Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

septiembre 2017

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Miles de religiones existen en el mundo hoy día, pero ¿cuál es la verdadera religión? ¿Cómo puede alguien saber si alguna religión es mejor que otra o si alguna religión particular es  la verdadera? Saber cuál es la religión verdadera implica conocer la definición de la palabra misma; no obstante definir qué es religión ha sido y es motivo de controversia.

Por un lado hay quienes la definen como:

Las doctrinas constituidas por un conjunto de principios, creencias y prácticas en torno a cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenatural, por lo general basadas en textos de carácter sagrado, que unen a sus seguidores en una misma comunidad moral.

Por otro lado lo definen como:

El vínculo de piedad por el que el hombre está religado a Dios, o la  sincera relación con Dios mediante el vínculo de la piedad. Religión sería la forma de religar al hombre con Dios y, por parte del hombre, de sentirse criatura dependiente del Dios Creador.

El pensamiento común es el de un sistema religioso centrado en un conjunto particular de creencias y prácticas requeridas dentro de la religión. Por ejemplo, el Islam tiene cinco pilares esenciales que debe ponerse en práctica entre todos los musulmanes. El budismo incluye las 4 verdades nobles y el camino óctuple. El judaísmo sigue la ley de Moisés escrita en la Torá. Esta forma de pensamiento tiene la dificultad de que no logra superar las exigencias de Dios, por lo que ningún nivel de obras puede hacer que una persona sea lo suficientemente buena como para alcanzar la eternidad con Dios en el cielo (Efesios 2:8-9). De hecho, la Escritura afirma que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). El merecido castigo por el pecado humano es la separación eterna de Dios o la muerte eterna (Romanos 6:23).

Aún cuando el cristianismo tiene un sistema de creencias religiosas único no se fundamenta en rituales, prácticas sino más bien en una relación. En el cristianismo bíblico, la única solución al problema del pecado se encuentra en Jesucristo. Como Dios perfecto y hombre perfecto, vino a la tierra para ofrecer Su propia vida como un sustituto por nosotros, a causa de nuestro pecado. (Romanos 5:8). Es decir, Cristo tomó la iniciativa de venir al mundo en la forma del Hijo de Dios, Jesucristo, para pagar el precio por nuestros pecados. Jesucristo murió en nuestro lugar cuando Él fue crucificado en la cruz.  Cristo tomó el castigo en Sí mismo en nuestro lugar. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2 Corintios 5:21).

Como resultado de esa obra sustitutiva, si confesamos que Jesús es el Señor y creemos que Dios lo resucitó de entre los muertos, seremos salvos (Romanos 10:9). Por el don de la gracia de Dios somos salvos del pecado por medio de la fe en Jesús (Efesios 2:8). El resultado es el perdón del pecado (Hechos 10:43) y la vida eterna (Juan 3:16).

Sin una relación con Jesucristo por medio de la fe, la religión es insuficiente para hacernos justos ante Dios. En cambio, recibimos a Jesús por fe (Juan 1:14) y nos convertimos en hijos de Dios. Como resultado de nuestras vidas transformadas, le servimos a Él y a otros como un acto espiritual de adoración (Romanos 12: 1-2). La verdadera religión incluye la forma en que vivimos (Santiago 1:27), pero implica más de un conjunto de reglas o rituales.

¿Ha buscado conectarse con lo divino y sobrenatural, explicar el sentido de la vida, o satisfacción espiritual para superar el sufrimiento y alcanzar la felicidad, basado en la observancia escrupulosa del culto y las obras, en lugar de una relación con Jesús?  Si es así, has tomado el camino equivocado y vas directo hacia tu propia destrucción.

Hoy mismo te desafió a reconocer que eres un pecador, y que necesitas la ayuda y el perdón de Dios; por lo tanto  arrepiéntete de tus pecados y deposita tu confianza en el Señor Jesús. Te invito a entrar por el camino de una verdadera relación con Dios y tendrás vida eterna. "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado."  Juan 17:3.



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La definición tradicional de la palabra tolerancia y la manera en que la palabra se usa ahora son muy diferentes. Originalmente, la tolerancia significaba reconocer que los demás tienen creencias diferentes y aceptar que es su derecho a hacerlo. De esta manera, los cristianos deben ser absolutamente tolerantes. Recientemente, la tolerancia ha llegado a significar aceptar que esas otras creencias son ciertas, algo que los cristianos absolutamente no pueden hacer.

La Biblia es específica en cuanto a que debemos esperar que los demás tengan diferentes creencias acerca de Dios. Gálatas 4:8 dice que los que no conocen al Dios verdadero son esclavos de los que no son dioses. Romanos 1:18-25 explica que aunque Dios ha dado evidencia de Su naturaleza en la creación, muchos se negarán a creer lo que sus ojos les dicen. Y Lucas 10:21-22 dice que en ocasiones, es el propósito de Dios que la persona no lo vea; Dios a menudo cierra los ojos de aquellos que en su orgullo, confían en las capacidad propias para encontrar a Cristo, en lugar de buscarle en la humildad de sus corazones.

Los cristianos deben tolerar a otros cuando tienen diferentes creencias acerca de Dios. Pero, ¿debemos esperar tolerancia a cambio? Lucas 6:22 dice que esperamos bendecidos cuando otros nos rechazan porque seguimos a Cristo. Juan 15:18 dice que cuando el mundo nos odia, necesitamos recordar que lo hacen porque ellos odiaron a Cristo primero. Es una torpeza esperar la tolerancia de los demás hacia nuestras creencias cristianas, incluso si exigen tolerancia por las suyas. Dios nos ha dicho claramente: no lo conseguiremos.

Pero Dios también le ha dicho a los cristianos cuál debe ser nuestra respuesta cuando nos enfrentamos a la intolerancia. Mateo 5:43-48 dice que debemos amar a nuestros enemigos y orar por ellos. Romanos 12:20 dice que debemos solventar para ellos. No nos conducimos con las mismas reglas del mundo. No respondemos a la intolerancia con temor y odio. En su lugar, expresamos el amor de Cristo en nosotros.

Por desgracia, el mundo ya no define la "tolerancia" como el reconocimiento de que otros tienen una creencia diferente. Mas bien ha llegado a significar la plena aceptación o reconocimiento de esas creencias. Por supuesto, esta definición no tiene sentido razonable, porque abrazar este tipo de tolerancia obstaculiza cualquier opinión o creencia personal. Los cristianos no deben apoyar creencias religiosas que van en contra de lo que la Biblia enseña.

El problema con la tolerancia tal como se entiende ahora es aquella que rechaza la posibilidad de que exista la verdad objetiva o absoluta. La Biblia enseña que la verdad existe, que Dios es la verdad, y que debemos seguir en Su verdad. Juan 1:14 y 17 dice que Jesús, que vino del Padre, nos da la verdad. Juan 8:32 y Romanos 6:16-23 dice que la verdad nos libera del control del pecado.

