Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

Las setenta semanas en Daniel, parte I

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Principios que reglamentarán la interpretación de la profecía

A través de estos artículos me propongo llevar ante los lectores los resultados del estudio de la profecía de las setenta semanas en Daniel 9.

Escritos, estudios  y discursos sobre profecía siempre excitan el interés, porque apelan al elemento de la curiosidad, que es relevante en la naturaleza humana. Pero estos escritos, estudios y discursos serán de beneficio a los oyentes sólo en la medida que interpreten correctamente la Palabra de Dios. En el caso de las profecías que están aún  por cumplirse la tarea de interpretación resulta un tanto difícil; sin embargo existen, por otra parte, escritores y expositores de temas proféticos que están bajo la constante tentación de caer en conjeturas y especulaciones,  incluso en vuelos de imaginación. Mucho se ha desarrollado como  interpretación de la profecía, lo cual no ha sido completamente demostrado, pero tampoco ha podido ser refutado, excepto por el acontecimiento en sí, como en los casos donde se han fijado fechas para la venida de Cristo.

Otro hecho que nos ha sido inducido en este sentido es que no ha habido avances en la interpretación de la profecía no cumplida durante muchos años. En conferencias, libros y revistas sobre temas proféticos, las mismas cosas se repiten hoy en día con poca variación de lo dicho hace algunas décadas. Parecería que por alguna razón, el Señor, no ha estado en los últimos tiempos arrojando luz fresca sobre esta parte de su preciosa Palabra. Una reflexión objetiva acerca esta cuestión es que por un lado, los escritores y expositores sobre profecías han llegado al final del recorrido, y por el otro lado, el pueblo de Dios acepta las meras conjeturas, teorías no comprobadas, o en el mejor de los casos las solas probabilidades, como interpretaciones de las Escrituras proféticas. Es necesario que haya una renuncia de nuestras ideas especulativas, y dar media vuelta en algunos de nuestros pasos (que se han ido distanciando de la verdad), antes que pueda haber algún avance real en cuanto a la comprensión de esta parte de la Palabra de Dios.

Teniendo esto en mente, me propongo entrar en la presente serie de artículos, que se guiarán por ciertos principios que, creo, deben controlar en todo momento a aquel que ejerce la exposición de la Palabra de Dios a sus hermanos en la fe.

El primero de estos principios controladores es, no aceptar, ni prestar atención como interpretación comprobada, cualquier cosa basada en conjeturas o mera probabilidad; sino sólo lo que es compatible, ya sea por prueba directa de la Escritura, o por deducción razonable de la misma. Es mucho mejor no tener ninguna explicación de un pasaje difícil, que aceptar una que puede llegar a ser incorrecta. No es fácil renunciar a una idea una vez que nos hemos comprometido con la misma.

De hecho, lo que sobresale en el camino de la aceptación sobre una nueva luz y verdad de las Escrituras es la fuerte evasiva de la mente humana, a rendirse o incluso a examinar los fundamentos, opiniones que posiblemente fueron aceptadas inicialmente en la sola autoridad humana, y sin ningún tipo de consulta en cuanto al apoyo que se puede encontrar en la Palabra de Dios.

Otro principio regulador es que las explicaciones argumentadas en que se basa cualquier interpretación deben ser tomadas de la misma Palabra de Dios. Es esencial para la interpretación de cualquier y cada pasaje de la Escritura, que sea cual sea la información que suministremos, esta se encuentre apoyada en algún lugar de la misma Biblia. De no ser así, la Sagrada Escritura no sería capaz de hacer que el “hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, 2 Timoteo 3:17. Debemos, por supuesto, apelar a la historia con el fin de demostrar el cumplimiento de la profecía; esto no puede ser demostrado de otra forma. Sin embargo, la interpretación de la Escritura es un asunto aparte.

Por otra parte, donde quiera que ofrezcamos una declaración u opinión al lector u oyente para su aceptación, nos sentiremos obligados a dar junto con esta, las pruebas por la cual la consideramos como fundamentada. Esto debe ser una exigencia de cada escritor. Pero, tristemente, en la actualidad hay en circulación muchos libros y expositores que tratan de temas bíblicos, cuyos autores se consideran a sí mismos ser esta alta "autoridad" y habitualmente hacen afirmaciones del tipo más radical, sin citar en su apoyo ninguna prueba Bíblica. Por tanto, seriamente advierto a los lectores que tengan cuidado de todo tipo. No está de acuerdo con la mente de Dios que su pueblo se fije en cualquier "autoridad" humana. Su propia Palabra es la única autoridad.

