Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

septiembre 2016

[right-side]
¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle,  sois esclavos de aquel a quien obedecéis,  sea del pecado para muerte,  o sea de la obediencia para justicia?
Pero gracias a Dios,  que aunque erais esclavos del pecado,  habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  y libertados del pecado,  vinisteis a ser siervos de la justicia.
Hablo como humano,  por vuestra humana debilidad;  que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad,  así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Romanos 6:16-19.

INTRODUCCIÓN

Los movimientos carismáticos y pentecostalistas se atribuyen el  privilegio  al  título  de «cristianos llenos del Espíritu Santo». Ellos  definen la llenura del Espíritu  en  términos  de  experiencias  de manifestaciones  externas.  Una  descripción, muy  común  en los círculos de  los movimientos  pentecostales,  es la siguiente:  «Cuando  estamos  llenos  del Espíritu,  la  manifestación  externa  de  ese  don  es  hablar  en  lenguas».

Por supuesto, el hablar en lenguas no es la única señal evidenciada de la llenura del Espíritu  dentro  de ese  modelo  carismático,  tampoco es el  más  calamitoso.  Aún  más impresionante es el fenómeno del «descanso en el Espíritu» o «ser muerto en el Espíritu». Aquellos  que  son derribados  muestran  un  comportamiento  de  trance,  por  lo general  cayendo  de  espaldas  al  suelo  como  una  persona  muerta.  En  otras ocasiones, estos «muertos por el Espíritu» responden con una risa incontrolable, ladridos diversos, espasmos erráticos y síntomas extraños de intoxicación.

Y si usted piensa que hemos alcanzado el tope, permítame decirles que al igual que las bacterias, estos fenómenos mutan y se extienden. En  algunas  iglesias  carismáticas, las  personas  toman  el escenario y se lanzan «pelotas de fuego de unción»  imaginarias unas a otras,  y  luego  caen  al suelo  fingiendo estar muertas por las pelotas de poder divino. Predicadores animan a la congregación a inyectarse con agujas imaginarias cuando llegan al altar, para que puedan «elevarse en Jesús». En realidad están comparando la llenura del Espíritu con el  consumo  de  cocaína.  Como si todo esto no fuera suficiente, impulsan a sus seguidores a colocarse en  las  bocas  una  figurita  de plástico  de  un  pesebre  y  alientan  a  las  personas  a  que  «fumen  al niño Jesús» para que puedan experimentar «Jehová-guana», una referencia a la  mariguana.  Esto  es  más  grave  que  rebajar  las  cosas  de  Dios.  Es tomar el nombre del Señor en vano.

Caer de espaldas al suelo,  reír sin control,  balbucear frases sin sentido y actuar  como  un  borracho  es  lo  que  parece  ser  un  cristiano  lleno  del Espíritu Santo. Estos comportamientos no son considerados demasiado extraños si pueden ser acreditados al poder del Espíritu Santo. Convencidos  de  que  se  trata  del  resultado  de  ser  llenos  del  Espíritu,  los carismáticos  apoyan  con  entusiasmo  todas estas prácticas.

Las versiones carismáticas modernas de la profecía, las lenguas y la sanidad son todas formas falsas de los verdaderos dones bíblicos. Ahora bien, ser  «derribado  o  muerto  en  el  Espíritu» es  una invención carismática moderna. Esta práctica no se menciona en ninguna parte de la Biblia, lo que hace que no tenga respaldo bíblico en absoluto. El fenómeno moderno se ha  convertido  en  un  espectáculo  tan  común  y  popular,  que  el  carismático promedio da hoy por sentado que esta práctica debe tener algún tipo de origen bíblico  o  histórico.

Aunque  los  carismáticos  asocian  todos estos  tipos  de comportamiento con el Espíritu Santo, la verdad es que no tiene nada que ver con Él. Las Escrituras están llenas de advertencias acerca de las señales y prodigios falsos.

Jesús dijo: «Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los  escogidos.  Ya  os  lo  he  dicho  antes»,  Mateo  24:24–25.  El Señor Jesús claramente espera que  tomemos  en  serio  estas  advertencias  y  nos  protejamos  contra  el tipo  de credulidad bonachona que estos milagreros carismáticos fomentan de manera deliberada.