La Biblia también es clara con respecto a los que ocultan o distorsionan la verdad en nombre de la tolerancia. Romanos 1:18 dice que quien obstaculizan la verdad recibirá la ira de Dios. En Mateo 28:19-20, Jesús dice que nuestra misión es enseñar a otros la verdad acerca de Él. 1 Corintios 13:6 (NTV) dice que el amor: "No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa". Juan 14:6 dice que Jesús es la verdad. Aunque los cristianos pueden reconocer el derecho de los demás a tener creencias diferentes, no podemos permitir que esas creencias no sean desafiadas, por una simple razón: es opuesto al amor, y Jesús nos llama al amor (Lucas 10:25-37).

Es inevitable que el mundo llame a los creyentes intolerantes, pero podemos mitigar el daño siendo intolerantes de la forma en que Dios nos enseña.
  • Primero, debemos conocer t capacitarnos en lo que creemos (1 Pedro 3:15).
  • Segundo, necesitamos saber cómo enseñar lo que creemos. 2 Timoteo 2: 23-26 NTV dice: Te repito: no te metas en discusiones necias y sin sentido que solo inician pleitos. Un siervo del Señor no debe andar peleando, sino que debe ser bondadoso con todos, capaz de enseñar y paciente con las personas difíciles. Instruye con ternura a los que se oponen a la verdad. Tal vez Dios les cambie el corazón, y aprendan la verdad. Entonces entrarán en razón y escaparán de la trampa del diablo. Pues él los ha tenido cautivos, para que hagan lo que él quiere.

En el calor del momento, ante el ataque y el rechazo personal, es fácil olvidar la razón por la cual manifestamos la verdad. No es para que seamos hallados justos y reivindicados, sino esperanzados de que la verdad liberará a otros.


¿Debería un cristiano ser tolerante con las creencias religiosas de los demás? Sí, en el sentido tradicional. La Biblia enseña que muchos rechazarán a Dios. Debemos estar preparados para aceptar eso, así como el hecho de que aquellos que rechazan a Dios rechazarán a Sus seguidores. Los cristianos no deben ser tolerantes en el sentido moderno. No debemos respaldar la creencia de que todas las religiones llevan a Dios, que la verdad es una realización personal, o que las creencias de todos son válidas. Jesús es la verdad. Los cristianos están llamados a tolerar, e incluso a amar, a estas personas sin aceptar sus falsas creencias.

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El mandamiento de Jesús de no juzgar a otros podría ser el más citado de Sus dichos, a pesar de que es  citado casi en completo menosprecio de su contexto. Aquí tenemos la declaración de Jesús: "No juzguen a los demás, y no serán juzgados" (Mateo 7:1 NTV). Muchas personas usan este versículo en un intento de silenciar a sus críticos, interpretando las palabras de Jesús como: "No tienes derecho a decirme que estoy equivocado". Tomado de manera aislada, el mandamiento de Jesús de no juzgar, parece excluir todas los argumentos negativos. Sin embargo, hay mucho más en el pasaje que esas tres palabras.

El mandato Bíblico de no juzgar a los demás no significa que no podamos mostrar discernimiento. Inmediatamente después de que Jesús dice: "No juzguen a los demás", Él dice: "No desperdicies lo que es santo en gente que no es santa. ¡No arrojes tus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego se darán vuelta y te atacarán." (Mateo 7:6 NTV). Un poco más adelante en el mismo sermón, Él dice: "Ten cuidado de los falsos profetas que vienen disfrazados de ovejas inofensivas pero en realidad son lobos feroces.  Puedes identificarlos por su fruto, es decir, por la manera en que se comportan. ¿Acaso puedes recoger uvas de los espinos o higos de los cardos?" (versículos 15-16 NTV). ¿Cómo podemos discernir quiénes son los "perros" y "cerdos" y "falsos profetas" a menos que tengamos la capacidad de hacer un juicio sobre doctrinas y hechos? Jesús nos da permiso para distinguir lo correcto y lo incorrecto.

Además, el mandato de la Biblia de no juzgar a los demás no significa que todas las acciones son igualmente morales o que la verdad es relativa. La Biblia enseña claramente que la verdad es absoluta, objetiva, eterna e inseparable de la naturaleza de Dios. Cualquier cosa que contradice la verdad es una mentira; claro está que llamar a algo "mentira" es emitir un juicio. Llamar al adulterio, al asesinato, a la falsa adoración pecado, es también  juzgar, pero igualmente es concordar con Dios. Cuando Jesús dijo que no juzgaran a otros, Él no quiso decir que nadie puede identificar el pecado por lo que es, basado en la determinación de Dios sobre el pecado.

El mandato de la Biblia de no juzgar a los demás no significa que no exista ningún mecanismo para examinar el pecado. Dios en las Escrituras nos ha proporcionado el libro titulado Jueces. Los jueces del Antiguo Testamento fueron levantados por Dios mismo (Jueces 2:18). El sistema judicial moderno, incluyendo sus jueces, es una parte necesaria de la sociedad. Al decir: "No juzguen",  Jesús no estaba diciendo: "Todo es valido".

En otros pasajes de la Biblia, Jesús directamente nos ordena juzgar: "Miren más allá de la superficie, para poder juzgar correctamente." (Juan 7:24 NTV). Aquí tenemos un indicio sobre el tipo correcto de juicio en contraste con el tipo equivocado de juicio. Tomando este versículo y algunos otros, podemos hacer una descripción del tipo pecaminoso de juicio:

El juicio superficial es incorrecto. El pasaje de Juan 7:24 nos habla de hacer este tipo de juicio. El juzgar a alguien basado únicamente en las apariencias es pecaminoso. Es de necios arribar a conclusiones antes de investigar los hechos (Proverbios 18:13). En la ocasión cuando Simón el fariseo invitó a cenar a Jesús a su casa, este juzgó a una mujer por su apariencia y reputación, pero no pudo ver que la mujer había sido perdonada; por esta causa Simón atrajo reprensión por parte de Jesús, debido a su juicio injusto (Lucas 7:36-50).

El juicio hipócrita es pecado. El mandamiento de Jesús de no juzgar a otros en Mateo 7:1 está precedido por comparaciones con hipócritas (Mateo 6:2, 5, 16) y seguido por una advertencia contra la hipocresía (Mateo 7:3-5). Cuando señalamos el pecado de los demás mientras cometemos el mismo pecado, nos condenamos a nosotros mismos (Romanos 2:1).

El juicio duro e implacable es también pecaminoso. "Recuérdales a los creyentes que se sometan al gobierno y a sus funcionarios. Tienen que ser obedientes, siempre dispuestos a hacer lo que es bueno. No deben calumniar a nadie y tienen que evitar pleitos. En cambio, deben ser amables y mostrar verdadera humildad en el trato con todos. En otro tiempo nosotros también éramos necios y desobedientes. Fuimos engañados y nos convertimos en esclavos de toda clase de pasiones y placeres. Nuestra vida estaba llena de maldad y envidia, y nos odiábamos unos a otros." (Tito 3:2). Es el misericordioso al que se le mostrará misericordia (Mateo 5:7), y, como Jesús le advirtió: "Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás. El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes." (Mateo 7:2).

De igual manera la justicia propia es pecado. Somos llamados a la humildad, y "Dios resiste a los soberbios" (Santiago 4:6). En la parábola del fariseo y el publicano (recaudador de impuestos),  el fariseo estaba confiado de su propia justicia y desde esa posición orgullosa juzgó al publicano; sin embargo, Jesús que en lo más profundo del corazón dijo que fue: "este pecador —y no el fariseo— quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados" (Lucas 18:9-14 NTV).