Estos artículos están planeados para el beneficio del  "creyente común". Es por esa razón que aquello que, por la gracia de Dios se ha dispuesto, es hacer que cada declaración y conclusión sea muy sencilla, y apoyada por las evidencias claras de las Escrituras; que el lector u oyente ordinario sea capaz, tanto de ver por sí mismo el significado del pasaje, como de comprender perfectamente la evidencia de las escrituras por la cual se determina el significado. Así que va a ser totalmente independiente de toda "autoridad" humana.

Este punto es muy importante porque, como están las cosas, sería difícil o imposible encontrar a alguno cuyo punto de vista de la profecía de las setenta semanas, no se encuentre fundamentado en cuanto a una o más características esenciales, sobre la mera autoridad humana. En el caso de este estudio, me propuse (en lo que se refiere a la cronología del período profético) no tener mayor fundamento que no fuesen las opiniones de ciertos escritores sobre temas Bíblicos; aunque entiendo que habrán otros igualmente capacitados que tengan un punto de vista totalmente diferente. Pero tengo la plena certidumbre de que tengo una base firme bajo mis pies; porque cada conclusión descansa sobre la roca inquebrantable del propio testimonio de la palabra de Dios. Y así es como debería ser.

Es mi mayor deseo inculcar a los lectores que las pruebas proporcionadas por las Escrituras para la comprensión de esta gran y maravillosa profecía no son difíciles de entender o aplicar. Por el contrario, son muy simples. Tomando un tiempo para la reflexión se dará cuenta que no podría ser de otra manera. Porque las Escrituras fueron escritas, no para eruditos, sabios o seres especiales, sino para la mente simple, 1 Corintios 1:26-29. Nuestro Señor Jesucristo dijo, hablando de esta misma profecía: "El que lee, entienda", Mateo 24:15; y no nos deberá sorprender encontrar, que todos los materiales necesarios para la comprensión de la materia están contenidas en la misma Biblia.

Una Profecía de importante interés

La porción de la Escritura que estamos a punto de estudiar es una de las más maravillosas y sustancialmente importante en la Palabra de Dios. Lo que es de gran interés en ella, es la medida de tiempo divinamente revelada, que empieza con el regreso de los israelitas separadamente de los eventos históricos de Babilonia, segundo en importancia después de la salida de Egipto - hasta el evento culminante de toda profecía y toda la historia, incluso "hasta el Mesías", y su humanidad cuando sería "cortado y no tendrá nada".

La propia naturaleza de las cosas reveladas aquí, es una confirmación de que, en las mismas Escrituras se encuentra todo lo necesario para una correcta y clara comprensión de las mismas; y, además, que todo el asunto se encuentra dentro de la comprensión de los creyentes ordinarios. Todo lo que pido a los lectores es su mayor atención, en una actitud de  oración, a los pasajes de las Escrituras a los que haré referencia. Con la única finalidad de que confiadamente puedan ser capaces de entender cada tema desarrollado, y ver por sí mismos si se encuentra apoyado o no, en la Palabra de Dios.

Por último queremos decir que las conclusiones presentadas aquí, no incluyen nada que no haya sido señalado por conocidos expositores de la Biblia de otros días. Si alguno de los lectores se encontrara en desacuerdo con respecto a cualquiera de los asuntos establecidos en la serie de artículos de este tema, pedimos de ellos una paciente observación y análisis de las pruebas abordadas, junto con la medida de tolerancia bondadosa que se espera en tales casos, entre los que están, con igual sinceridad, buscando conocer la mente de Dios.

"El profeta Daniel" (Mateo 24:15)

El libro de Daniel difiere en marcados detalles de todos los demás. El elemento extraordinario abunda en él; y debido a esto ha sido en los últimos años un objeto de ataques venenosos por los enemigos de la verdad. Por otra parte, las declaraciones encontradas en él no son, al igual que otras profecías, de la naturaleza de exhortaciones y advertencias a las personas de ese tiempo; porque Daniel no era (como los otros profetas), el mensajero de Dios a las personas de la misma época de Daniel. Son de naturaleza de revelaciones divinas, dadas a Daniel, ya sea en forma de visiones, o de mensajes directamente enviados del cielo. De manera que, el libro es visto no para el pueblo del propio tiempo de Daniel, sino para aquellos de un período o períodos posteriores. En ese libro podemos observar una diferencia muy marcada entre las profecías dadas a Daniel, y a otros profetas.

