Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

abril 2016

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Cuándo exactamente creó Dios a los ángeles está abierto al debate, pero lo que sí se sabe con seguridad, es que todo lo que Dios creó era bueno, porque Dios, en Su santidad, no puede crear algo pecaminoso. Así que cuando Satanás cayó del cielo, quien alguna vez fue el ángel Lucero que se rebeló contra Dios, (Isaías 14; Ezequiel 28), un tercio de las huestes angélicas se sumaron a esta insurrección (Apocalipsis 12:3-4,9). No hay duda de que estos ángeles caídos ahora son conocidos como demonios.

Sabemos que el infierno estaba preparado para el diablo y sus ángeles, de acuerdo a Mateo 25:41: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.” Al usar el posesivo “sus”, Jesús deja en claro que estos ángeles pertenecen a Satanás. Apocalipsis 12:7-9 describe al final de los tiempos una batalla angélica entre Miguel y “sus ángeles” y el diablo y “sus ángeles.” De este y textos similares queda claro que los demonios y los ángeles caídos son sinónimos.

En relación con el carácter y la naturaleza de los demonios:
  1. Los demonios han caído del favor de Dios (Mateo 25:41; Apocalipsis 12:7-9). Ellos eligieron rebelarse contra Dios (Judas 6).
  2. Fueron creados buenos (Génesis 1:31).
  3. Ellos reconocen a Cristo como Señor (Marcos 1:23-24).
  4. Santiago 2:19 nos dice que ellos también saben que hay un solo Dios verdadero y le temen.
  5. Mateo 10:1 dice que los demonios son impuros.
  6. También son violentos (Mateo 8:28).
En cuanto a su localización:
La Biblia revela que no están en el infierno como algunos suponen. Unos están encerrados en el abismo, esperando el día del juicio (Lucas 8:30-33; Apocalipsis 20:1-3), mientras que otros viven en libertad y se llaman demonios (Job 1:7). Satanás y muchos de sus demonios deambulan libremente. Mateo 12:24-27 y 25:41 parecen indicar que Satanás es el jefe de todos los demonios.

Las obras de los demonios incluyen:
  1. Buscar poseer cuerpos humanos, lo cual incluye morar en ellos y controlarlos (Lucas 11:24-26);
  2. Siendo muchos en número (Apocalipsis 12:3,4,9), la razón de la gran cantidad de actividad demoníaca, evidente en los días de Cristo, fue que Satanás estaba tratando de evitar su venida y la obra redentora; está misma actividad muy bien puede aumentar nuevamente antes de su segunda venida;
  3. algunos de los trastornos mentales y físicos, no todos, causados por los demonios (Marcos 5: 2-5);
  4. afligir lesionar a las personas; si es necesario utilizará los elementos de la naturaleza para alcanzar sus fines (Job 2: 7);
  5. ayudar a difundir falsas doctrinas (1 Timoteo 4:1; 1 Juan 4:1-3);
  6. obrar milagros engañosos (2 Tesalonicenses 2:9; Apocalipsis 13:13-14);
  7. animar y recibir todo el culto idolátrico (1 Corintios 10:20);
  8. influir en los gobiernos humanos (Daniel 10-12). Sin embargo, también sabemos que los demonios están sujetos completamente a la Palabra de Dios (Mateo 8:32) y que el mismo Satanás está limitado por el permiso de Dios (Job 1:12; 2:6).
En cuanto a la posesión demoníaca:
Es el poder de control de los demonios desde dentro del cuerpo de una persona (Lucas 8:30). La posesión puede tomar muchas formas, incluyendo síntomas similares al de la epilepsia, locura y prácticas ocultas como la adivinación. Muchos buenos cristianos debaten en cuanto a si los hijos de Dios pueden ser poseídos; sin embargo, si el Espíritu mora en un creyente, el "hombre más fuerte" no podría ser derrocado o co-habitado (Lucas 11:21-22; Mateo 12:29; 1 Juan 4:4). En cualquier caso, debemos sin duda vestirnos de toda la armadura de Dios con el fin de presentar defensa contra ellos (Efesios 6:12-20).

