió por revelación el evangelio que ahora predicaba con toda confianza. Pero también vimos que después de este tiempo, Pablo visitó Jerusalén y tuvo contacto con Pedro y Santiago; dos de los principales apóstoles y líderes de la iglesia. Esta reunión fue importante porque demostró la comunión y la unidad que había en el liderazgo de la iglesia primitiva.

Se podría llegar a deducir que el evangelio recibido por el Apóstol Pablo en la región árabe, no era exactamente el mismo evangelio que los apóstoles recibieron personalmente de los labios de Jesús. Pero ¡Sí!, era el mismo evangelio, porque hay sólo un evangelio verdadero. Es el evangelio de Cristo, el poder de Dios que transforma la vida de cualquier ser humano que lo reciba. Vamos entonces a constatar en este capítulo 2 que había una armonía perfecta entre el evangelio que Pablo recibió por revelación de Cristo y el Evangelio que los apóstoles recibieron directamente de Jesús. Cuando ellos se reunieron en Jerusalén, Pablo y los apóstoles demostraron que el evangelio predicado por ellos era el mismo, y la iglesia en Jerusalén recibió con plena aprobación el evangelio proclamado por Pablo.

Después del primer viaje y antes de iniciar el segundo, en el que él fundaría otras comunidades cristianas en la región de Galacia, como vimos anteriormente, Pablo visitó Jerusalén con Bernabé y Tito para participar en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15, Gálatas 2:1); una importante reunión de la iglesia en la que se definió que el verdadero evangelio debe ser recibido solamente por fe, basado en la gracia de Dios. También vimos que Pablo no estaba allí para pedir autorización para el ministerio o para someter su contenido a los líderes de Jerusalén. Tanto el llamado como su predicación habían sido dadas directamente por el Señor Jesús. Su predicación era clara: Cristo nos libró para que seamos completamente libres (5:1). Pero Pablo, que siempre trató de obedecer a su Señor, fue a Jerusalén en obediencia a una revelación (2:2) y en esta ocasión, acompañado por Tito, que era gentil, quien fuese su discípulo y fiel ayudante, no fue obligado a circuncidarse. Si observamos el texto con objetividad, se podrá entender por qué Pablo relata estos eventos.

Pablo da detalles de su biografía, porque quería mostrar en todas las maneras posibles a los gálatas la insensatez de la actitud que ellos estaban tomando, dejándose engañar por falsos maestros que proponían un mensaje diferente al que él les había anunciado. Si bien para Dios, en Cristo, no hay mayor o menor, pues todos somos siervos del mismo Señor, Pablo incluso mencionó que se encontró con Santiago, Pedro y Juan, que eran líderes respetables y notables en la iglesia cristiana, y ellos le extendieron su mano derecha él y a Bernabé, mostrando que había unidad en la predicación; sólo que habría objetivos diferentes a alcanzar. Mientras ellos se ocuparían de la evangelización de los judíos, él, Pablo, se centraría más en su ministerio de evangelización a los gentiles.

Ciertamente, dirigido por el Señor, Pablo tomó estas actitudes, dio estos pasos para probar la unidad del mensaje del evangelio. Llevando consigo a Tito, un creyente gentil, Pablo ciertamente hizo que la iglesia de Jerusalén y sobre todo los líderes apostólicos tomaran una decisión. ¿Rechazarían a Tito o lo recibirían como a un hermano de la misma familia de la fe? Esa decisión mostraría y mostró que la hipocresía debería ser dejada de lado y que la fe genuina en el verdadero evangelio era el camino correcto a seguir. Así que, como resumen de este texto podemos tener como principio rector para nuestras vidas la frase siguiente: Cada cristiano debe desarrollar su ministerio de forma genuina a fin de proclamar la verdad del evangelio.

En este texto encontramos cinco aspectos de un genuino ministerio que proclama la verdad del evangelio:

I. Actúa en obediencia al Señor, vs. 1-2

Atienda bien a estos versos: "Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles".

El relato de Pablo es muy objetivo. Él dice que fue a Jerusalén acompañado de un joven trabajador, su discípulo, llamado Tito, que era griego, por lo que era gentil. El apóstol Pablo también fue acompañado por Bernabé. La gran pregunta llevada a discusión en aquel concilio, que fue el primer concilio de la iglesia cristiana, fue la siguiente: ¿Para que el hombre fuese salvo, era necesario o no cumplir la ley? O más bien, ¿El hombre es salvo por gracia o por la gracia más la obediencia a la ley? Pablo tenía consigo a este joven discípulo Tito, que no habían sido circuncidados de acuerdo a la ley. Tito estaba presente. ¿Se vería obligado a ser circuncidado? Era un tema muy importante. Y esta pregunta sería contestada aquí, en este concilio.

La iglesia recién formada de Cristo tuvo que definir su doctrina. El fundador de nuestra iglesia es Cristo. Y sobre la piedra que era él mismo, él edificaría su iglesia. Bueno, allí en ese concilio estaba Pablo. Allí estaban los otros apóstoles. ¿Cuál es la posición del verdadero cristiano ante la ley? Esta era la pregunta que el concilio de Jerusalén tendría que responder. Los judaizantes que aparecieron en Galacia predicaban que los creyentes debían vivir todavía bajo el régimen de la ley. Decían que los creyentes de Jerusalén seguían viviendo de acuerdo a la ley. Muchos iban al templo de Jerusalén para adorar. De hecho, el templo era aún un lugar donde se reunían muchos creyentes, y no había nada malo en ello. Pero esto no significaba que los primeros cristianos estuviesen cumpliendo con la ley de Moisés, puesto que ya eran cristianos y ya no estaban bajo la ley, sino bajo la gracia.