Por otra parte, el libro de Daniel tiene que ver de una manera muy especial con Cristo; y por esta característica designaré  especial atención. Cristo mismo es claramente observado en este libro, una vez en la tierra en medio del horno de fuego ardiendo, entregado a los hombres que esperaban en su Dios (3:25); y una vez en el cielo, recibiendo un reino eterno (7:13-14). También está el hecho de que a Daniel se le dio la medida exacta del tiempo de un evento claramente marcado en su propio día - un evento para el cual fervientemente había orado - la venida de Cristo, y ser "cortado". Por otra parte, en ese mismo contexto, Dios reveló a Daniel las cosas maravillosas que iban a ser logradas a través de la crucifixión de Cristo, así como los juicios abrumadores, muy superiores a cualquier cosa de la naturaleza, las cuales fueron a caer sobre la ciudad, el santuario y el pueblo, como consecuencia del rechazo y crucifixión de Cristo.

Por otra parte, este libro contiene, no sólo predicciones que habían de ser cumplidas en la primera venida de Cristo, sino también predicciones relacionadas con el final de la época actual. Porque tenemos en la visión de la gran imagen de oro, plata, bronce, hierro y barro, registrada en el capítulo 2, un esquema del curso de la historia humana desde el propio tiempo de Daniel hasta la segunda venida de Cristo en poder y gloria; y la amplitud de la profecía es tal que abarca los principales cambios políticos de todo el mundo.

Debido al carácter único e importante este libro, ha sido atacado con fuerza, se ha hecho todo lo posible por levantar dudas sobre su autenticidad y se han hecho grandes esfuerzos por convencer a las personas en general que no fue escrito por Daniel, o en su día. Esos intentos han fracasado notablemente; pero los esfuerzos de nuestro adversario, Satanás, por desacreditar este libro todavía no se han mostrado en las burdas interpretaciones, errores de cálculo y perspectivas fantasiosas que se han derramado en nuestros días.

Una manifestación de los esfuerzos que se realizan para nublar la profecía de Daniel se encuentra en las palabras de Cristo cuando, al referirse directamente a esa profecía, dijo: "el que lee entienda", Mateo 24:15. Pero esas palabras también pueden ser tomadas como un estímulo para buscar una comprensión correcta de esa maravillosa serie de profecías.

El principal interés de este estudio se centra en la profecía dada a Daniel en el primer año del imperio medo persa, y que se encuentra en el noveno capítulo; y es a esta profecía que deseo dirigir la reflexión. En general, se conoce como la profecía de las setenta semanas (Daniel 9:24-27).

Primeramente, el entorno de esta profecía debe ser observado  cuidadosamente. Daniel había aprendido, a través de Jeremías 25:11; 29:10, que el período que Dios había establecido para las "desolaciones de Jerusalén" era exactamente de setenta años (Daniel 9:1). Ese período estaba entonces a punto de expirar. Luego de dos años, por decreto emitido por Ciro mediante el cual terminaba el cautiverio, se le permitió a los Judíos (e incluso se les exhortó) a volver a su tierra y a la ciudad de Jerusalén, Esdras 1:1-4. Que este fue el cumplimiento de la profecía de Jeremías se conoce con certeza, ya que se registra en Esdras 1:1, porque “despertó Jehová el espíritu de Ciro” para emitir ese decreto, con el propósito expreso que "se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías". Este es un pasaje incomparablemente maravilloso e impresionante.