El exorcismo es la expulsión de demonios de la persona. El único consejo en la Escritura sobre este tema es que:
  1. no hay que enfrentarse al mundo espiritual con nuestras propias fuerzas o por nuestros propios esfuerzos (Judas 9);
  2. tenemos que proclamar el mensaje del Evangelio lo cual los lleva a estremecerse;
  3. tenemos que permanecer en la Palabra de Dios (como lo hizo Jesús cuando se enfrentó a Satanás);
  4. no tenemos que dudar de Dios (como lo hizo Eva con Satanás);
  5. debemos utilizar la oración y el ayuno (Marcos 9:29).
  6. En el creyente la influencia demoníaca es la influencia externa por medio de tentaciones,  no desde el interior o de control.
La mayor parte de nuestro pecado es debido a nuestra propia naturaleza pecaminosa y no se puede culpar a los demonios; sin embargo, los demonios pueden influir en nosotros hacia el mal, ya sean creyentes o no creyentes. Éxodo 7:8-12 nos recuerda que Dios es más poderoso que el más fuerte de los demonios y las artes ocultas.

El destino final de los demonios:
es el tormento eterno y la miseria del lago de fuego (Apocalipsis 20:10; Mateo 25:41). Aunque no habitamos desmesuradamente en el mundo demoníaco (Filipenses 4:8), como cristianos, es de vital importancia tener en cuenta que estamos inmersos en una guerra espiritual (Efesios 6:12; 2 Corintios 10:3-5).

¿Estas vestido de toda la armadura de Dios en este momento? ¿Estás viviendo una vida de verdad, justicia y fe? ¿Dominas la única arma ofensiva que nos ha sido dada, la Palabra de Dios?


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UNA MENTE TRANSFORMADA PRODUCE UNA VOLUNTAD TRANSFORMADA, DE TAL MANERA QUE CONTAMOS CON LA AYUDA DEL ESPÍRITU, CON EL DESEO Y LA CAPACIDAD PARA PONER A UN LADO NUESTROS PLANES Y ACEPTAR EN PLENA CONFIANZA LOS PLANES DE DIOS, SIN IMPORTAR CUÁL SEA EL COSTO.

Texto

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta; Romanos 12:1-2.

Introducción

Una mujer se acercó a un pastor, llorando y bastante afligida. Le relató una historia, bastante común en muchos creyentes. Ella le dijo:
"Parece que no estoy viviendo la vida cristiana como debiera. Me siento frustrada. No siento que tengo vida cristiana espiritual ni siento que haya logrado algo en mi vida. Lucho con los asuntos más simples de obediencia y estoy en constante derrota. ¿Será que me puede usted ayudar?".
El pastor le dijo:
"¿Qué ha estado haciendo usted misma para resolver los problemas?".
Ella le contestó:
"Lo he intentado todo. He asistido a iglesias donde hablan en lenguas, tienen sanidades, y toda clase de experiencias espirituales extraordinarias. Yo misma he hablado en lenguas, he tenido experiencias de éxtasis espiritual, les he profetizado a otras personas y he experimentado algunos supuestos milagros. Ya he sido "sacudida en el espíritu", pero a pesar de todo eso, no me siento complacida con mi vida y sé que Dios no está agradado. He tratado de obtener todas las cosas que pueda de Él, pero no estoy satisfecha. Me sigo sintiendo miserable".
El pastor le dijo:
"Creo que usted misma ha colocado el dedo en la llaga. La clave de una vida cristiana espiritual, y la felicidad verdadera, no consiste en tratar de conseguir todo lo que podamos de Dios, sino en dar todo lo que somos y tenemos a Él".
Existen miles de personas en la actualidad, incluyendo muchos cristianos genuinos, que se pasean por diversas iglesias y doctrinas, asisten en masa a seminarios y conferencias en busca de numerosos y diversos beneficios personales, emocionales y espirituales con la esperanza de recibir más. Estos hacen exactamente lo opuesto a lo que Pablo señala con tanta claridad en Romanos 12:1-2.
En esta exhortación, el apóstol no se enfoca en qué otras cosas necesitamos recibir de Dios, sino en que es lo que debemos dar. La clave de una vida cristiana productiva y satisfactoria no se encuentra en obtener más, sino en darlo todo. Jesús dijo:
"Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren"; Juan 4:23.
Por desgracia, eso está muy lejos de la manera común en que muchos creyentes procuran hoy día encontrar la esencia de la vida abundante. Hay quienes piensan que la victoria en la vida cristiana depende de tener más de Dios y recibir cosas de Dios, aun cuando observamos que dice la palabra:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo"; Efesios 1:3.
Además, también dice:
"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él"; Colosenses 2:9-10.
El apóstol Pedro dijo:
"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina"; 2° Pedro 1:3-4.
Por lo tanto, en el sentido más profundo y eterno, no podemos obtener más de Dios que lo que ya poseemos. Sin embargo, resulta más que obvio que la mayoría de nosotros no tenemos la plenitud de gozo que estas promesas deberían traer. El gozo y la satisfacción por lo que tantos cristianos están luchando en vano, puede lograrse únicamente cuando sometemos al Señor todo lo que Él ya nos ha dado, incluyendo lo más profundo de nuestro ser.
Hoy estaremos observando las cuatro actitudes que Dios desea que presentemos delante de Él; ellas son:
  1. Presentar a Dios nuestras almas, 
  2. Presentar a Dios nuestros cuerpos, 
  3. Presentar a Dios nuestras mentes y, 
  4. Presentar a Dios nuestras voluntades.