Entonces, llegaron Pablo, Bernabé y Tito a Jerusalén, a fin de decidir definitivamente la cuestión. Pero es bueno tener en cuenta que el apóstol Pablo fue a Jerusalén, no por cuenta propia, no por una decisión personal, sino que él estaba obedeciendo la revelación que recibió del cielo para encaminarse hacia Jerusalén con ese fin, para ese propósito. Pablo fue a Jerusalén con gran humildad. Quería resolver estas disputas que eran muy graves. Quería mantener la unidad de la vida de la iglesia y la predicación que ella proclamaba. Esto fue de gran interés para el apóstol. Si Pablo hubiese estado predicando un evangelio diferente al de los apóstoles, entonces algo no iba bien. Pablo estaba admitiendo que si no había consenso en la predicación su trabajo estaba siendo inútil, sin valor. Él no quería estar corriendo en vano. Respetando a los que eran líderes de la iglesia cristiana en Jerusalén, Pablo fue obediente a la revelación del Señor que él había recibido y por lo tanto quiso definir este tema tan importante, para que continuase en pie y fructífero en su ministerio. Espero que estas también sean sus preocupaciones en el ministerio que realiza en su comunidad: unidad de visión y eficiencia en la fructificación.

II. Mantiene la proclamación de la libertad, vs. 3-4

Observemos estos versículos: "Mas ni aun Tito,  que estaba conmigo,  con todo y ser griego,  fue obligado a circuncidarse; y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas,  que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús,  para reducirnos a esclavitud".

Usted debe recordar que algunos judíos fueron a la iglesia de Galacia, donde Pablo había predicado, y allá ellos presentaron las doctrinas del judaísmo. Ahora estaban aquí como instrumentos del mal, aprovechando la libertad que los cristianos disfrutan en Cristo para espiarlos, para ver cómo vivían en comunidad. Y aquí ellos vieron que Pablo no había obligado a Tito, su joven discípulo, a circuncidarse. Estos falsos hermanos, los judaizantes, a partir de ahí empezaron a predicar y proclamar la necesidad del cumplimiento de la ley mosaica a los gentiles para ser salvos. Bueno, Pablo y Tito estaban ahora juntos en Jerusalén con Bernabé, todos esperaban el resultado y el posicionamiento que el concilio tomaría con respecto a esta importante cuestión.

III. Anuncia el verdadero mensaje vs. 5

Ahora el versículo 5 dice: "a los cuales ni por un momento accedimos a someternos,  para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros".

Las palabras del versículo cinco son inconfundibles. Pablo declaró que por ninguna razón volvería a someterse al yugo y la esclavitud de la ley. Los judaizantes querían que Tito se circuncidara, de lo contrario no podía ser salvo y no podía asistir a las reuniones de la iglesia (Hechos 15:1-5). Pablo rechazó tal postura y dijo que no era necesario circuncidar a Tito. Tito era tan fiel como cualquier creyente presente allí. Era un verdadero cristiano. Era salvo por la fe, sin importar la ley o la circuncisión. Él no tenía que participar en ningún sistema legalista para ser salvo. Este mensaje es muy importante para nuestros días, porque todavía encontramos muchos por ahí que exigen de los cristianos el cumplimiento y obediencia a un conjunto de reglas y costumbres que fueron abolidas en Cristo.

IV. Reconoce que el Señor es el que establece sus ministros, vs. 6-8

"Pero de los que tenían reputación de ser algo  (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa;  Dios no hace acepción de personas),  a mí,  pues,  los de reputación nada nuevo me comunicaron. Antes por el contrario,  como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión,  como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión,  actuó también en mí para con los gentiles)".

Usted debe recordar que en el versículo 2 Pablo presentó ante el concilio el evangelio que predicaba. Y, en particular, lo presentó a los que parecían más influyentes. Y aquí, en el versículo 6, repitió, tal vez con un toque de humor sarcástico que lo presentó a los que parecían ser de mayor influencia; dijo esto porque él sabía que delante del Señor todos eran iguales. Pablo, Bernabé y Tito, dijeron a los apóstoles y a los otros cristianos de Jerusalén que estaban predicando el evangelio de la gracia. Y este era el mismo evangelio que había sido dado por Cristo a los apóstoles en el principio.

Ese concilio en Jerusalén fue un evento muy importante, y podemos darnos cuenta que había entre todos pleno acuerdo, plena armonía. Todos ellos predicaban el mismo evangelio. ¡Fue algo maravilloso! No hubo necesidad de cambiar nada, ni de dar prioridad de la predicación a los Judíos, ni que Pablo y su equipo diera prioridad a la predicación a los gentiles. Por el contrario, como vieron que el evangelio era el mismo sólo dividieron los énfasis ministeriales. Entre estos dos hombres de Dios había armonía, no había ningún malentendido. El evangelio a la circuncisión era de Pedro, y el evangelio de la incircuncisión era de Pablo. Esto fue lo que se decidió entre los dos. Por cierto, esto fue una determinación divina. Y el versículo 8 confirma esta decisión: "(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión,  actuó también en mí para con los gentiles)". Sin embargo, la mayor prueba de que estaban en lo correcto en su decisión fueron los resultados. Dios obró de manera efectiva tanto en un caso como en el otro. Cuando Pedro predicaba el evangelio, el pueblo se convertía. Cuando Pablo predicaba el evangelio, el pueblo se convertía. Cada uno en su área, en su campo. La verdadera prueba del trabajo es el resultado. Querido amigo, si no hay resultados en nuestro trabajo, no estamos siendo bendecidos.

La iglesia predica un mensaje con objetivos y propósitos  eternos. Naturalmente, el mensaje del evangelio tiene consecuencias maravillosas en nuestras vidas, y las vidas de las personas; pero ella debe tener efectos duraderos y eternos. Mi oración es que la predicación del evangelio vivo, lleno de poder y de gracia transformadora, pueda producir frutos eternos.

V. Reconocer la gracia y aceptar a otros a la comunión, vs 9-10

"y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer".

Estos versículos muestran el final de esa decisión. Esos siervos del Señor tomarían caminos diferentes en la obra que Dios había designado para cada uno. Pablo y Bernabé fueron llamados por Dios para desarrollar el trabajo de la evangelización entre los gentiles, mientras que Pedro y los demás se encargaron de llevar el mensaje a los judíos. Cuando todos reconocieron que estaban unidos en la proclamación del mismo mensaje y cuando definieron sus áreas, sus campos de actuación, hubo gran comunión entre todos ellos. Y en el versículo 10 agrega que se recomendó que la predicación del evangelio de la gracia no excluyera el mensaje de la responsabilidad que todos tenemos para con nuestros hermanos y para con los necesitados.