Siendo  que  estos  tipos  de  engaños  extravagantes  son  una  burla  al verdadero poder y llenura del Espíritu Santo, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que realmente significa ser lleno del Espíritu? ¿Cuáles son las características que distinguen una vida cristiana llena del Espíritu Santo? Vamos a considerar la respuesta a esta pregunta  al  examinar  la  obra  del  Espíritu  en  la  santificación  del creyente.

SER LLENO DEL ESPÍRITU

Como ya hemos visto, todos los creyentes son:
  • Convencidos por el Espíritu Santo, Juan 16:7-11.
  • Regenerados y renovados, Juan 16:7-11.
  • Conducidos al arrepentimiento, Hechos 11:15–18.
  • Hechos participes de la comunión con Dios, Romanos 8:14–17. 
  • Hechos morada del Espíritu Santo, Romanos 8:9.
  • Sellados para eterna salvación, Juan 10:27–29.
Estas cualidades se producen  una  sola  vez; pero luego los  creyentes  deben  ser saturados de poder, de modo que todo lo que piensen, todo lo que hablen y todo lo que hagan sea el reflejo de la vida de Cristo. Esto puede ser alcanzado solo a través de la llenura del Espíritu Santo.

El  pasaje  específico  que nos habla acerca de la  llenura  del  Espíritu  está en Efesios 5:18, dice así: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu». El apóstol Pablo hace una comparación entre el efecto que produce el alcohol y el efecto del Espíritu Santo. Una persona que se embriaga, estará controlada en varias áreas de su vida por el alcohol. La persona se desinhibe y el alcohol toma control de sus acciones.

En contraste, aquella persona que se está llenando del Espíritu Santo es aquella que se está llenando del conocimiento de la Palabra de Dios, y su vida está siendo controlada por el Espíritu Santo. A diferencia de los resultados que produce el alcohol, el creyente que es lleno del Espíritu será un creyente victorioso, santo y servirá de edificación a la obra de la iglesia.

Cabe  destacar  que  la  orden  «sed  llenos»  está  en  tiempo  presente,  lo  que indica que debe ser una experiencia continua en la vida de cada cristiano. En otras palabras, los cristianos llenos del Espíritu Santo exhiben el fruto del Espíritu que Pablo identifica como «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (Gálatas 5:22–23).  Ellos  son  «guiados  por  el  Espíritu»  (Romanos  8:14),  es  decir,  su comportamiento  no  está  dirigido  por  sus  deseos  carnales,  sino  por  el  poder santificador del Espíritu Santo. Como Pablo explica en Romanos 8:5–9:
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
El tema del apóstol es que los que están llenos del Espíritu Santo buscan agradar a Dios a través de la aplicación práctica de la santidad. El dominio del Espíritu Santo sobre nuestras  vidas  nos  permite relacionarnos correctamente con Dios y los demás.

Tenemos dos pasajes paralelos que nos muestran esta correcta relación; Colosenses  3:16—4:1, Efesios  5:18—6:9. En estos pasajes el apóstol Pablo explica que en los creyentes debe residir la palabra de Cristo en abundancia, entonces al estar reunidos van a tener temas de qué hablar, porque estarán enseñándose unos a otros, y estarán cantando himnos y canticos espirituales.  Harán todo en el nombre del Señor Jesús,  «dando gracias a Dios Padre por medio de él». Las esposas estarán sujetas a sus maridos y los maridos, a su vez, amarán a sus esposas. Los hijos obedecerán a sus padres y los padres no exasperarán a sus hijos. Los siervos trabajarán diligentemente para sus amos y los amos responderán tratando a sus trabajadores con justicia.