Presentar a Dios nuestras almas

La solicitud del apóstol Pablo es: "Así que, hermanos, os ruego". Esta es una petición que solamente puede ser observada y obedecida por creyentes genuinos en la fe; aquellos que ya pertenecen a la familia de Dios. Ningún tipo de ofrenda es aceptable a Dios a no ser que primero le hayamos presentado nuestras almas.
La persona no regenerada no puede entregar su cuerpo, su mente o su voluntad a Dios, porque no ha entregado su mismo ser a Dios. El incrédulo carece de una relación de salvación con Dios; la misma palabra así lo indica:
1 Corintios 2:14 "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".
En otro pasaje de la Biblia, Romanos 8:8, el apóstol Pablo deja claro que: "los que viven según la carne no pueden agradar a Dios". Sin importar cuáles puedan ser sus sentimientos personales, la persona no redimida es incapaz de adorar a Dios, no puede hacer una ofrenda aceptable a Dios, no puede agradar a Dios de ninguna forma ni manera. Esto es parecido a lo que Pablo dijo en 1 Corintios 13:3:
"Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve".
Si una persona no posee el amor de Dios, todas sus ofrendas, sin importar lo costosas que sean, carecen de valor para Dios.
Entonces el apóstol nos está diciendo: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios". Estas misericordias de Dios que Pablo expresa aquí incluyen las muchas bendiciones gratuitas o dones de gracia con que nos bendijo "en los lugares celestiales". En Cristo somos los "amados de Dios"; Romanos 1:7, de manera que las dos misericordias de Dios más preciosas para nosotros son su amor y su gracia.
  • Las misericordias de Dios reflejan su poder salvador y su gran bondad hacia quienes Él salva (2:4; 11:22).
  • Las misericordias en Cristo nos traen:
    • el perdón y la justificación ante Dios (3:25; 3:4);
    • la conformación a la imagen de su Hijo y la glorificación (8:30)
    • la resurrección de nuestros cuerpos (8:11).
  • Hemos recibido las misericordias
    • de llegar a ser hijos de Dios (8:14-17)
    • de recibir el Espíritu Santo,
      • quien mora en nosotros personalmente (8:9, 11),
      • quien intercede por nosotros (8:26), y
      • a través de quien "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (5:5).
Tales misericordias que salvan el alma deberían conducir a los creyentes a una dedicación progresiva al Señor.