En la segunda carta de Pablo a los Corintios tenemos una referencia a la ofrenda que el apóstol Pablo estaba levantando en varias iglesias para los creyentes de la iglesia de Jerusalén, que fueron víctimas de una severa persecución y de la sequía que afectó a Palestina. Pablo, cuando todavía no era cristiano participó de esa persecución. Y tal vez esa era una razón por la cual él se sentía en el deber de levantar ofrendas de todo el mundo para los hermanos pobres. Este era un servicio social. Si hay un área de la iglesia donde nos sentimos culpables, esta zona se llama la acción social. Santiago fue muy práctico en ese sentido. Santiago dijo: "Y si un hermano o una hermana están desnudos,  y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz,  calentaos y saciaos,  pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?" (Santiago 2:15-16).

Tenemos que hacer mucho más por los necesitados. Estamos haciendo algo, pero tenemos que hacer más, podemos hacer mucho más. Hay pocas personas hoy en día que creen que hacer esto es un deber cristiano, y un deber bíblico. Pablo dijo aquí en este texto que esta debe ser nuestra práctica. En el versículo 10 leemos: "Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres;  lo cual también procuré con diligencia hacer". Es cierto que el mensaje del evangelio enfatiza y resalta la gracia divina, pero no hay duda que tenemos que predicar todo el Evangelio a todo  el hombre. Y eso significa que el mensaje de la gracia en todas sus dimensiones, debe llegar a todas las partes del ser humano. Nunca piense que el creyente no puede tener obligaciones sociales que cumplir. Somos amonestados por la palabra de Dios a una vida de buenas obras, de cooperación, de acción, de amor. Sólo recuerde aquí la parábola del Buen Samaritano, en la que Jesús condena la indiferencia de los religiosos que pasaron por el moribundo, dejándolo al borde del camino, sin darle ninguna ayuda. Por otro lado, Jesús alabó y elogió la acción de un samaritano que pasando después del sacerdote y del levita por el mismo camino y en el mismo lugar, dio asistencia completa al pobre moribundo. Cuando terminó de contar la parábola, Jesús nos mandó a hacer lo mismo que hizo aquel bondadoso samaritano. Jesús fue enfático usando estas palabras: "Ve y haz tú lo mismo".

Conclusión

¿Estamos dispuestos a vivir y proclamar el Evangelio? Recuerde que cada cristiano debe desarrollar su ministerio de forma genuina a fin de proclamar la verdad del evangelio.

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Gálatas 1:10-24

Gracias a Dios que me permite agregar otro estudio de la serie "Carta a los Gálatas". Estos artículos tienen como único objetivo profundizar en la Palabra de Dios. Pienso que existe la necesidad cada vez más urgente de volver a la sencillez y profundidad de las enseñanzas bíblicas. En días como estos que a través de los periódicos, radio, televisión e incluso desde los púlpitos de las iglesias son proclamadas las más diversas y absurdas interpretaciones de la Palabra de Dios, debemos sentirnos llamados por Dios a exponer los genuinos principios eternos que nos hagan vivir conforme a la voluntad de Dios. Apreciaría mucho su buena voluntad de orar por estos estudios, pidiendo la bendición de Dios, para que a través de estos, otros puedan alcanzar el conocimiento de las Escrituras y sus vidas puedan ser cambiadas para la gloria de Dios.

Hoy tenemos el propósito de estudiar la parte final del primer capítulo de la carta de Pablo a los Gálatas. Vamos a estudiar Gálatas 1:10 al 24.

Después de saludar a las iglesias de Galacia (1:1-5) mostrando las características del verdadero evangelio y luego, su sorpresa ante el cambio tan rápido de los Gálatas (1:6-9) que abandonaron la fe verdadera para creer en un mensaje que en lugar de ser liberador trajo más obligaciones, más presiones sobre sus vidas, encontramos en este texto al apóstol Pablo testificando acerca de su comportamiento como ministro del verdadero evangelio. Refutando las acusaciones que contra él habían sido hechas; Pablo expone con gran claridad lo que lo caracterizaba como un ministro del evangelio de Dios.

Es importante entender que las informaciones biográficas sobre el apóstol Pablo, registradas aquí en esta carta no tenían el propósito de narrar los hechos y acontecimientos que demostraban su propia importancia dentro de la comunidad cristiana primitiva. Lejos de ello, Pablo estaba interesado en explicar su posición en relación con la ley y el evangelio.

Pablo quería mostrar a los cristianos de Galacia que su mensaje no era solo una actitud fingida que había adoptado debido a su deseo de formar parte importante de la iglesia cristiana. Pablo declaró que había sido llamado por Dios. Su llamado ministerial se había originado por la intervención divina. Algunos críticos acusaban a Pablo de enseñar un evangelio fácil, un evangelio agradable a los hombres para de esa manera  aumentar su popularidad. Estos críticos creían que la fe sin la práctica de la ley judía era un evangelio diluido y fácil de aceptar. Pero Pablo respondió diciendo que nadie gana a amigos advirtiéndoles acerca de la condenación eterna, y eso es lo que él hacían al advertirles aceptar una falsa y no una verdadera doctrina evangélica. Pablo no estaba interesado en ganar ningún concurso de popularidad, pero si estaba interesado por la pureza del mensaje, para que la fe de los Gálatas no estuviera fundada en la ley y las tradiciones de los hombres judíos.