A menudo a los cristianos se les acusa de "juzgar" o de ser intolerantes cuando hablan en contra del pecado. Pero enfrentar el pecado no está mal. Sostener en alto el estándar de la justicia define naturalmente la injusticia y dibuja las armazón y soporte de los que eligen el pecado sobre la piedad. Juan el Bautista sufrió las consecuencias de la ira de Herodías cuando habló en contra de su adulterio con Herodes (Marcos 6:18-19). Finalmente silenciaron a Juan, pero no pudieron silenciar la verdad (Isaías 40:8).

Los creyentes son advertidos contra juzgar a otros injustamente o de manera traicionera, pero Jesús elogia el "juzgar correctamente" (Juan 7:24, NTV).
  • Debemos discernir (Colosenses 1:9; 1 Tesalonicenses 5:21).
  • Debemos predicar todo el consejo de Dios, incluyendo la enseñanza de la Biblia sobre el pecado (Hechos 20:27, 2 Timoteo 4: 2).
  • Debemos confrontar amablemente a hermanos o hermanas errantes en Cristo (Gálatas 6:1).
  • Debemos practicar la disciplina de la iglesia (Mateo 18:15-17).

  • Debemos decir la verdad en amor (Efesios 4:15).

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Muchas personas llegan a la conclusión de que hacer juicios sobre cualquiera, especialmente entre los cristianos, es incorrecto porque la Biblia dice "no juzgues" (Mateo 7:1).

Vivimos en un mundo que cada vez más se esfuerza por promover la idea de la tolerancia, sin embargo en tanto que lo intenta se vuelve intolerante hacia los absolutos cristianos. Ya se trate de la religión, el comportamiento o la sexualidad humana, hay un creciente sentimiento anticristiano. En última instancia, fundamentada en esta "tolerancia" está el concepto de que la verdad está determinada por cada individuo, no por Dios. Esto ha llevado a muchas personas a concluir que hacer juicios sobre alguien (especialmente viniendo de los cristianos) es incorrecto porque la Biblia dice "no juzgues" (Mateo 7: 1). Curiosamente, los que rechazan la noción de Dios o la credibilidad de la Biblia a menudo intentan usar la Palabra de Dios (por ejemplo, citando pasajes fuera de contexto) para excusar sus acciones o patrones de pensamiento cuando se les presenta el evangelio y el empeño de los pecadores por rechazarlo.

La autoridad para juzgar
La Escritura deja muy claro que hay un juez supremo de todo, el Señor nuestro Dios, y que sólo Él tiene la autoridad para determinar los motivos y procederes correctos e incorrectos.

Muchos pasajes del Antiguo Testamento afirman la verdad de Dios como Juez:

  • Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días. (Salmos 7:11)
  • El juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud. (Salmos 9:8)
  • Y los cielos declararán su justicia, Porque Dios es el juez. (Salmos 50:6)
  • Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará. (Isaías 33:22)

El Antiguo Testamento está lleno de pasajes que establecen a Dios como el Juez Supremo. Cuando llegamos al Nuevo Testamento, encontramos que el Padre ha entregado autoridad y juicio al Hijo. Jesús habló de esta autoridad antes de ascender al cielo después de la Resurrección (Mateo 28:18).

  • “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22)
  • “Yo he venido como una luz para brillar en este mundo de oscuridad, a fin de que todos los que pongan su confianza en mí no queden más en la oscuridad. No voy a juzgar a los que me oyen pero no me obedecen, porque he venido para salvar al mundo y no para juzgarlo. Pero todos los que me rechazan a mí y rechazan mi mensaje serán juzgados el día del juicio por la verdad que yo he hablado.” (Juan 12:46–48 NTV)
  • Pues él ha fijado un día para juzgar al mundo con justicia por el hombre que él ha designado, y les demostró a todos quién es ese hombre al levantarlo de los muertos. (Hechos17:31 NTV)

Como lo demuestran estos pasajes y muchos otros, la Biblia deja muy claro que un día Jesús juzgará justamente a toda la humanidad basado en la fe de cada individuo o en el rechazo del Hijo de Dios. Para un mundo lleno de personas que creen en el relativismo moral y para muchos cristianos profesantes que practican la moralidad en un intento de ganar justicia, este día estará lleno de temor y miedo. El Juez del universo ha hecho un juicio con respecto a la salvación, repetido por el Apóstol Pedro en Hechos 4:12: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." No habrá tiempo para debatir si el juicio es correcto o incorrecto porque el Juez Supremo ha decretado Su justicia a través del Hijo.

Consideremos la idea de juzgar cuando se trata de creyentes e incrédulos. Los métodos son diferentes para cada uno de estos dos grupos, pero el objetivo es la reconciliación. Los incrédulos necesitan conocer a Cristo y reconciliarse con Él, y los creyentes necesitan crecer y madurar en Cristo y reconciliarse unos con otros.

Cómo juzgar cuando se trata de los incrédulos
Cuando un cristiano presenta con amor y gracia el evangelio a los incrédulos, está haciendo un juicio de la posición de cada uno con respecto a Dios. La Biblia claramente expone que todos los hombres son pecadores, que están destituidos de la gloria de Dios y que necesitan la redención de sus pecados (Romanos 3:23). Este juicio no se hace a partir de la opinión del cristiano que está presentando el evangelio, sino más bien por lo que la Biblia claramente manifiesta.

La afirmación de que los cristianos no deben juzgar, a menudo se hace cuando se trata de temas como el aborto, el adulterio, la homosexualidad y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Cuando un cristiano dice, por ejemplo, que la conducta homosexual es un pecado y que el matrimonio entre personas del mismo sexo es incorrecto, a menudo se le presentan objeciones como las siguientes:

  • “¿Quiénes son ustedes para juzgar a dos personas que se aman?”
  • “¿Quién te crees que eres, diciéndole a alguien a quienes ellos pueden o no pueden amar? ¡Tú eres un pecador también!”
  • “La vida privada de alguien no es asunto tuyo. No los juzgues.”

Algunas personas incluso citarán Mateo 7:1, donde Cristo dijo durante el Sermón de la Montaña: "No juzguéis, para que no seáis juzgados." Por supuesto, cuando citan este versículo con respecto a tales situaciones, lo citan fuera de contexto para apoyar sus declaraciones engañosas. Cuando consideramos el concepto de juzgar, especialmente en lo que se refiere al Sermón de la Montaña, Cristo nos amonesta que debemos discernir, no condenar.

Hay problemas deductivos significativos con la afirmación de que los creyentes no deben juzgar. La primera se hace evidente cuando leemos el contexto de Mateo 7:1.

No juzguen a los demás, y no serán juzgados. Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás. El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes. ¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.  (Mateo 7:1–5 NTV)

Aquí, Cristo está advirtiendo a los creyentes contra hacer juicios de una manera hipócrita o condenatoria. Ese tipo de juicio es una característica frecuentemente asociada con los fariseos durante el ministerio de Jesús. Muchas personas que citan "no juzguen" de Mateo 7:1 no se dan cuenta del mandamiento a juzgar en Mateo 7:5, cuando dice: "después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo".  El punto que Jesús enfatiza aquí es el de juzgarnos a nosotros mismos primero antes de hacer juicios sobre otros. Ahora bien, en un contexto más amplio, Jesús está diciendo a los creyentes que deben discernir cuando se trata de enseñanzas falsas y falsos profetas, porque ellos "parecen" cristianos, pero su objetivo es extraviar al rebaño. (Mateo 7:15-20, Lucas 6:43-45).