Por lo tanto, podemos ver que obedecer el mandamiento de ser llenos del Espíritu no implica manifestaciones emocionales de éxtasis o encuentros místicos. Es el resultado de la lectura,  la meditación y la sumisión a la Palabra de Cristo,  permitiendo que las Escrituras  se implanten en nuestros  corazones  y  mentes.  Dicho  de  otra  manera, estamos llenos del Espíritu Santo cuando estamos llenos de la Palabra de Dios, la cual el Espíritu Santo inspiró y a la que le dio poder. Cuando ordenamos nuestros pensamientos según la enseñanza Bíblica, y aplicamos su verdad a nuestra vida cotidiana, nos ponemos cada vez más bajo el control del Espíritu.

ANDAR EN EL ESPÍRITU

El  Nuevo  Testamento  describe  la  vida  llena  del  Espíritu  Santo  mediante  la analogía de caminar en el Espíritu. Pablo lo expresó de esta manera en Gálatas 5:25: «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu». Así como caminar requiere dar un paso a la vez, ser llenos del Espíritu consiste en vivir bajo el control del Espíritu pensamiento a pensamiento, decisión a decisión. Los que están verdaderamente llenos del Espíritu, cada paso que dan por la senda verdadera, lo dan con el Espíritu.

En Romanos 6:4 el apóstol señala que como creyentes,  se  nos ordena a caminar en novedad de vida, esto quiere decir: en pureza, en contentamiento, en fe, en buenas obras, en  amor,  en sabiduría,  en la verdad. Ahora bien, para alcanzar estas cualidades que caracterizan la forma de caminar del creyente, primero tenemos que andar en el Espíritu. Él es el que produce los frutos de justicia en nosotros y a través de nosotros.

Tal como Pablo explicó: «Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis» (Gálatas 5:16–17). El concepto de andar se refiere al modo normal de conducirnos por la vida.  Aquellos  cuyas  vidas  se  caracterizan  por andar  en  la  carne demuestran en su conducta y en su hablar las obras de la carne. Por el contrario, los que andan en el Espíritu dan evidencia de que se asemejan a Cristo.

Pedro reafirmó esta verdad con las siguientes palabras: «Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo»  (1 Pedro 1:15–16; cp.  Hebreos 12:14).  De manera que será de profunda consideración para cada creyente, que mediante el poder del Espíritu Santo, «renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:12).

Por supuesto, esto no significa que los cristianos ya no lucharán más contra el pecado y la tentación. Todos los creyentes todavía batallamos contra la carne. La carne es el enemigo interno, el remanente del viejo hombre que pelea contra los deseos piadosos y justos (Romanos 7:23).

Pero, si el creyente aspira obtener la victoria sobre los deseos de su carne y crecer en santidad, deberá actuar en el poder del Espíritu. Como Pablo explica en Romanos 8:13–14: «Si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque  todos  los  que  son  guiados  por  el Espíritu  de  Dios,  éstos  son  hijos  de Dios».

SER SEMEJANTES A LA IMAGEN DE CRISTO

Si queremos saber cómo es una vida llena del Espíritu, no necesitamos mirar más allá  de  nuestro  Señor  Jesucristo.  Él se  destaca  como  el principal ejemplo  de alguien que actuó plena y perfectamente bajo el control del Espíritu. Durante el ministerio  terrenal de  Jesús,  el Espíritu  fue  su  compañero  inseparable.  En  su encarnación, el Hijo de Dios se despojó voluntariamente, poniendo a un lado el uso independiente de sus atributos divinos (Filipenses 2:7–8). Él se hizo carne y se sometió por completo a la voluntad de su Padre y al poder del Espíritu Santo (cp. Juan 4:34).

En todo momento, desde su nacimiento hasta su muerte, la vida de nuestro Señor estuvo bajo el poder del Espíritu Santo.  Jesucristo fue perfectamente lleno del Espíritu Santo,  actuando siempre bajo  el  control  total  del  Espíritu.  Su  vida  de  obediencia  absoluta  y  perfecta correspondencia a la voluntad del Padre, es un testimonio del hecho de que nunca hubo un tiempo en que no anduviera bajo el control del Espíritu. Por lo tanto, el Señor Jesús es el prototipo perfecto de lo que significa vivir una vida llena del Espíritu: en plena obediencia y en conformidad completa a la voluntad de Dios.