La lucha que él desarrollaba en favor de la sana doctrina no era prejuiciada. Es importante tener en cuenta que su anatema, su maldición era en contra de aquellos que pervertían el mensaje del evangelio genuino. Y es tan cierto que él mismo se colocó estar bajo esa maldición, así como los ángeles del cielo, si llegaran a proclamar otro mensaje; si llegaran a alejarse de la verdad revelada, como vimos en el versículo 8. Pablo estaba totalmente convencido de la verdad absoluta del evangelio de Cristo. Él sabía que sólo a través de la fe en la persona del Señor Jesucristo es que alguien puede alcanzar la justificación. Por lo tanto, Pablo estaba dispuesto a defender la verdad del Evangelio en cualquier situación, fuese cual fuese el precio a pagar. Al exponer parte de su biografía Pablo estaba revelando algo de sí mismo.

Por eso considero que la siguiente frase se puede extraer del texto, como un principio desafiador para nosotros: El proclamador del verdadero evangelio debe caracterizarse de manera distinta en el desarrollo de su ministerio.

En este texto encontramos cinco características del proclamador del verdadero evangelio:

I. Tiene una relación directa con su Señor, vs. 10-12

Pues,  ¿busco ahora el favor de los hombres,  o el de Dios?  ¿O trato de agradar a los hombres?  Pues si todavía agradara a los hombres,  no sería siervo de Cristo. Mas os hago saber,  hermanos,  que el evangelio anunciado por mí,  no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno,  sino por revelación de Jesucristo.

Es interesante ver cómo Pablo coloca las dos preguntas del versículo 10. Primera pregunta " Pues, ¿Busco ahora el favor de los hombres,  o el de Dios?" Seguramente su respuesta es que él buscaba el favor de Dios, porque Dios lo había llamado. Segunda pregunta: "¿O trato de agradar a los hombres?" Seguramente su respuesta es que no buscaba agradar a los hombres. El anuncio básico de Pablo para todas las comunidades fundadas por él siempre fue la persona de Cristo y su obra vicaria realizada en favor nuestro. Y en la carta a los Gálatas, esa idea fue reforzada desde el principio. La proclamación de Pablo fue específica: al momento que Jesús dio su vida por nosotros, Él nos sacó de debajo de la esclavitud del pecado. La muerte, la resurrección y la glorificación de Jesús constituyen el punto de partida de nuestra liberación de todo lo que nos esclaviza y disminuye nuestra vida llena de libertad, por la gracia de Dios.

Los Gálatas conocían el carácter cristiano de Pablo, un carácter aprobado a través de las amargas experiencias ya vividas en favor del Evangelio, por lo tanto la acusación de los judaizantes no tenía ninguna base sólida. Los gálatas sabían que él no ministraba para agradar a los hombres, sino que era un esclavo de Cristo fiel y valiente. Estas fueron las credenciales de su apostolado. Según el versículo 10 Pablo era consciente de que si Dios nos llama, lo correcto es obedecerle y no dar ningún valor a la popularidad humana. En lugar de buscar el honor para sí mismo, él prefería honrar a Jesucristo su Señor. Es mejor ser fiel a Dios de ser popular entre los hombres.

En los versículos 11-12 Pablo declara que ni concibió, ni desarrolló su mensaje. Él lo recibió directamente de Dios. Este mensaje no llegó a él a través de la educación o del aprendizaje; el mensaje que él proclamaba llegó por revelación, es decir, vino directamente de Dios.

Cuando sentimos el llamado de Dios a predicar, normalmente buscamos la comunión con otros creyentes, recibiendo instrucciones bíblicas de los pastores, evangelistas y maestros de la Biblia. Generalmente ingresamos en una escuela bíblica, y nos sentamos delante de hombres que Dios ha llamado y equipado para este servicio, de manera que podamos aprender acerca de Dios y sus caminos. Estudiamos cuidadosamente nuestras Biblias, y nos preparamos a ejercer el ministerio para el cual Dios nos llamó. Así ha sucedido con cada generación y, sobre todo, creo que así debemos proceder. Pero con Pablo fue diferente. Era una época diferente, era el comienzo del evangelio y Dios procedió con Pablo de una manera específica. Pablo recibió esta revelación durante los tres años que pasó en las regiones de Arabia preparándose para su ministerio. Pablo en soledad, sin interferencia humana fue preparado por el Señor mismo. Su mensaje no fue aprendido de ningún hombre, sino que fue la revelación directa del Señor Jesucristo.

II.  Tiene su pasado completamente perdonado por el Señor vs. 13-14

Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo,  que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios,  y la asolaba; y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación,  siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.

Pablo aquí, recordó su actitud, su conducta para con la iglesia cuando él estaba en el judaísmo. Fue el gran perseguidor del cristianismo. Fue un devastador de la iglesia. Pero ahora había cambiado, ahora en lugar de perseguir se convirtió en perseguido. Ahora era un defensor del cristianismo, lo que demuestra el poder del mensaje de la gracia y de la fe que él mismo predicaba. Por desgracia, en los días de Jesús y de Pablo un gran número de religiosos habían sustituido la Ley de Dios dada a Moisés por las tradiciones de los ancianos, como dijo el Señor Jesús en Mateo 15:2-3. La religión de los judíos de esos días era una religión hipócrita, y era a esa religión que Pablo servía. Trataba de ser celoso persiguiendo a la iglesia de Cristo.

El versículo 14 es una declaración importante. Pablo era un judío celoso de la religión, que se había convertido en una serie de preceptos que no provenían de Dios, sino que provenían de los propios hombres. Sin embargo, todo cambió para él y se convirtió en un creyente celoso, lleno de fervor y amor por su Señor y su pueblo. Un hombre celoso de las tradiciones de sus padres, o la religión de sus padres, se convirtió en un celoso del evangelio de Cristo. ¿Por qué habría de ser diferente? Debería haber mucho más amor por la causa de Cristo que por la fe que profesábamos antes. Cristo quiere que los cristianos estén comprometidos con él, y el Evangelio; dispuestos a dar sus propias vidas por Él. Recuerde las palabras de Jesús: "Si alguno quiere venir en pos de mí,  niéguese a sí mismo,  y tome su cruz,  y sígame", Mateo 16:24 ¿Usted que está leyendo, ya asumió ese compromiso con Jesús?