El efecto sobre Daniel de recibir esta revelación fue enviarlo de rodillas en confesión y oración. Su oración debe examinarse cuidadosamente. Se verá que tiene que ver totalmente con la ciudad, el santuario y el pueblo de Dios, con especial referencia a las "desolaciones" de la ciudad. Se verá también que estos mismos temas son los que ocupan la profecía que el ángel Gabriel trajo a Daniel en respuesta a su oración. Hacemos un llamado de especial atención a esto, y también a los siguientes puntos de interés:
  1. La respuesta de Dios a la oración de Daniel estaba en la forma de una revelación traída a él por el ángel Gabriel, quien afirmó, como primer elemento de la información, que los setenta años de cautiverio debían ser seguidos por un período de setenta semanas (de años). La palabra dada aquí por "semanas" es literalmente "sietes"; por lo que no hay duda de que el periodo especificado en esta profecía es de setenta semanas de años, es decir, 490 años.
  2. El decreto que debía poner fin a la cautividad mediante la liberación de los Judíos, concediéndoles la libertad de regresar a su tierra y reconstruir la ciudad y el santuario, debía ser el punto de partida del período "determinado" de setenta sietes de años. Esto puede ser observado claramente en la profecía misma en relación con Esdras 1:1-4 y otras Escrituras en lo sucesivo; y es importante - de hecho necesario con el fin de evitar ser engañados - que nos aferremos a este hecho y mantenerlo presente. Así se confirma que la época del anuncio del decreto de Ciro en el primer año de su reinado (como único rey), en virtud de la cual la ciudad y el templo fueron reconstruidos bajo Zorobabel y Josué, era a la vez la terminación de los 70 años de cautiverio y también el punto de partida para el período profético de 70 sietes, que habían sido "determinados", o planificados en los consejos del cielo, sobre el pueblo y la ciudad santa. Cuando el período de una era termina, los otros (a sólo siete veces más tiempo) estaban por comenzar. Una vez más pedimos que se tome nota cuidadosamente este punto. Plena prueba de su corrección se da en el artículo siguiente.
  3. Daniel, en su oración, había confesado los pecados de su pueblo, pecados por los cuales Dios había traído sobre ellos las "desolaciones" de su ciudad y el santuario. Pero, a su intenso dolor, sin duda, el ángel Gabriel le reveló que un pecado mucho más terrible, la culminación misma de los pecados de la gente, aun, iba a ser cometido por ellos. Esto iba a ocurrir dentro del período "determinado" por la profecía; y por otra parte, como consecuencia de ello, un juicio mucho más severo caería sobre ellos, incluso la destrucción total de la ciudad, del santuario, el barrido de la nación como "una inundación", y las "desolaciones" de larga duración de tiempo. No es extraño hallar a Daniel afligido y desfallecido  el tercer año de Ciro, todavía de luto y ayuno de tres semanas, lamentando que sus fuerzas se cambiaron en desfallecimiento y sin ningún vigor, Daniel 10:2-3, 8. Daniel había dicho en su oración: "Todo Israel ha transgredido tu ley apartándose", Daniel 9:11. Una respuesta evidente para esto se ve en las palabras de Gabriel, "setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la transgresión". Con esto podemos comparar las palabras de Cristo, pronunciadas a los líderes de Israel, justo antes del discurso de los Olivos: "vosotros también llenad la medida de vuestros padres", Mateo 23:32. Lo hicieron mediante el rechazo y la crucifixión.
  4. La característica más importante de la revelación traída por Gabriel a Daniel era la medida precisa del tiempo (69 sietes, o 483 años) "hasta el Mesías, el Príncipe"; y el momento en que el Mesías iba a ser "cortado y no tienen nada". Esta es la maravilla de las maravillas, la profecía de profecías.
  5. El ángel Gabriel, que trajo estas maravillosas predicciones de Daniel, es el mismo que anunció la aproximación del cumplimiento de ellos a Zacarías y a María (Lucas 1:11-19; 26).
  6. La expresión utilizada por Gabriel a Daniel, "tú eres muy amado", es el equivalente exacto de la palabra dirigida por el mismo mensajero a María - "tú muy favorecida". Esta expresión se le asigna tres veces a Daniel, y a nadie más excepto a María; y Gabriel es el único ángel empleado para dar a conocer a los hombres la revelación del misterio de la redención".
  7. La revelación abarca dos temas principales (a) la venida y corte del Mesías, (b) la destrucción y "desolación" de la ciudad y el santuario. Es un hecho muy familiar a todos los lectores de la Biblia, que Cristo Jesús invocó esta profecía en la mente de sus discípulos en la víspera de ser "cortado" y les anunció en ese momento la cercanía de la destrucción y "desolación" de Jerusalén y el templo (Mateo 24: 1-22; Lucas 21:20-24).
En estos siete puntos tenemos los elementos principales para una correcta comprensión de la profecía.

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