No debe sorprendernos entonces, que el Espíritu Santo trabaje activamente en los corazones de sus santos para hacerlos semejantes a la imagen de Jesucristo. Para el Espíritu es un gran deleite dar testimonio del Hijo de Dios (Juan 15:26).  El Espíritu  glorifica  a  Cristo,  guiando  a  las  personas  hacia  él  (Juan  16:14)  y estimulándola a someterse gozosamente a su señorío (1 Corintios 12:3).
Esto es lo que le interesa al Santo Espíritu, no golpear a las personas, lanzándolas por el suelo,  haciendo cosas sin sentido y provocándoles una agitación emocional.  El circo carismático de confusión no conforma a nadie a la imagen de Cristo, quien refleja a la perfección la imagen de su Padre, Colosenses 1:15. Por lo tanto, este es un modelo totalmente falso de la santificación.

Pablo profundizó  sobre  este  aspecto  del ministerio  del Espíritu  orientado a Cristo en 2 Corintios 3:18. Allí escribió: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria  en  gloria  en  la  misma  imagen,  como  por  el  Espíritu  del  Señor».

Cuando usted se mira en el espejo de la Palabra de Dios ¿Qué observa? ¿Observa la gloria de Cristo reflejada en usted?

CONCLUSIÓN

La santificación es la obra del Espíritu mediante la cual nos muestra a Cristo, por medio de su Palabra, y luego progresivamente nos moldea según esa misma imagen. De modo que, mediante el poder del Espíritu, contemplamos la gloria del Salvador y nos volvemos más y más como él. El Espíritu Santo no solo le presenta al Señor Jesucristo a los creyentes en el momento de su salvación, energizando su fe en el evangelio, sino que continúa revelándoles la gloria de Cristo al iluminar la Palabra de Dios en sus corazones. De este modo, hace que ellos crezcan progresivamente en la semejanza de Cristo durante toda la vida.

En la Biblia queda claro que ser un cristiano «lleno del Espíritu» no tiene nada que ver con hablar galimatías sin sentido, caerse al suelo en un trance hipnótico,  o cualquier otro encuentro místico de supuesto poder extático.  Más bien, se relaciona con la sumisión de nuestros corazones y mentes a la Palabra de Cristo, andando en el Espíritu y creciendo día a día en amor por el Señor Jesús y en el servicio de todo su cuerpo, que es la iglesia.

[right-side]
Sin embargo, Jerusalén será un refugio para los que escapen;
    será un lugar santo.
Y el pueblo de Israel regresará
    para reclamar su herencia.
El pueblo de Israel será un fuego violento
    y Edom un campo de hierba seca.
Los descendientes de José serán una llama que rugirá a través del campo,
    devorándolo todo.
No quedará nadie con vida en Edom.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!
»Entonces mi pueblo que vive en el Neguev
    ocupará las montañas de Edom.
Los que viven en las colinas de Judá
    poseerán las llanuras de los filisteos
    y se apoderarán de los campos de Efraín y de Samaria,
y el pueblo de Benjamín
    ocupará la tierra de Galaad.
Los desterrados de Israel volverán a su tierra
    y ocuparán la costa de Fenicia hasta Sarepta, al norte.
Los cautivos de Jerusalén desterrados en el norte
    volverán a casa y repoblarán los pueblos del Neguev.
Los que hayan sido rescatados subirán al monte Sión en Jerusalén
    para gobernar sobre las montañas de Edom.
¡Y el Señor mismo será rey!».

Introducción

Con la exposición de hoy, completamos nuestro estudio sobre el libro de Abdías. Vamos a exponer los versículos finales de esta palabra profética. El texto es: Abdías 1:17-21 y, en estos versículos encontraremos el mensaje final del profeta, que incluye no sólo el castigo de Edom y de otras naciones, sino también la restauración, la salvación y la renovación del pueblo de Dios.

Antes de considerar cada aspecto en particular, vale la pena recordar toda la idea que se percibe en esta profecía de Abdías.