Como cristianos, debemos llevar vidas piadosas para poder concentrarnos primero en nuestro propio arrepentimiento del pecado. La santificación es un proceso diario de transformación a la imagen de Cristo que dura toda la vida. Sin esto, no tenemos la capacidad para ayudar a otro hermano o hermana. Lo que Cristo enseña a Sus creyentes en Mateo 7 es que si nosotros mismos no nos arrepentimos personalmente de nuestros pecados, no estamos en capacidad de decirles a los demás cuán pecaminosos están actuando. Sin embargo
 la Biblia nos dice que prediquemos el evangelio, y parte del mensaje del evangelio es anunciar que la persona es pecadora y que necesita la salvación.

Cómo juzgar cuando se trata con creyentes
A menudo escuchamos afirmaciones de cristianos de que no debemos hacer juicios a otros creyentes, especialmente en lo que se refiere a sus enseñanzas erróneas. Una vez más, el pasaje de Mateo 7:1 se usa como justificación para este tipo de actitud. Ahora,  reconozco que hay muchos pastores y líderes cristianos que sinceramente tienen amor por el Señor Jesucristo. Estos hombres han guiado a muchos a Cristo, trabajan diligentemente con mucha perseverancia para el reino de Dios y ministran al rebaño del Señor, porque han sido transformados por la obra terminada de Cristo en la Cruz y Su resurrección de entre los muertos. Sin embargo, al igual que el resto de nosotros, son falibles y pueden caer en el error.

La Escritura provee muchos ejemplos de como el pueblo de Dios puede caminar en error, que se remonta a los reyes de Israel y Judá y antes. De los 39 gobernantes de Israel y Judá después del tiempo de Salomón, sólo ocho de ellos trataron de revertir el mal que sus predecesores habían introducido en el reino (1 Reyes 1-2, todos de Judá). Sólo ocho de ellos vieron la depravación a su alrededor y trataron de hacer algo al respecto. Sin embargo, estos reyes piadosos también tuvieron fracasos. Estos ocho reyes tienen sus historias empañadas porque no lograron derribar los lugares altos (1 Reyes 15:11, 14; 22:43; 2 Reyes 12: 2-3; 14: 3-4; 15: 3-4, 34-35). Al entrar en Canaán, a los israelitas se les ordenó destruir todo, incluyendo los lugares de culto paganos en las altas montañas. En lugar de destruirlos, los israelitas los convirtieron en centros de adoración adicionales, contrariamente a lo que les había ordenado Dios. Podemos deducir entonces que aun los creyentes más piadosos son capaces de caer en el error.

El mensaje central que manifiesto es el de defender la autoridad bíblica y proclamar el evangelio, lo cual trae controversia cuando se trata del tema de juzgar. Por ejemplo, al tratar el tema de la adoración desde una perspectiva bíblica, señalo que hay muchos cristianos (incluyendo líderes cristianos) que no entienden que mucho de lo que es llamado adoración no lo es; y que tenemos que aprender que no podemos hacerlo a nuestra manera, adorando a Dios como nosotros queramos. Expongo esta dificultad no para hacer juicios duros sobre la persona o su andar espiritual, sino para mostrar la inconsistencia (como todos podemos tener) de un líder cristiano hacia la verdadera adoración cristiana, y las implicaciones negativas que puede tener sobre el resto de la Escritura.

Ahora, la iglesia y más específicamente  cada creyente debe estar  dedicado a sostener la autoridad de la Biblia y dar respuestas para señalar aquellas posiciones de compromiso están realmente socavando la Palabra de Dios y su autoridad. Cuando hacemos eso, a menudo se nos dice que no somos amorosos y que no deberíamos estar haciendo juicios a otros al señalar errores en su enseñanza doctrinal.

Algunas personas se ofenden y dicen que como creyentes, debemos centrarnos en amar a los demás y no ser divisivos. Sin embargo, somos divisivos si no corregimos el error. ¿Estamos trabajando hacia la "unidad de la fe" (Efesios 4:13), o estamos obstaculizando la Palabra de Dios al permitir infiltrar la "sabiduría" del mundo? Recuerden, como creyentes, todos somos parte de "una sola fe" (Efesios 4:5). Debemos establecer nuestro fundamento en la verdad de la Palabra de Dios y no en nuestras propias filosofías, haciendo que Dios sea la autoridad sobre nuestra vida. Tener el fundamento adecuado nos ayudará a conocer la diferencia entre la verdad y las mentiras, así como lo correcto y lo incorrecto. Pablo explicó la necesidad de la verdad y la naturaleza divisiva de las mentiras en el siguiente pasaje:

Entonces ya no seremos inmaduros como los niños. No seremos arrastrados de un lado a otro ni empujados por cualquier corriente de nuevas enseñanzas. No nos dejaremos llevar por personas que intenten engañarnos con mentiras tan hábiles que parezcan la verdad. En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor. (Efesios 4:14-16 NTV)

¿Estamos siendo amorosos si permitimos que nuestros hermanos permanezcan en el error e incluso engañen a otros? Por supuesto que no. Amar a los demás requiere que los corrijamos en gracia y mansedumbre cuando caigan en el error (Mateo 18, 1 Corintios 1:11, Gálatas 6:1). Los que se equivocan no saben necesariamente que están equivocados; están posiblemente engañados o ignorantes. Así que cuidadosa y gentilmente corregimos el error con respecto a la enseñanza, no importa cuál sea la situación. Después de todo, esta es una de las responsabilidades de la iglesia: enseñar la sana doctrina y corregir la enseñanza errónea (2 Timoteo 2:25, 3:16, Tito 2:1). Por ejemplo, tenemos que usar el discernimiento (juzgar entre lo bueno y lo malo) incluso si debemos obedecer pasajes como 1 Corintios 5:11-13; 6:4; 2 Tesalonicenses 3:6; 1 Timoteo 6:20; y Tito 3:9, sólo para nombrar algunos.

Sin embargo, debemos tener cuidado en este enfoque, ya que todos somos seres humanos falibles que podemos cometer errores en el juicio. Debemos descubrir todos los hechos y no basar nuestro juicio en las apariencias. Jesús dijo: "No juzguéis según la apariencia, sino juzgad con justicia" (Juan 7:24). Note la orden del Señor de juzgar. Pero antes de hacer ese juicio, debemos asegurarnos de que estamos juzgando con la justicia de la Palabra de Dios y no confiando en nuestra propia opinión. A veces se debe hacer un juicio duro, ya que no todo es evidente, por lo que es tan importante conocer y aplicar la verdad de la Escritura.