Presentar a Dios nuestro cuerpo

"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo". (12: 1b)
El segundo aspecto es presentar a Él nuestros cuerpos. Dios ya ha recibido al hombre interior; pero Él también quiere al hombre exterior dentro del cual habita el hombre interior.
Nuestros cuerpos no son más que caparazones físicos que albergan nuestras almas. También son el lugar donde reside nuestro hombre viejo y no redimido. Por lo tanto, nuestros cuerpos abarcan no solo nuestro ser físico sino también los malos deseos de nuestra mente, nuestras emociones y nuestra voluntad.
Pablo nos explica en Romanos 7:5 que:
"mientras estábamos en la carne las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte".
en el versículo siguiente no dice que ahora estábamos muertos al régimen del pecado.
Sin embargo, unos versículos más adelante el apóstol confesó:
"Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros", Romanos 7:22-23.
En otras palabras, el alma redimida debe habitar en un cuerpo de carne que todavía es la trinchera del pecado, un lugar que puede prestarse con facilidad a hospedar pensamientos y deseos corruptos. Es ese impulso poderoso que actúa dentro de nuestros "cuerpos mortales" el que nos seduce a hacer el mal. Cuando nuestros "cuerpos mortales" sucumben a los impulsos de la mente carnal, se convierten otra vez en instrumentos de pecado e injusticia. El cuerpo sigue siendo el centro de todos los deseos pecaminosos, la depresión emocional y las dudas espirituales.
En este punto deseo referirme a aquella antigua filosofía dualista pagana que consideraba al alma esencialmente buena, y al cuerpo esencialmente malo. Siendo que se consideraba el cuerpo como algo sin valor y que de todas maneras estaba destinado a morir, lo que se hiciera con él no importaba en absoluto. Ese enfoque de las cosas abrió la puerta a inmoralidades de todo tipo.
Lo trágico de todo esto fue que muchos creyentes en la iglesia primitiva, quienes tienen igual o mayor número de representantes en la iglesia de hoy día, encontraron en esa ideología un mecanismo fácil que les permitía engancharse en las prácticas inmorales de sus viejas vidas, y al mismo tiempo justificar su pecado con la falsa y herética idea de que cualquier cosa que hicieran con el cuerpo no podría hacer daño alguno a sus almas.
Como la situación era bastante similar a la actual, en vista de que la inmoralidad proliferaba tanto, muchos cristianos que no llevaban vidas inmorales, ellos mismos llegaron a ser tolerantes frente al pecado que era evidente en sus hermanos en la fe, pensando que era un resultado normal de lo que la carne hacía por naturaleza, algo por completo independiente de la responsabilidad del alma.
Sin embargo, el apóstol Pablo enseña con claridad que el cuerpo puede ser controlado por el alma redimida y debe ser hecho un esclavo que se someta al poder de nuestras almas redimidas. Él dijo a los corintios quienes estaban envueltos en toda clase de pecados e inmoralidad:
"Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo"; 1 Corintios 6:11-13.
Pablo les hizo también esta pregunta:
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?"; 1 Corintios 6:19.
En otras palabras, nuestros cuerpos no redimidos son el hogar temporal de Dios. Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos y Dios no trabajará por medio de nosotros sino a través de nuestros cuerpos.
De manera que, si hablamos en su nombre, debe ser con nuestras bocas. Si leemos su Palabra, debe ser con nuestros ojos. Si escuchamos su Palabra tiene que ser por medio de nuestros oídos. Si vamos a hacer su obra, debemos usar nuestros pies, y si ayudamos a otros en su nombre, debe ser con nuestras manos. Si pensamos para Él, debe ser con nuestra mente, la cual residen, por ahora, en nuestros cuerpos mortales.
La santificación y la vida de santidad no pueden edificarse separadamente de nuestros cuerpos. Por esta razón Pablo oró diciendo:
"Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo"; 1 Tesalonicenses 5:23.
Por lo tanto, siendo que nuestros cuerpos aún no han sido redimidos debemos ser objeto de una rendición continua al Señor., tomando diligentemente la advertencia del apóstol Pablo cuando dijo:
"No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia" Romanos 6:12-13.
No podemos impedir que algunos residuos de pecado sigan existiendo en nuestros cuerpos mortales, pero sí estamos en capacidad de impedir que ese pecado gobierne nuestros cuerpos; y ciertamente no lo gobernará "si por el Espíritu [hacemos] morir las obras de la carne"; Romanos 8: 13.
El sacrificio vivo que Dios desea que presentemos, es la disposición voluntaria a rendirle todas nuestras esperanzas, planes, y todo lo que es valioso para nosotros, todo lo que tiene importancia humana para nosotros, todo lo que nos hace sentir realizados.