Cuando abrimos los periódicos o vemos los noticieros televisivos, lo que más nos llama la atención es que siempre encontramos algo acerca de la disputa entre los árabes, los musulmanes y los israelíes. Estas personas realmente conforman los titulares de los principales noticieros del mundo. Escuchamos y leemos noticias de ataques de ambos lados, el uno culpando al otro por haber iniciado el conflicto y el otro diciendo que debido a que fue atacado respondió con objetividad.

Tristemente observamos cómo los líderes de ambos países están contentos cuando el ataque realizado contra el enemigo golpea efectivamente los blancos y coloca al otro en la defensiva. Por desgracia, lo que vemos es la realización del viejo dicho: "La desgracia de uno es la felicidad del otro". Esta es la historia de la lucha cruel y sangrienta que ha diezmado vidas durante tantos siglos, como hemos visto. Esto es así porque desde el Antiguo Testamento conforme al relato Bíblico, hemos visto esta misma historia repetirse. La profecía de Abdías, que estudiamos hoy en su parte final está incorporada en esta situación secular.

El imperio de Babilonia se había fortalecido y comenzó a someter a las naciones a su alrededor, e Israel/Judá fue una de ellas. Y de la misma manera como se había alegrado con otras derrotas de Israel, Edom, en esta ocasión, demostró su verdadera conexión con el pueblo de Dios. Edom apoyó a los babilonios en el saqueo y la destrucción de Jerusalén y la opresión del pueblo elegido.

Edom sería juzgado, así como las demás naciones también enfrentarían la justicia de Dios, y parte de ese juicio del día del Señor. Además de castigar a los enemigos de su pueblo, también se constituía en la salvación, la renovación y la restauración del pueblo de Dios. Implícito en el día del Señor estaba el cambio del destino del pueblo de Dios. A través de un remanente resurgiría con vigor el pueblo de Dios.

Como hemos venido observando cosechamos lo que sembramos. Edom siempre traicionó a sus aliados y estos harían lo mismo con ellos. Edom robó y saqueó al pueblo de Dios. Lo mismo les sucedería a ellos más tarde. Edom actuó con violencia contra los hijos de Dios y los mismos israelitas, judíos, los tratarían con violencia. Edom quería la aniquilación de los Judíos, pero ellos no sabían que pronto, Babilonia con quienes se habían aliado, los traicionarían y destruirían. Siendo que Dios tiene el control de todas las naciones, Proverbios 21:1, después de esta destrucción, el mismo pueblo de Israel sería utilizado como instrumento divino para castigar al orgulloso pueblo Edomita.

Porque Dios ama a su pueblo, su pueblo elegido, Dios usó a Abdías para enviar su mensaje específicamente a Edom, pero ese mensaje sirve también de advertencia para todos nosotros. Es en este contexto que el profeta Abdías describe la reacción de Dios de cara a la calamidad que Israel sufría.

Abdías se destaca entre todos los profetas mayores y menores, y es considerado el mejor expositor del gran sueño profético de Israel, expresado en la declaración final del libro: y el reino será de Jehová (cf. vs. 21 RV60).

Como ya hemos visto, Abdías denunció la autosuficiencia y el orgullo de Edom y su actitud sarcástica de alegría frente al sufrimiento de Israel/Judá. Además de traer el mensaje de condenación a Edom, Abdías también trajo un mensaje de esperanza y consuelo para el pueblo de Dios. Abdías inicialmente destacó la inminente destrucción de los edomitas, descendientes de Esaú que por habitar en las montañas pensaban que eran fuertes, poderosos e inexpugnables. Después que Abdías describe el pecado de Edom, Abdías revela la palabra de Dios para Israel/Judá. Esta palabra es una palabra de esperanza, de aliento, una palabra de ánimo. Cuando Dios revela su justo juicio Él también revela su gran misericordia con la cual Él nos trata a todos. ¿Será que hemos aprovechado esa maravillosa misericordia?

El principio de estos versículos finales de Abdías nos trae el siguiente mensaje: La liberación del pueblo de Dios es siempre una demostración del justo juicio y la misericordia divina.