III. Tiene la convicción específica de su tarea ministerial, vs.  15-17

Pero cuando agradó a Dios,  que me apartó desde el vientre de mi madre,  y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí,  para que yo le predicase entre los gentiles,  no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo;  sino que fui a Arabia,  y volví de nuevo a Damasco.

Es correcto constatar la soberanía de Dios en las tres verdades que Pablo destaca: Dios fue soberano en el acontecimiento de su nacimiento físico, Dios fue soberano en su conversión y Dios fue soberano en su llamamiento ministerial. Pablo fue apartado por Dios para su ministerio desde el vientre. Antes de nacer ya había sido llamado por la gracia divina para el ministerio. Fue el propio Pablo, que dijo en Efesios 1:4 que Dios nos escogió, nos predestinó antes de la fundación del mundo. Pero él enfatizó que había sido llamado por la gracia de Dios. Querido amigo, es la gracia de Dios que llama al hombre a trabajar al ministerio cristiano. Antes de que Pablo revelara su celo en la práctica del judaísmo, antes que revelara cualquier virtud, cualquier obra, él ya había sido apartado por Dios, llamado por Dios, por la gracia divina para el gran servicio del apostolado cristiano.

Nada de lo que acontece en la vida del cristiano, sucede por casualidad. Dios está en total control de todos nuestros días. Entonces vemos que el apóstol fue llamado para revelar a Cristo, para revelar al Hijo de Dios entre los gentiles. Fue llamado y apartado por Dios para un ministerio y apostolado específico en la obra del Señor entre los gentiles. Los gentiles, como ustedes saben, son los que no pertenecen a la nación de Israel. Y tan pronto como Pablo escuchó el llamado del Señor no vaciló un instante, partió inmediatamente al campo, al trabajo. Vea que él testificó que con rapidez, es decir, sin ningún obstáculo delante de él, él no consultó con carne ni sangre. En efecto, después de escuchar el llamado, se fue a Arabia, sólo para prepararse para el gran apostolado cristiano. Él no buscó a los otros apóstoles. No buscó a ninguno de los doce. No fue a Jerusalén, la capital religiosa, la sede de la iglesia cristiana de la época. No buscó a los apóstoles como Pedro, Juan, Santiago, para consultar o preguntar lo que debía hacer. ¡No! él fue al desierto, fue a buscar la comunión con Dios. De inmediato se dedicó a escuchar las órdenes del maestro, a recibir su curso de teología con el mismo Cristo. Jesús fue su profesor, fue su maestro, quien le concedió la revelación, quien le concedió el mensaje al mundo de los gentiles, pues ese era su ministerio específico (Hechos 9:15-16).

Después de ese tiempo en Arabia, regresó a Damasco. Y fue allí en Damasco que Pablo "comenzó su carrera" de sufrimientos y persecución después de su conversión. Las propias autoridades de Damasco lo estaban buscando para matarlo. Él se escapó de la furia de los enemigos, bajando el muro de la ciudad en una canasta (Hechos 9:23-25). Así que después de tres años en el desierto de Arabia, regresó a Damasco; volvió con el mensaje del evangelio, el poder salvador de Dios para la transformación de quienes lo reciban. A su regreso a Damasco, él no iba a perseguir a los cristianos, sino que regresaba a predicar a Cristo. Pasó de perseguidor a perseguido, por causa del nombre de Jesús. Y Pablo se sentía honrado de sufrir por la causa de Cristo. ¿Será que usted tiene ese mismo compromiso con Cristo? Evalúese.

IV. Tiene una actitud de humildad para con los hermanos, vs. 18-20

Después,  pasados tres años,  subí a Jerusalén para ver a Pedro,  y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles,  sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que os escribo,  he aquí delante de Dios que no miento.

Es interesante observar que sólo después de haber pasado tres años en Arabia recibiendo directamente de Jesús el contenido de su fe y de su predicación, es que él buscó al apóstol Pedro, con quien pasó 15 días. Debe haber sido un período muy bueno, un encuentro muy agradable. Ciertamente tenían muchas experiencias para compartir. Es interesante notar que Pablo es quien fue a encontrarse con Pedro en Jerusalén, mostrando humildad y respeto con aquellos que habían estado físicamente con el Señor. Ciertamente, en esa reunión, que también involucró a la persona de Santiago, no el hermano de Juan, sino el medio hermano de Jesús, las conversaciones entre esos tres cristianos deben haber sido muy especiales. Seguramente hablaron sobre la infancia de Jesús, hablaron sobre el ministerio y los muchos milagros realizados por Jesús, pero sin duda hablaron del gran amor que lo llevó a entregarse por nosotros en la cruz del Calvario.

Estos versículos, dejan claro que él no dependió de los apóstoles para obtener el contenido de su mensaje; Pablo también quiso demostrar en ese relato biográfico que había la plena comunión entre él y Pedro y Santiago, quienes tenían ministerios específicos y bien definidos: Pedro y Santiago ministrarían dando prioridad a los Judíos y Pablo ministraría con énfasis a los gentiles. Y en relación con el versículo 20 Pablo lo confirma: "En esto que os escribo,  he aquí delante de Dios que no miento". Es importante darse cuenta que Pablo estaba testificando a algunos hermanos que se estaban desviando de la verdad, y tal vez se estaban inclinando a no creer en sus afirmaciones, en su testimonio, por lo que les dijo: "He aquí, delante de Dios, no miento". Así debe ser la vida de aquel que proclama el Evangelio verdadero. Un cristiano humilde y sincero.

V. Tiene un testimonio que glorifica a su Señor, vs. 21-24

Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, y no era conocido de vista a las iglesias de Judea,  que eran en Cristo; solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía,  ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí.

Aquí en estos versículos tenemos el testimonio viviente del poder del evangelio de Cristo. El perseguidor se convirtió en un testimonio vivo del poder de Dios. Ese es el evangelio de Cristo, que ha transformado muchos corazones. El Evangelio ha transformado a estas personas en criaturas maravillosas. Fue él mismo apóstol Pablo que dijo: "si alguno está en Cristo, nueva criatura es". Y él, personalmente, tenía esa maravillosa experiencia.