También es importante, como cristiano, al discutir temas tan difíciles de explicar por qué tomamos la posición que tenemos. Por ejemplo, cuando se nos pregunta sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, podemos explicar que los cristianos deben construir sus pensamientos, propósitos, proyecto y juicios sobre la Biblia, y por lo tanto debemos ir a la Palabra de Dios para ver lo que Él claramente nos instruye. Entonces usamos Su Palabra para hacer un juicio sobre los temas. También podemos explicar que si alguien no cree que la Palabra de Dios es la base para su cosmovisión, entonces podemos entender por qué están en desacuerdo. Por lo tanto, tenemos dos puntos de partida diferentes (o cimientos), y por lo tanto dos visiones del mundo diferentes que entran en conflicto y, por tanto, hacen juicios entre sí. Pero en cada caso, debemos enfatizar que todo pecado puede ser perdonado en la obra de Cristo en la Cruz.

Siendo realistas, la gente hace juicios todo el tiempo. Ahora bien, si una persona comete un asesinato, ¿debería un cristiano mirar esa acción y decir: "Eso estaba mal porque la Palabra de Dios dice no mataras", o debería decir: "No se supone que deba juzgar a esa persona"? Y qué si alguien te roba ¿Debería decir: "Eso está mal porque la Palabra de Dios dice no robaras", o diría usted: "No se supone que deba juzgarlo"? Además, cuando alguien nos dice que tenemos que dejar de juzgar a los demás, en realidad ellos mismos nos han juzgado. Así que son culpables de hacer lo mismo que nos dicen que no hagamos.

Hacemos juicios sobre varias enseñanzas e ideas cada día, incluyendo las nuestras. La mentalidad bíblica de hacer juicios se aplica a cualquier situación en la que una persona esté cometiendo una falta contra Dios y Su Palabra, ya sea que esa persona esté viviendo en pecado, como adulterio o comportamiento homosexual, o comprometiendo la Palabra de Dios y haciendo que otros tropiecen y duden Su Palabra. Incluso hacemos juicios sobre las acciones de nuestros hijos mientras trabajamos para ayudarles a ver su condición pecaminosa ante Dios, y señalarlos al evangelio, para que puedan ser salvos y crecer en obediencia a Dios ya Su Palabra.

La clave está en hacer juicios justos para que podamos dirigir a la persona al evangelio. La Palabra de Dios nos da un criterio claro a seguir, y el Espíritu Santo nos guía en lo que es correcto, incorrecto, verdadero y falso. Con el fin de hacer juicios con justicia, debemos esforzarnos por vivir rectamente y permitir que la Palabra de Dios sea nuestro fundamento en cada área de nuestro pensamiento.

Conclusión: Perspectiva Bíblica de "No Juzgar"
Aquellas personas que piden tolerancia y citan "no juzgar" fuera del contexto no están usando el pensamiento sano. Su llamado a la tolerancia es imposible porque como cristianos, estamos llamados a juzgar con justicia, y juzgar entre lo bueno y lo malo es algo que hacemos todos los días, y debe ser parte del discernimiento bíblico en el pensamiento de todo creyente. Por lo tanto es la Palabra de Dios la que hace el juicio sobre la moralidad y la verdad, no nuestras propias opiniones o teorías.

¿Cuál es el propósito de juzgar el error de una manera Bíblica? La iglesia debe ser edificada sobre el fundamento de Cristo y la autoridad de Su Palabra (Efesios 2:20) - y eso significa que los creyentes deben examinar sus propias vidas con regularidad y también amorosamente desafiar a los hermanos y hermanas cristianos que están en error o cometen pecado. Para hacer esto, los creyentes deben ser osados para Cristo, pero también tienen que ser humildes, amorosos y bondadosos. Te animo a mantener estas cosas en mente mientras te esfuerzas diariamente para mantener la unidad en la verdad de Cristo (Juan 17:20-26).

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"Pues el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen." (2 Corintios 3:17-18 NTV).

La obra transformadora del Espíritu Santo es una parte central de la santificación del creyente.

El cuento para niños, El patito feo, puede servirnos de analogía  para ilustrar la maravillosa obra transformadora del Espíritu Santo en los creyentes. El cuento relata la historia de un pato feo joven que no puede encajar con cualquiera de los otros animales. No es hasta que se encuentra con los hermosos cisnes que su vida comienza a cambiar. Los cisnes son una atracción irresistible para el patito, algo que no puede olvidar mientras que pasa el invierno. Finalmente hace asomo la primavera, que a pesar de sus sentimientos de inferioridad, se percata que no es un pato sino un cisne, al igual que aquellas criaturas que ha admirado.

Con el mismo asombro los días que siguen inmediatamente a nuestra conversión a Cristo son a menudo similares a las experiencias finales del patito feo. Tenemos un gran sentido de la indignidad pecaminosa y, sin embargo, una poderosa atracción hacia Jesucristo. Nosotros respondemos de esa manera, porque ahora conocemos esa naturaleza que Él representa para los que hemos nacido de nuevo. Y pronto nos damos cuenta de que es un proceso humillante y emocionante ser transformados a la imagen de Cristo.

Este texto de la Escritura nos brinda una excelente descripción breve de la obra transformadora del Espíritu. No veremos la gloria del Señor perfectamente de inmediato, pero comenzamos a verla con mayor claridad una vez que conocemos a Jesucristo por la fe.

Pablo se refiere aquí a nuestra santificación básica, que es un proceso progresivo por el cual el Espíritu nos cambia de un nivel de semejanza a Cristo hacia otro. El resultado final será nuestra posición glorificada en el cielo, que es la meta del Espíritu Santo para nosotros y la razón de nuestra esperanza. El Espíritu nos revela lo que seremos en Cristo: "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es." (1 Juan 3:2 RVR1960).

Se que no es nada fácil, pues los afanes de la vida distraen nuestro objetivo como cristianos; pero pidamos ayuda y fortaleza a nuestro Dios, con súplicas y ruegos, para que podamos enfocarnos  más en Cristo y menos en nosotros mismos, mientras el Espíritu transforma nuestras vidas.

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"Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor (Consolador), quien estará con ustedes para siempre. Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes sí lo conocen, porque ahora él vive con ustedes y después estará en ustedes". (Juan 14:16-17 NTV).

Jesús ministró por el poder del Espíritu Santo, y Él ha prometido el mismo Espíritu a todos los creyentes.

Las economías fluctuantes de los países y el  cambiante lugar de trabajo, han dejado a muchos trabajadores con la sensación de que probablemente tendrán que cambiar de trabajo varias veces durante sus carreras.

A pesar de que las economías pueden entrar en nuevas fases y dejar a la gente con incertidumbre, las promesas de Dios siguen siendo completamente confiables. Su promesa, hecha a través de Su Hijo, nuestro Señor y Salvador de enviar al Espíritu Santo es una de esas promesas. Esta promesa bíblica, muy importante, fue dada por Jesús a los discípulos primeramente en el entorno del texto arriba mencionado,  durante la primera parte de su discurso del Cenáculo. Sus palabras, que venían en vísperas de su muerte, dieron mucha consolación a los discípulos; ahora bien, la promesa también es parte del rico legado de Cristo para los cristianos de hoy día.

Esta promesa consiste en cuatro elementos. Primero, Jesús promete un Consolador sobrenatural. Él lo llamó "otro" Consolador, que significa "otro idéntico". Él nos está enviando exactamente la clase de Consolador que Él era, excepto que el Espíritu viviría en nosotros (Juan 14:17).