En este texto encontramos tres resultados de la salvación del pueblo de Dios:

El propio pueblo será el instrumento de castigo divino, vs. 17-18

Sin embargo, Jerusalén será un refugio para los que escapen; será un lugar santo. Y el pueblo de Israel regresará para reclamar su herencia. El pueblo de Israel será un fuego violento y Edom un campo de hierba seca. Los descendientes de José serán una llama que rugirá a través del campo, devorándolo todo. No quedará nadie con vida en Edom. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado! NTV.

En el versículo 17 encontramos el mensaje para aquellos que escaparían del juicio de Dios; puesto que Él también castiga a su pueblo, y porque es justo y no hace acepción de personas, entonces, esos que escapen formarían un remanente santo que capacitaría a la "casa de Jacob", a retomar sus posesiones perdidas. El remanente de Israel se establecerá sobre el monte Sion, que la visión mesiánica la presenta como inviolable y casa santa de Dios (cf. Joel 3:17).

En el versículo 18, es evidente que la casa de Jacob que es el reino del sur, o el reino de Judá y la casa de José, que es el reino del norte o el reino de Israel será fuego que consumirá la casa de Esaú, que es, la nación de Edom que se convertirá en  rastrojo, que será aniquilada. Pero en este versículo 18 vemos que nadie va a quedar de la casa de Esaú, o no quedará ningún remanente que escape. Esto significa que el profeta Abdías está contrastando el monte de Sion como casa de Dios con el monte de Seir como la casa de Esaú, la casa de perdición. Abdías confronta el remanente de Israel que será salvo con ningún remanente de Esaú, porque todo será desolado. Abdías hace esas comparaciones mostrando cuan cierto es el principio de retribución mencionado anteriormente, en el versículo 15.

Debemos hacer hincapié en dos puntos aquí:
  1. La diferenciación que Abdías hace de la "casa de Jacob" con la "casa de José" es hecha para marcar el concepto del Israel afirmado en las tribus de Efraín y Manasés, mostrando que Abdías separa el reino del norte del reino del sur, haciendo referencia a Judá y a las tribus de Benjamín, y por asociación a la tribu de Simeón.
  2. Cuando Abdías combina las dos "casas" demuestra que este es un hecho que vamos a ver en la era mesiánica, cuando los dos reinos de nuevo serán tratados juntos (cf. Ezequiel 37:16-22; Oseas 1:11).

El propio pueblo reconquistará lo que le pertenecía, vs. 19-20

Entonces mi pueblo que vive en el Neguev ocupará las montañas de Edom. Los que viven en las colinas de Judá poseerán las llanuras de los filisteos y se apoderarán de los campos de Efraín y de Samaria, y el pueblo de Benjamín ocupará la tierra de Galaad. Los desterrados de Israel volverán a su tierra y ocuparán la costa de Fenicia hasta el norte de Sarepta. Los cautivos de Jerusalén desterrados en el norte volverán a casa y repoblarán los pueblos del Neguev. NTV.

En estos versículos Abdías nos muestra la consecuencia de la caída de Edom, nos muestra cómo será el día del Señor, cuando él use a su pueblo como un instrumento de justicia.

Estos versículos contienen información y tratan acerca de la restauración de Israel y Judá como instrumentos en la derrota de Edom. Estos versículos explican que la recomposición de las posesiones geográficas proporcionará beneficios a los hijos de Israel y la restauración de Judá incluirá una expansión de sus antiguos territorios.

El versículo 19 establece que los israelitas del Neguev heredarán la tierra de Edom, es decir, las montañas de Seir, las montañas de Esaú. El Neguev es la región del desierto del sur de Judá, que era a menudo el lugar de los ataques y abusos de los edomitas. También en el verso 19 leemos que los israelitas al pie de las montañas (Sefela) ocuparán la costa conocida como la tierra de los filisteos. Sefela es la región montañosa al suroeste de Judá. Además, tenemos la declaración de que el Neguev y Sefela también poseerían el antiguo territorio del Reino del Norte (Efraín y Samaria) así como el Neguev y Sefela eran parte del reino de Judá.