Aquí vemos al acosador siendo transformado en un testimonio vivo del poder de Dios. Pablo antes, trató de destruir la fe de los cristianos. Pero ahora él abrazaba la fe y predicaba la fe en el Hijo de Dios para salvación.

Conclusión

Damos gracias a Dios que muchos corazones completamente corrompidos y pervertidos por el pecado han sido transformados por el poder del evangelio para la gloria del Señor. A pesar de que ahora eres un enemigo de Cristo, puedes ser alcanzado por este mensaje que puede transformar radicalmente tu corazón. Este es el poder que tiene el evangelio de Cristo, el de transformar al hombre, el de transformar su naturaleza. El evangelio armoniza al hombre con Dios. Dios realmente vino a través de Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo. Y por eso Él  debe ser glorificado, debe ser ensalzado. Por Sus obras en nuestras vidas Dios debe ser exaltado. Las personas viendo la transformación ocurrida en nuestras vidas deben glorificar a Dios por su obra en nosotros. Ahora te pregunto: ¿Es así como las personas actúan cuando observan tu vida?

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Principios que reglamentarán la interpretación de la profecía

A través de estos artículos me propongo llevar ante los lectores los resultados del estudio de la profecía de las setenta semanas en Daniel 9.

Escritos, estudios  y discursos sobre profecía siempre excitan el interés, porque apelan al elemento de la curiosidad, que es relevante en la naturaleza humana. Pero estos escritos, estudios y discursos serán de beneficio a los oyentes sólo en la medida que interpreten correctamente la Palabra de Dios. En el caso de las profecías que están aún  por cumplirse la tarea de interpretación resulta un tanto difícil; sin embargo existen, por otra parte, escritores y expositores de temas proféticos que están bajo la constante tentación de caer en conjeturas y especulaciones,  incluso en vuelos de imaginación. Mucho se ha desarrollado como  interpretación de la profecía, lo cual no ha sido completamente demostrado, pero tampoco ha podido ser refutado, excepto por el acontecimiento en sí, como en los casos donde se han fijado fechas para la venida de Cristo.

Otro hecho que nos ha sido inducido en este sentido es que no ha habido avances en la interpretación de la profecía no cumplida durante muchos años. En conferencias, libros y revistas sobre temas proféticos, las mismas cosas se repiten hoy en día con poca variación de lo dicho hace algunas décadas. Parecería que por alguna razón, el Señor, no ha estado en los últimos tiempos arrojando luz fresca sobre esta parte de su preciosa Palabra. Una reflexión objetiva acerca esta cuestión es que por un lado, los escritores y expositores sobre profecías han llegado al final del recorrido, y por el otro lado, el pueblo de Dios acepta las meras conjeturas, teorías no comprobadas, o en el mejor de los casos las solas probabilidades, como interpretaciones de las Escrituras proféticas. Es necesario que haya una renuncia de nuestras ideas especulativas, y dar media vuelta en algunos de nuestros pasos (que se han ido distanciando de la verdad), antes que pueda haber algún avance real en cuanto a la comprensión de esta parte de la Palabra de Dios.

Teniendo esto en mente, me propongo entrar en la presente serie de artículos, que se guiarán por ciertos principios que, creo, deben controlar en todo momento a aquel que ejerce la exposición de la Palabra de Dios a sus hermanos en la fe.

El primero de estos principios controladores es, no aceptar, ni prestar atención como interpretación comprobada, cualquier cosa basada en conjeturas o mera probabilidad; sino sólo lo que es compatible, ya sea por prueba directa de la Escritura, o por deducción razonable de la misma. Es mucho mejor no tener ninguna explicación de un pasaje difícil, que aceptar una que puede llegar a ser incorrecta. No es fácil renunciar a una idea una vez que nos hemos comprometido con la misma.

De hecho, lo que sobresale en el camino de la aceptación sobre una nueva luz y verdad de las Escrituras es la fuerte evasiva de la mente humana, a rendirse o incluso a examinar los fundamentos, opiniones que posiblemente fueron aceptadas inicialmente en la sola autoridad humana, y sin ningún tipo de consulta en cuanto al apoyo que se puede encontrar en la Palabra de Dios.

Otro principio regulador es que las explicaciones argumentadas en que se basa cualquier interpretación deben ser tomadas de la misma Palabra de Dios. Es esencial para la interpretación de cualquier y cada pasaje de la Escritura, que sea cual sea la información que suministremos, esta se encuentre apoyada en algún lugar de la misma Biblia. De no ser así, la Sagrada Escritura no sería capaz de hacer que el “hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, 2 Timoteo 3:17. Debemos, por supuesto, apelar a la historia con el fin de demostrar el cumplimiento de la profecía; esto no puede ser demostrado de otra forma. Sin embargo, la interpretación de la Escritura es un asunto aparte.

Por otra parte, donde quiera que ofrezcamos una declaración u opinión al lector u oyente para su aceptación, nos sentiremos obligados a dar junto con esta, las pruebas por la cual la consideramos como fundamentada. Esto debe ser una exigencia de cada escritor. Pero, tristemente, en la actualidad hay en circulación muchos libros y expositores que tratan de temas bíblicos, cuyos autores se consideran a sí mismos ser esta alta "autoridad" y habitualmente hacen afirmaciones del tipo más radical, sin citar en su apoyo ninguna prueba Bíblica. Por tanto, seriamente advierto a los lectores que tengan cuidado de todo tipo. No está de acuerdo con la mente de Dios que su pueblo se fije en cualquier "autoridad" humana. Su propia Palabra es la única autoridad.

Estos artículos están planeados para el beneficio del  "creyente común". Es por esa razón que aquello que, por la gracia de Dios se ha dispuesto, es hacer que cada declaración y conclusión sea muy sencilla, y apoyada por las evidencias claras de las Escrituras; que el lector u oyente ordinario sea capaz, tanto de ver por sí mismo el significado del pasaje, como de comprender perfectamente la evidencia de las escrituras por la cual se determina el significado. Así que va a ser totalmente independiente de toda "autoridad" humana.