Segundo, la promesa significa vida sobrenatural para nosotros. Cuando somos salvos y tenemos el Espíritu Santo, nos volvemos sensibles a la labor de Cristo en el mundo, y comenzamos a ver las cosas desde una perspectiva divina (Juan 14:19).

Tercero, el Espíritu viene como un Maestro sobrenatural (Juan 14:26). Este es uno de los aspectos más vitales del ministerio del Espíritu porque nos recuerda nuestra completa dependencia de Cristo.

Finalmente, la promesa de Cristo del Espíritu Santo trae una paz sobrenatural (Juan 14:27). Esta es una paz que agresiva y positivamente trata con nuestros problemas diarios y los convierte en gozo (Filipenses 4:7).

Si conoce y ama al Señor Jesús y le está obedeciendo, la promesa del Espíritu, con todas sus implicaciones, está disponible para que usted la pueda aplicar y disfrutar. (Juan 14:21; 15:5). Agradezca a Dios por la promesa dada del Espíritu Santo, y ore para que pueda entender cabalmente todos los aspectos de esa promesa.

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Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Efesios 2:8-10

Aquellos que conocen y siguen la dirección de Dios experimentarán paz espiritual, alegría y contentamiento. El primer paso para descubrir el propósito de nuestra vida, que hace que todos los otros pasos sean posibles, es recibir a Jesucristo como nuestro Salvador personal. En otras palabras, debemos ser salvos.

Nuestra parte en la salvación es reconocer que somos pecadores, admitir ante Dios que hemos vivido en rebelión contra Él porque queríamos recorrer nuestro propio camino (Isaías 53:6). Entonces pedimos perdón a Dios, profesando en fe que la muerte de Jesús en la cruz pagó por completo nuestra deuda del pecado.

Reconociendo a Jesús como Salvador y Señor personal, entregamos nuestra vida a Él (Romanos 10:9, Gálatas 2:20, 1 Juan 1: 9). Siendo que Él está ahora a cargo, nuestras órdenes y dirección vendrán de Él. Haciéndonos parte de la familia de Dios, tenemos Su Espíritu que nos ayuda a descubrir y llevar a cabo el plan de nuestro Padre.

El propósito de Dios para Sus hijos comprende santificación, mayordomía y servicio. La santificación se describe como el crecimiento continuo de la santidad. El Espíritu Santo, con nuestra cooperación, transformará nuestro carácter para que sea más parecido al del Señor. La mayordomía significa administrar, según las prioridades de Dios y no las nuestras, el tiempo, los talentos y el tesoro que Él nos ha dado. Y el servicio para el reino es para distinguir nuestra vida, así como distinguió la vida de Jesús (Mateo 20:28). Servimos a nuestro Padre obedientemente ministrando a otros.


Mientras buscamos el plan específico del Señor para nosotros, podemos estar seguros de que este incluirá la transformación del carácter, la inversión de nuestros recursos para Su reino y el ministerio a otros.

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Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. 1 Pedro 2:9-12

No siempre tomamos el camino correcto frente a las circunstancias de la vida, muchas son las ocasiones cuando llegamos a la encrucijada de los mil caminos y no alcanzamos a comprender por cual de ellos debemos continuar. Al buscar descubrir el camino correcto y que se conforme al plan de Dios para nuestras vidas, debemos considerar tres cosas antes de llevar a cabo una acción o tomar una decisión:

1. Que glorifique a Dios. Se nos ordena que nuestra luz brille delante de los hombres, así que llevaremos fruto espiritual que glorifique al Señor. A medida que nuestra vida sigue el modelo del Salvador, nuestros pensamientos y respuestas traerán a Jesús alabanza y dirigirá a otras personas hacia Él.

2. Que se conforme a la semejanza de Cristo. Al considerar cualquier decisión, debemos preguntarnos: ¿Esto me ayudará a parecerme más a Jesús o me diferenciará más de Él, permitiendo que vengan tentaciones en mis áreas más débiles y me hagan alejarme de Cristo? Si sometemos nuestros pensamientos y emociones al Señor, Su Espíritu edificará las cualidades de Jesús en nuestra vida. Cuando confiamos en el Espíritu Santo, Él nos ayudará a tomar decisiones sabias y nos guiará con seguridad frente a la tentación.

3. Que se amolde a la voluntad del Señor. Al decidir cómo proceder, es prudente preguntar, ¿Está esto en armonía con la voluntad revelada de Dios? En toda la Escritura, el Padre celestial ha revelado lo que le agrada. Sus mandamientos son claros con respecto a la forma en que los creyentes nacidos de nuevo deben conducirse. Nuestra casa, negocio y nuestro diario vivir deben funcionar de acuerdo a Su voluntad.


Dondequiera que estés, no te dejes presionar por acciones o decisiones que desagradan a Dios. Ejercítate a dar un alto en tu vida y pedirle al Padre que su Espíritu Santo te ilumine y logres entender si cada elección trae gloria a Dios, ayuda a desarrollar el carácter de Cristo en tu vida y te mantiene en el centro del plan y propósito de Dios. Espera en Él, y no te adelantes hasta tener una respuesta.

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“Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.” Mateo 10:22.

¿Ha leído alguna vez el Salón de la Fama de Dios en Hebreos capítulo 11? Estos hombres y mujeres de fe hicieron cosas milagrosas. Conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros, fueron atormentados, otros experimentaron vituperios y azotes, prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá, pobres, angustiados, maltratados; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

¿Y cómo lo hicieron? Mediante la fe.

De los cuales el mundo no era digno; y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;

Algunos tuvieron fe para escapar; otros tuvieron fe para soportar. Si es la voluntad de Dios, la fe para soportar puede ser la clase de fe que Dios quiere que tengas. ¿Será Dios competente, si Él te permite caminar a través del horno ardiente?

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“Me has dado tu escudo de victoria. Tu mano derecha me sostiene; tu ayuda me ha engrandecido.” Salmos 18:35.

¿Se imaginan si nuestra iglesia hiciera más uso de estas virtudes? La cortesía entre los hermanos: el amor en las pequeñas cosas, el amor que dice: "por favor" y "gracias", el amor que retrocede y le da a la otra persona el primer lugar. La misma gentileza que mostró nuestro Señor.

Nunca deja de sorprender cómo los creyentes pierden tan rápidamente su religión cuando salen de la iglesia el domingo por la mañana. Ellos van hacia la salida lo más rápido posible, no se toman el tiempo para saludar y tener un momento de comunión con sus hermanos. Y nunca trate de ayudar en alguna de las tareas de la iglesia. ¡Usted será visto como un usurpador de funciones; un peligro para el "statu quo", es decir, al conjunto de condiciones que prevalecen dentro de la organización hasta el momento!

Que Dios limpie nuestra iglesia de rectitud y orgullo. Que Él nos purifique de cualquier cosa que busque elevarnos a nosotros mismo sobre otros.

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Ahora bien, Sarai, la esposa de Abram, no había podido darle hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Agar. Entonces Sarai le dijo a Abram: «El Señor no me ha permitido tener hijos. Ve y acuéstate con mi sierva; quizá yo pueda tener hijos por medio de ella». Y Abram aceptó la propuesta de Sarai. Entonces Sarai, la esposa de Abram, tomó a Agar, la sierva egipcia, y la entregó a Abram como mujer. (Esto ocurrió diez años después de que Abram se estableció en la tierra de Canaán).