Presentar a Dios la mente

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, (12:2a)
El tercer aspecto de nuestro sacrificio, es ofrendar a Dios nuestras mentes.
Es la mente donde nuestra nueva naturaleza y nuestra vieja condición humana están más entremezcladas. La mente es donde elegimos si vamos a expresar nuestra nueva naturaleza con una vida santa o a permitir que nuestra carnalidad actúe en contra de la santidad de Dios.
En este pasaje la palabra siglo representa todo el conjunto de la filosofía de la vida concebida desde un punto de vista humano y satánico. Equivale al espíritu de la época, que se ha descrito bien como:
"la masa flotante de pensamientos, opiniones, principios, especulaciones, esperanzas, impulsos, metas, aspiraciones en cualquier período o época; que es imposible de atrapar y definir con precisión, pero que constituye un poder real, porque es la atmósfera moral, inmoral o amoral que inhalamos en todo momento de nuestra vida, y la cual de forma inevitable también exhalamos".
Entonces el mandato firme de Pablo es que no permitamos que seamos conformados a este siglo, mundo o sistema. No debemos adquirir la forma de una persona del mundo, por ninguna razón.
Podríamos ampliar este pasaje de la siguiente manera: "No permitan que el mundo que los rodea se las arregle para meterlos a la fuerza en su propio molde".
No deberemos seguir el patrón o dejar que se nos imponga el patrón establecido por el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. Nunca deberemos convertirnos en aliados del mundo. No deberemos permitir que seamos modelados conforme al tiempo maligno en que vivimos en el presente.
Otra interpretación del pasaje podría ser: "Dejen de asumir una expresión externa que sigue el patrón mundano, una expresión que no proviene ni es representativa de lo que ustedes son en su ser interior como hijos regenerados de Dios".
Es muy común que los incrédulos se pongan máscaras de cristianos. Lo triste es que también es muy común que los cristianos se pongan las máscaras del mundo. Quieren disfrutar las diversiones del mundo, las modas del mundo, el vocabulario del mundo, la música del mundo y muchas de las actitudes del mundo, aun cuando es claro que esas cosas no se conforman a los estándares de la Palabra de Dios. Esa clase de vida es del todo inaceptable para Dios.
El mundo es un instrumento de Satanás, y su influencia impía es contagiosa. Esto se puede ver en el espíritu de rebelión y orgullo, las mentiras, el error y la propagación rápida de religiones falsas, en especial aquellas que promueven el yo y se agrupan bajo la amplia sombrilla de la "nueva era". Juan escribió hace casi dos mil años: "Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno"; 1 Juan 5:19. La evidencia es rotunda, todavía lo está.
En lugar de adaptarnos al mundo, Pablo nos exhorta a obedecer el mandato de ser transformados. Nuestra naturaleza interna redimida debe manifestarse en lo externo, en nuestra vida diaria. Por lo que entonces las escrituras nos dice: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor"; 2 Corintios 3:18.
El Espíritu Santo logra esta transformación por medio de la renovación de nuestra mente; entonces la transformación externa es efectuada principalmente por un cambio interno en la mente, y el medio que aplica el Espíritu para transformar nuestras mentes es la Palabra de Dios.
La mente transformada y renovada, es aquella que ha entrado en el proceso de sacar todo aquello que es inadecuado a las normas de Dios, y ha implantado enseñanzas piadosas; esa mente está saturada por completo con la Palabra de Dios y es controlada por ella. Es aquella mente que pasa el menor tiempo posible aun con las cosas necesarias de la vida en la tierra y la mayor cantidad de tiempo posible en las cosas de Dios. Es la mente que "pone la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra"; Colosenses 3:2.
Sea bueno o malo, cuando cualquier cosa suceda en nuestras vidas, la respuesta inmediata e instintiva que tengamos deberá ser una respuesta bíblica.

Presentar a Dios la voluntad

"… para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". (12:2b)
El cuarto aspecto implícito en la presentación de nosotros mismos a Dios en sacrificio vivo, santo y agradable, es que ofrezcamos a Él nuestras voluntades, que permitamos a su Espíritu mediante su Palabra que conforme nuestras voluntades a la voluntad de Dios.
Cuando la mente de un creyente es transformada, su capacidad para pensar, su razonamiento moral y su entendimiento espiritual están en capacidad de evaluar todas las cosas, y de aceptar únicamente lo que se conforma a la voluntad de Dios. Podemos en nuestra vida comprobar cuál es la voluntad de Dios solo cuando hacemos las cosas que son buenas, agradables y perfectas a Dios.
Una mente transformada produce una voluntad transformada, de tal manera que contamos con el deseo y la capacidad, con la ayuda del Espíritu, para poner a un lado nuestros planes y aceptar en plena confianza los de Dios, sin importar cuál sea el costo. Esta rendición continua incluye el fuerte deseo de conocer mejor a Dios y seguir su propósito para nuestra vida.
La transformación divina de nuestras mentes y voluntades debe ser constante. Debido a que todavía seguimos siendo tentados de continuo por medio de lo que queda de nuestra condición humana, nuestras mentes y voluntades deben ser objeto de una transformación continua, por la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. El producto de una mente transformada es una vida que hace las cosas que Dios ha declarado como justas, aceptables y completas.

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