Este punto es muy importante porque, como están las cosas, sería difícil o imposible encontrar a alguno cuyo punto de vista de la profecía de las setenta semanas, no se encuentre fundamentado en cuanto a una o más características esenciales, sobre la mera autoridad humana. En el caso de este estudio, me propuse (en lo que se refiere a la cronología del período profético) no tener mayor fundamento que no fuesen las opiniones de ciertos escritores sobre temas Bíblicos; aunque entiendo que habrán otros igualmente capacitados que tengan un punto de vista totalmente diferente. Pero tengo la plena certidumbre de que tengo una base firme bajo mis pies; porque cada conclusión descansa sobre la roca inquebrantable del propio testimonio de la palabra de Dios. Y así es como debería ser.

Es mi mayor deseo inculcar a los lectores que las pruebas proporcionadas por las Escrituras para la comprensión de esta gran y maravillosa profecía no son difíciles de entender o aplicar. Por el contrario, son muy simples. Tomando un tiempo para la reflexión se dará cuenta que no podría ser de otra manera. Porque las Escrituras fueron escritas, no para eruditos, sabios o seres especiales, sino para la mente simple, 1 Corintios 1:26-29. Nuestro Señor Jesucristo dijo, hablando de esta misma profecía: "El que lee, entienda", Mateo 24:15; y no nos deberá sorprender encontrar, que todos los materiales necesarios para la comprensión de la materia están contenidas en la misma Biblia.

Una Profecía de importante interés

La porción de la Escritura que estamos a punto de estudiar es una de las más maravillosas y sustancialmente importante en la Palabra de Dios. Lo que es de gran interés en ella, es la medida de tiempo divinamente revelada, que empieza con el regreso de los israelitas separadamente de los eventos históricos de Babilonia, segundo en importancia después de la salida de Egipto - hasta el evento culminante de toda profecía y toda la historia, incluso "hasta el Mesías", y su humanidad cuando sería "cortado y no tendrá nada".

La propia naturaleza de las cosas reveladas aquí, es una confirmación de que, en las mismas Escrituras se encuentra todo lo necesario para una correcta y clara comprensión de las mismas; y, además, que todo el asunto se encuentra dentro de la comprensión de los creyentes ordinarios. Todo lo que pido a los lectores es su mayor atención, en una actitud de  oración, a los pasajes de las Escrituras a los que haré referencia. Con la única finalidad de que confiadamente puedan ser capaces de entender cada tema desarrollado, y ver por sí mismos si se encuentra apoyado o no, en la Palabra de Dios.

Por último queremos decir que las conclusiones presentadas aquí, no incluyen nada que no haya sido señalado por conocidos expositores de la Biblia de otros días. Si alguno de los lectores se encontrara en desacuerdo con respecto a cualquiera de los asuntos establecidos en la serie de artículos de este tema, pedimos de ellos una paciente observación y análisis de las pruebas abordadas, junto con la medida de tolerancia bondadosa que se espera en tales casos, entre los que están, con igual sinceridad, buscando conocer la mente de Dios.

"El profeta Daniel" (Mateo 24:15)

El libro de Daniel difiere en marcados detalles de todos los demás. El elemento extraordinario abunda en él; y debido a esto ha sido en los últimos años un objeto de ataques venenosos por los enemigos de la verdad. Por otra parte, las declaraciones encontradas en él no son, al igual que otras profecías, de la naturaleza de exhortaciones y advertencias a las personas de ese tiempo; porque Daniel no era (como los otros profetas), el mensajero de Dios a las personas de la misma época de Daniel. Son de naturaleza de revelaciones divinas, dadas a Daniel, ya sea en forma de visiones, o de mensajes directamente enviados del cielo. De manera que, el libro es visto no para el pueblo del propio tiempo de Daniel, sino para aquellos de un período o períodos posteriores. En ese libro podemos observar una diferencia muy marcada entre las profecías dadas a Daniel, y a otros profetas.

Por otra parte, el libro de Daniel tiene que ver de una manera muy especial con Cristo; y por esta característica designaré  especial atención. Cristo mismo es claramente observado en este libro, una vez en la tierra en medio del horno de fuego ardiendo, entregado a los hombres que esperaban en su Dios (3:25); y una vez en el cielo, recibiendo un reino eterno (7:13-14). También está el hecho de que a Daniel se le dio la medida exacta del tiempo de un evento claramente marcado en su propio día - un evento para el cual fervientemente había orado - la venida de Cristo, y ser "cortado". Por otra parte, en ese mismo contexto, Dios reveló a Daniel las cosas maravillosas que iban a ser logradas a través de la crucifixión de Cristo, así como los juicios abrumadores, muy superiores a cualquier cosa de la naturaleza, las cuales fueron a caer sobre la ciudad, el santuario y el pueblo, como consecuencia del rechazo y crucifixión de Cristo.

Por otra parte, este libro contiene, no sólo predicciones que habían de ser cumplidas en la primera venida de Cristo, sino también predicciones relacionadas con el final de la época actual. Porque tenemos en la visión de la gran imagen de oro, plata, bronce, hierro y barro, registrada en el capítulo 2, un esquema del curso de la historia humana desde el propio tiempo de Daniel hasta la segunda venida de Cristo en poder y gloria; y la amplitud de la profecía es tal que abarca los principales cambios políticos de todo el mundo.

Debido al carácter único e importante este libro, ha sido atacado con fuerza, se ha hecho todo lo posible por levantar dudas sobre su autenticidad y se han hecho grandes esfuerzos por convencer a las personas en general que no fue escrito por Daniel, o en su día. Esos intentos han fracasado notablemente; pero los esfuerzos de nuestro adversario, Satanás, por desacreditar este libro todavía no se han mostrado en las burdas interpretaciones, errores de cálculo y perspectivas fantasiosas que se han derramado en nuestros días.

Una manifestación de los esfuerzos que se realizan para nublar la profecía de Daniel se encuentra en las palabras de Cristo cuando, al referirse directamente a esa profecía, dijo: "el que lee entienda", Mateo 24:15. Pero esas palabras también pueden ser tomadas como un estímulo para buscar una comprensión correcta de esa maravillosa serie de profecías.