Así que Abram tuvo relaciones sexuales con Agar, y ella quedó embarazada; pero cuando Agar supo que estaba embarazada, comenzó a tratar con desprecio a su señora, Sarai. Entonces Sarai le dijo a Abram:

  • ¡Todo esto es culpa tuya! Puse a mi sierva en tus brazos pero, ahora que está embarazada, me trata con desprecio. El Señor mostrará quién está equivocado, ¡tú o yo!
Abram respondió:
  • Mira, ella es tu sierva, así que haz con ella como mejor te parezca.
Entonces Sarai comenzó a tratar a Agar con tanta dureza que al final ella huyó.
El ángel del Señor encontró a Agar en el desierto junto a un manantial de agua, en el camino que lleva a Shur. El ángel le dijo:
  • Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes y hacia dónde vas?
  • Estoy huyendo de mi señora, Sarai —contestó ella.
El ángel del Señor le dijo:
  • Regresa a tu señora y sométete a su autridad.
Después añadió:
  • Yo te daré más descendientes de los que puedas contar.
El ángel también dijo:
  • Ahora estás embarazada y darás a luz un hijo. Lo llamarás Ismael (que significa “Dios oye”), porque el Señor ha oído tu clamor de angustia. Este hijo tuyo será un hombre indomable, ¡tan indomable como un burro salvaje! Levantará su puño contra todos, y todos estarán en su contra. Así es, vivirá en franca oposición con todos sus familiares.
A partir de entonces, Agar utilizó otro nombre para referirse al Señor, quien le había hablado. Ella dijo: «Tú eres el Dios que me ve». También dijo: «¿De verdad he visto a Aquel que me ve?». Así que ese pozo fue llamado Beer-lajai-roi (que significa «pozo del Viviente que me ve»). Aún se encuentra entre Cades y Bered.
Entonces Agar le dio un hijo a Abram, y Abram lo llamó Ismael. Abram tenía ochenta y seis años cuando nació Ismael. Génesis 16:1-16 NTV.

Dios responde a la oración de una de tres maneras: "sí", "no" o "sí, pero no todavía". Esta última respuesta parece ser la más temida, a veces incluso más que un rotundo "no". Un rasgo importante para el cristiano, como lo enfatiza la Escritura repetidamente en historias, salmos y epístolas.

Esperar al Señor para desatascar el camino es siempre más sabio que intentar hacerlo nosotros mismo, incluso cuando el retraso ha sido largo. Después de que Dios le prometió a los descendencia a  Abraham, (Génesis 12:2), vivió durante 25 años con una respuesta de "todavía no". Después de ese cuarto de siglo, la respuesta finalmente se convirtió en "sí". su propio plan para obtener un heredero, por medio de la sierva de Sara, Agar, resultó en el nacimiento de Ismael. La pareja pudo haber estado convencida de que estaban "ayudando" a cumplir el plan de Dios, pero realmente estaban actuando en independencia a Sus planes. Las consecuencias fueron desastrosas. La amargura y la culpa afectaban a todos los miembros de la familia (Génesis 16:4-6, Génesis 21:9-10). Es más, el pueblo Ismaelita vivió en enemistad con sus vecinos, y esa hostilidad persiste hoy día en Oriente Medio (Génesis 21:9-14, Génesis 25:18).


Nuestra paciencia permite que Dios prepare el camino del otro lado por lo cual se encuentra obstruido. Incluso si pudiéramos forzar nuestro camino manipulando las circunstancias, no estaríamos contentos con lo que encontraríamos allí. ¡Nadie en el campamento de Abraham estaba satisfecho con la situación que crearon! Sólo podemos tener alegría y gozo cuando tenemos acceso a la voluntad del Señor en el mismo momento en que Él ordene. Las bendiciones que encontraremos al otro lado del camino cuando Dios lo abra, siempre habrá valido la espera.

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Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día. Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio. Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días. Hechos 16:5-12.

No podemos dejar de sentirnos decepcionados o confundidos cuando se nos cierra el paso frente al camino. Ciertamente nuestro Padre celestial a menudo nos impedirá seguir adelante cuando Él quiere reorientar nuestros pasos hacia un camino diferente. Lo que determina si participamos de Su mayor bendición es nuestra reacción: Insistiremos en avanzar por el camino cerrado o transitaremos por el camino que se nos ha abierto.

El segundo viaje misionero de Pablo incluyó una serie de señales de: "paso cerrado" divino. El apóstol se había dispuesto visitar las iglesias que había iniciado en Asia, pero el Espíritu Santo lo alejó de sus propósitos ciudad tras ciudad. Debe haber sido muy desconcertante ser impedido de llevar a cabo la comisión del evangelio (Mateo 28:19).

Pablo seguía viajando en busca de un terreno fértil donde pudiera plantar una iglesia nueva, y finalmente el Señor desveló el camino a Macedonia. La nueva ruta finalmente lo llevó a ciudades prestigiosas de esa época. Filipos, Corinto y Éfeso eran importantes centros comerciales llenos de dignatarios y comerciantes extranjeros que podían llevar el evangelio más lejos y más rápido que Pablo.

El apóstol partió con un plan sabio y racional, pero el razonamiento humano no siempre es confiable. La Biblia nos dice que debemos confiar en el Señor en lugar de nuestro propio entendimiento (Proverbios 3:5). Si queremos seguir la voluntad de Dios para nuestra vida, debemos vivir por el impulso del Espíritu. Considera que el Creador del universo está tomando un momento para empujarte en la dirección correcta para que seas fructífero y bendito. Síguele, y Él dirigirá tus pasos por los caminos correctos y por las mejores sendas.

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"Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos." (Mateo 9:37).

En su recorrido por las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, y predicando el evangelio del reino,  Jesús  muestra otra razón de Su ministerio. Él ministraba porque la gente se enfrentaría al juicio final de Dios.

Jesús ministraba compasiva e incansablemente porque podía ver la consumación final del juicio divino al cual debía enfrentar cada persona, cada uno en las multitudes que no creían en Él. Pablo comprendió estas mismas motivaciones por lo que escribió: "Dado que entendemos nuestra temible responsabilidad ante el Señor, trabajamos con esmero para persuadir a otros. Dios sabe que somos sinceros, y espero que ustedes también lo sepan." (2 Corintios 5:11 NTV).

En 2 Tesalonicenses, Pablo describe un cuadro vivo del juicio de Dios: "cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder" (1:7-9).

Es fácil perder la percepción de la inminencia y la inevitabilidad del juicio de Dios, pero el cristiano que pierde de vista ese juicio pierde una parte importante de su razón cristiana, que es la de ser testigo.

Cuando Jesús vio a las multitudes, Él les enseñó, les predicó y las sanó, con el propósito final de que pudieran venir a Él y escapar de la cosecha del juicio que de otra manera no podrían evitar.

Piense en el peso del pecado que ya ha sido quitado de usted, y que  todavía hoy la misericordia de Dios está disponible y la promesa de Su perdón restaurador está activamente en vigor. Imagine peso del pecado en aquellos que pagarán su precio por la eternidad. Asegúrese de que, al ser testigo, no minimice el peso que causa el pecado.