El versículo 19 nos dice también: y el pueblo de Benjamín ocupará la tierra de Galaad. Esta frase es una referencia al territorio al oeste del río Jordán que fue asignada a la media tribu de Manasés, y para las tribus de Rubén y Gad (cf. Números 32; Deuteronomio 3:8-22 y Josué 13:8-32). Benjamín estaba lejos de Galaad y tendría que viajar a través de Samaria y Efraín para llegar a aquella región, y eso nos recuerda que había una relación especial con el rey Saúl, que era Benjamita. Esta relación fue con Jabes Galaad (cf. 1 Samuel 11:1-11) Y en este sentido, es interesante observar que existe una clara identificación de Judá y Benjamín, y las tribus que sobrevivieron a la deportación del reino del norte por Asiria, constituyéndose así, más adelante, en el remanente de Israel (cf. 1 Crónicas y 2 Crónicas). Y esta declaración refleja la perspectiva del período tardío o posterior al exilio, lo que significa que ambos, Judá y Benjamín, verían la restauración de todo Israel en la tierra, en aquella que fuera la tierra de la promesa.

El versículo 20 declara que los exiliados del pueblo de Israel que estaban entre los cananeos hasta Sarepta y los exiliados de Jerusalén que estaban en Sefarad, retomarían la posesión de las ciudades del Neguev. Eso quiere decir que los del reino del norte que viviera en los territorios fenicios y cananeos hasta Sarepta unirían a los exiliados de Judá. Incluso en la literatura rabínica utilizar Sefarad se refiere a España, en el hebreo Bíblico puede referirse a Sardis, la capital del antiguo reino Lidio al centro oriente de Turquía, que aparentemente era la morada de algunos Judíos exiliados.

También podría ser identificado con la ciudad al oriente de Asiria. De cualquier manera, este versículo destaca como los exiliados del pueblo de Israel y Jerusalén, o los que escaparan, podrían habitar nuevamente en estas regiones. Lo notable es que las escenas colocadas en estos versículos implican directamente una acción divina en la cual la tierra misma viene a ser un agente que vencerá a los enemigos del pueblo de Dios.

El propio pueblo será gobernado por Dios, vs. 21

Los que hayan sido rescatados* subirán al* monte Sión en Jerusalén para gobernar sobre las montañas de Edom. ¡Y el SEÑOR mismo será rey!

En este versículo nos encontramos con esta expresión: Rescatadores. Este es un término que se utiliza en el libro de Jueces para nombrar a los jueces que liberaron a Israel de la opresión extranjera (cf. Jueces 2:16; Isaías 19:20). Estos subirían a, o desde el monte de Sion, símbolo del reino de Dios, para juzgar la región montañosa de Esaú, para administrar, establecer la justicia que en el Antiguo Testamento llevaba consigo la idea de gobernar. Resumiendo el mensaje de su profecía, Abdías destacó que el juicio sobre Edom, se llevaría a cabo por estos Rescatadores, que estaban en Jerusalén.

Es de notar que Joel dice algo similar en relación con otras naciones (cf. Joel 3:12).

Conclusión

Este versículo 21 es visto también como una conclusión de este libro. Él concluye con una profecía y termina el libro con el mismo principio teológico con que inició  el libro. Jehová el Señor es soberano sobre todas las naciones.

La expresión "¡Y el Señor mismo será rey!" (cf. vs. 21b) nos muestra la realidad del reino anunciado, pero no establecido, convirtiéndose así en un mensaje profético. Aquí tenemos un significado especial: todas las expectativas son superadas por la esperanza de que el reino será del Señor, porque Él es el gobernante de la historia de las naciones y el universo (cf. Sofonías 3:15; Zacarías 14:9). Para Abdías sólo con la destrucción de Edom, símbolo de las fuerzas humanas que se levantan contra Dios, podría la restauración, la liberación ser completada y ser inaugurado el reino escatológico de Dios, toda vez que en un gobierno soberano, Dios está por encima de todos los poderes humanos.

Esta es la esperanza segura de la verdad cristiana. Usted sabe que el reino es de Dios.

MKRdezign

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DisablePlease Enable Javascript To See All Widget