El principal interés de este estudio se centra en la profecía dada a Daniel en el primer año del imperio medo persa, y que se encuentra en el noveno capítulo; y es a esta profecía que deseo dirigir la reflexión. En general, se conoce como la profecía de las setenta semanas (Daniel 9:24-27).

Primeramente, el entorno de esta profecía debe ser observado  cuidadosamente. Daniel había aprendido, a través de Jeremías 25:11; 29:10, que el período que Dios había establecido para las "desolaciones de Jerusalén" era exactamente de setenta años (Daniel 9:1). Ese período estaba entonces a punto de expirar. Luego de dos años, por decreto emitido por Ciro mediante el cual terminaba el cautiverio, se le permitió a los Judíos (e incluso se les exhortó) a volver a su tierra y a la ciudad de Jerusalén, Esdras 1:1-4. Que este fue el cumplimiento de la profecía de Jeremías se conoce con certeza, ya que se registra en Esdras 1:1, porque “despertó Jehová el espíritu de Ciro” para emitir ese decreto, con el propósito expreso que "se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías". Este es un pasaje incomparablemente maravilloso e impresionante.

El efecto sobre Daniel de recibir esta revelación fue enviarlo de rodillas en confesión y oración. Su oración debe examinarse cuidadosamente. Se verá que tiene que ver totalmente con la ciudad, el santuario y el pueblo de Dios, con especial referencia a las "desolaciones" de la ciudad. Se verá también que estos mismos temas son los que ocupan la profecía que el ángel Gabriel trajo a Daniel en respuesta a su oración. Hacemos un llamado de especial atención a esto, y también a los siguientes puntos de interés:
  1. La respuesta de Dios a la oración de Daniel estaba en la forma de una revelación traída a él por el ángel Gabriel, quien afirmó, como primer elemento de la información, que los setenta años de cautiverio debían ser seguidos por un período de setenta semanas (de años). La palabra dada aquí por "semanas" es literalmente "sietes"; por lo que no hay duda de que el periodo especificado en esta profecía es de setenta semanas de años, es decir, 490 años.
  2. El decreto que debía poner fin a la cautividad mediante la liberación de los Judíos, concediéndoles la libertad de regresar a su tierra y reconstruir la ciudad y el santuario, debía ser el punto de partida del período "determinado" de setenta sietes de años. Esto puede ser observado claramente en la profecía misma en relación con Esdras 1:1-4 y otras Escrituras en lo sucesivo; y es importante - de hecho necesario con el fin de evitar ser engañados - que nos aferremos a este hecho y mantenerlo presente. Así se confirma que la época del anuncio del decreto de Ciro en el primer año de su reinado (como único rey), en virtud de la cual la ciudad y el templo fueron reconstruidos bajo Zorobabel y Josué, era a la vez la terminación de los 70 años de cautiverio y también el punto de partida para el período profético de 70 sietes, que habían sido "determinados", o planificados en los consejos del cielo, sobre el pueblo y la ciudad santa. Cuando el período de una era termina, los otros (a sólo siete veces más tiempo) estaban por comenzar. Una vez más pedimos que se tome nota cuidadosamente este punto. Plena prueba de su corrección se da en el artículo siguiente.
  3. Daniel, en su oración, había confesado los pecados de su pueblo, pecados por los cuales Dios había traído sobre ellos las "desolaciones" de su ciudad y el santuario. Pero, a su intenso dolor, sin duda, el ángel Gabriel le reveló que un pecado mucho más terrible, la culminación misma de los pecados de la gente, aun, iba a ser cometido por ellos. Esto iba a ocurrir dentro del período "determinado" por la profecía; y por otra parte, como consecuencia de ello, un juicio mucho más severo caería sobre ellos, incluso la destrucción total de la ciudad, del santuario, el barrido de la nación como "una inundación", y las "desolaciones" de larga duración de tiempo. No es extraño hallar a Daniel afligido y desfallecido  el tercer año de Ciro, todavía de luto y ayuno de tres semanas, lamentando que sus fuerzas se cambiaron en desfallecimiento y sin ningún vigor, Daniel 10:2-3, 8. Daniel había dicho en su oración: "Todo Israel ha transgredido tu ley apartándose", Daniel 9:11. Una respuesta evidente para esto se ve en las palabras de Gabriel, "setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la transgresión". Con esto podemos comparar las palabras de Cristo, pronunciadas a los líderes de Israel, justo antes del discurso de los Olivos: "vosotros también llenad la medida de vuestros padres", Mateo 23:32. Lo hicieron mediante el rechazo y la crucifixión.
  4. La característica más importante de la revelación traída por Gabriel a Daniel era la medida precisa del tiempo (69 sietes, o 483 años) "hasta el Mesías, el Príncipe"; y el momento en que el Mesías iba a ser "cortado y no tienen nada". Esta es la maravilla de las maravillas, la profecía de profecías.
  5. El ángel Gabriel, que trajo estas maravillosas predicciones de Daniel, es el mismo que anunció la aproximación del cumplimiento de ellos a Zacarías y a María (Lucas 1:11-19; 26).
  6. La expresión utilizada por Gabriel a Daniel, "tú eres muy amado", es el equivalente exacto de la palabra dirigida por el mismo mensajero a María - "tú muy favorecida". Esta expresión se le asigna tres veces a Daniel, y a nadie más excepto a María; y Gabriel es el único ángel empleado para dar a conocer a los hombres la revelación del misterio de la redención".
  7. La revelación abarca dos temas principales (a) la venida y corte del Mesías, (b) la destrucción y "desolación" de la ciudad y el santuario. Es un hecho muy familiar a todos los lectores de la Biblia, que Cristo Jesús invocó esta profecía en la mente de sus discípulos en la víspera de ser "cortado" y les anunció en ese momento la cercanía de la destrucción y "desolación" de Jerusalén y el templo (Mateo 24: 1-22; Lucas 21:20-24).
En estos siete puntos tenemos los elementos principales para una correcta comprensión de la profecía.

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