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"Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor." (Mateo 9:36).

Los escribas y los fariseos ofrecían una religión que sólo aumentaba las cargas en vez de quitarlas. Para ellos, el pueblo común era objeto de  menosprecio, no de compasión; individuos para ser explotados, no servidos. En ese sentido, los escribas y los fariseos eran verdaderos descendientes de los falsos pastores contra los que el Señor había hablado fuertemente siglos antes por medio de Ezequiel (34:2-4).

Muchos líderes religiosos de hoy todavía están tratando de mantener a la gente fuera del reino, distorsionando y contradiciendo la Palabra de Dios y pervirtiendo el camino de la salvación. Al decirle a la gente que ya están salvos porque "un Dios bueno nunca condenaría a nadie al infierno", llevan a la gente a contentarse con sí mismas y a no ver la necesidad de arrepentimiento y salvación, cerrando así la puerta de gracia que Dios ha provisto. Del mismo modo, cuando se les dice a las personas que pueden labrar su propio camino hacia Dios, evitando ciertos pecados, realizando ciertas buenas acciones o participando en algún ritual prescrito, también están siendo engañados y abandonados en su condición perdida.

Qué maravillosamente refrescante debe haber sido escuchar a Jesús decir: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (Mateo 11:28-30). Qué contraste de esas palabras con la enseñanza de los escribas y fariseos.


Probablemente  usted  no esté consciente, pero ¿el evangelio que usted presenta a otros involucra más requerimientos del que el mismo Jesús pedía? Asegúrese de que el evangelio que proclama es completamente acerca de liberar las cargas del pecador y no acerca de colocar más cargas de las que ya está llevando.

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Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Juan 8:44.

Llevados por la inseguridad y desconfianza en la capacidad de ser aceptados tal como somos, podemos caer en la tentación de adornar aquí y allá nuestra historia y nuestras habilidades de forma que causemos una impresión favorable en las demás personas. Un ladrón podrá aseverar más robos de los que realmente ha hecho si tiene que presumir delante de los compañeros carcelarios, o se pueden haber realizado más proezas sexuales de las habidas entre un grupo de hombres que se retan en su capacidad viril, o una madre puede hacer que su hijo mejore las notas y apruebe cursos con fin de que aparezca como una madre exitosa con un hijo bien educado.

Apoyarse en la mentira es un recurso fácil que evita pasar por los esfuerzos y penurias de una vida de esmero personal, aun cuando el precio que se corre es la posibilidad de ser descubierto. Esto es muy similar a la persona que difunde rumores falsos para desacreditar a las personas que envidia; se arriesga a ser descubierto y pronto la conducta descubierta se vuelve  en su contra, desprestigiándose a sí mismo, antes  que a quien quería desacreditar.

Mientras que la persona sincera no tiene que vigilar la versión que da de sus anécdotas y los episodios vividos, porque los transcribe al dictado de su memoria, por el contrario el mentiroso debe controlar la  versión que da de su historia, para que resulte coherente con la escuchada por cada persona ante la que ha presumido.

Cuanto más se cae en la tentación de mentir más difícil es controlar la abundante base de datos de las versiones dadas y más imposible resulta comentar, repetir o seguir con coherencia lo narrado, de forma que los detalles desentonan y de pronto aquel personaje famoso es novio de una prima mientras que antes lo era de una hermana; o estuvieron estudiando dos años en el extranjero al mismo tiempo que esos mismos dos años estudiaban un Master de prestigio en la localidad donde vivían y así por el estilo.

El hábito de mentir se puede transformar en un trastorno de la personalidad que podríamos llamar 'seudología fantástica' que no es otra cosa que una compulsión a imaginar una vida, unos acontecimientos y una historia con el fin de causar una impresión de admiración en los oyentes.

Este afán por impresionar está basado en la imperiosa necesidad de resultar valiosos, sobresalientes e inteligentes por medios fraudulentos, ya que por los legítimos, genuinos y espontáneos desconfiamos poder conseguir. Refleja, por un lado, el anhelo de ser dignos de amor y amigote de los demás, como antes lo éramos de los padres; por otro lado, se pone de manifiesto nuestra profunda incertidumbre de no ser dignos, en base a la distancia, la dureza, el aislamiento y la falta de adaptación que sufrimos, muy parecido a lo que se experimenta cuando se sufre algún tipo de minusvalía.

El mentiroso fantasioso coge el atajo de robar la atención y aprecio por la vía fácil del engaño (las palabras son cómodos sustitutos de los hechos) en lugar de mostrarse tal como es, porque, tal vez, es mucho más modesto de lo que su ambición soporta. No se conforma con ser una persona cualquiera (probablemente se ve a sí misma con excesivo desarraigo) sino que desea ser siempre una personalidad de primera magnitud, de esas que los demás admiran embelesados y envidiosos.

De igual forma, mintiendo, logran satisfacer el ansia que les proporciona las migajas de aquello que les gustaría. Imaginando que son ricos, que seducen a las personas más bellas, sienten un gusto (que el disgusto de ser sólo fantasías) no acaba por gratificar y que puede convertirse en deleitoso manjar para satisfacer necesidades que de otra forma nunca realmente será completa, pero que a base de mentira tras mentira, engaño tras engaño, fantasía tras fantasía les hace sentir el sueño tan real que casi lo pueden creer.

Lo que les gustaría hacer, lo que en imaginaciones se prometen, lo que según sus cálculos inflados seguramente les acontecerá puede hacerles correr tanto en el tiempo, que disfruten precipitosamente de lo que todavía no son, y ello no les prepara para el naufragio de sus ilusiones durante el transcurso despiadado de la vida. Este tropiezo no les sucede a quienes su mirada alcanza un escalón arriba, sólo cuando ha mirado bien que ha pisado el actual.

El problema del pseudólogo es que para mentir tanto y que no se note ha de hacer lo mismo que un actor que representa un personaje y quiere resultar creíble: esforzarse tanto, como si uno fuera esa persona inventada, que realmente uno se confunda y olvide de quien es realmente.

El personaje suplanta al yo, con lo que su personalidad se instala en una base falsificada muy peligrosa, porque los halagos, impresiones y valoraciones que consiga arrancar a los demás con sus tretas, en realidad nunca los podrá saborear, porque sabe que no están dirigidos al yo autentico, sino al falso, con lo cual no logra sentir lo que le gustaría sentir: sus dobles vínculos impiden que los placeres le lleguen. Como la sed de mérito nunca se sacia por este procedimiento, cada vez, la persona está más descarriada e insatisfecha; entonces debe buscar motivos para curarse con la medicina que le empeora.

La cura del mentiroso es sustituir la mentira por la búsqueda de la excelencia. Reconociendo su necesidad de brillo y atracción, dedicarse con firmeza a mejorar sus méritos verdaderos, bien sea profesionales, culturales, relacionales, con suficiente persistencia y seguridad, puesto que si ha caído en la mentira es por impaciencia. Jugar limpio, ser genuinos, es el mejor camino para ser aceptados por los demás. Lo primero es que nos acepten aun siendo humildes y mediocres.

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