Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

El juicio de Dios contra los malvados es universal

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¡Se acerca el día cuando yo, el Señor,
    juzgaré a todas las naciones paganas!
Como le hiciste a Israel,
    así se hará contigo.
Todas tus malas acciones
    recaerán sobre tu cabeza.
Así como te tragaste a mi pueblo
    en mi monte santo,
así tú y las naciones vecinas
    se tragarán el castigo que derramaré sobre ti.
Sí, todas las naciones beberán, se tambalearán
    y desaparecerán de la historia. Abdías 15-16 NTV.

Introducción 

Nuestro objetivo hoy es estudiar el penúltimo verso del profeta Abdías. Vamos a estudiar hoy Abdías 15-16. En este texto vamos a encontrar otra profecía condenatoria para Edom. Así como ellos habían maltratado al pueblo de Israel, el Señor, soberano y controlador de todo el universo y, por lo tanto, de todas las naciones, iba a retribuir sus malas acciones.

Esta retribución de nuestros actos pecaminosos nos debería recordar dos textos importantes. El primero está en el Antiguo Testamento en el libro de Proverbios: “Aunque su odio se cubra con disimulo, Su maldad será descubierta en la congregación. El que cava foso caerá en él; Y al que revuelve la piedra, sobre él le volverá”, Proverbios 26:26-27; y nos muestra que nuestras malas acciones, tienen consecuencias en contra de nosotros mismos. El segundo texto está en el Nuevo Testamento, escrito en la carta de Pablo a los Gálatas: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”, Gálatas 6:7-8.

Ahora bien, ante estas verdades, ciertamente es posible entender claramente el mensaje de estos dos versículos. Siendo nuestro Dios, un Dios creador, soberano, omnisciente, omnipotente y omnipresente, sin duda no dejará pasar impunes nuestras actitudes carnales, que revelan todo lo que hay de malo en nuestro interior. Dios quien es soberano, juzgará a todos los impíos de acuerdo con su justo juicio. Este juicio es universal y ningún reino, nación, gente, familia, individuo será libre de este encuentro con el Señor.

Porque Dios es soberano, desde el Antiguo Testamento leemos acerca del reino de Dios, y sobre la posibilidad de pertenecer a ese reino, pero es necesario someternos a él y a sus leyes, que revelan su carácter santo y justo. El gobierno, el dominio soberano de Dios es universal, absoluto e inmutable (inalterable). Y esta verdad puede ser comprobada a través de las siguientes afirmaciones:


  1. La soberanía de Dios es universal. Ella se extiende sobre toda su creación; animada e inanimada. En el reino de los seres vivos, Dios ejerce dominio sobre los ángeles, la humanidad y los animales inferiores. Ni siquiera un pájaro cae sin la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos (Mateo 10:29-31 cf. Lucas 21:18). Asimismo, ya anteriormente el salmista había proclamado: “Jehová estableció en los cielos su trono, Y su reino domina sobre todos”, Salmos 103:19. 
  2. La soberanía de Dios es absoluta. La autoridad de Dios es perfecta en su administración; ella es ejercida a través de la infinita sabiduría de Dios, y es potente en la extensión de su poder, gloria y dominio. No hay, ni habrá quien ponga límites, en el lugar de autoridad, ni al poder del Dios soberano. En el desarrollo de sus propósitos y planes eternos, el Señor actúa según su voluntad en los habitantes del cielo y en los habitantes de la tierra. Nada en toda la creación es capaz de resistir la voluntad de Dios, o frustrar sus propósitos, ya sea por medio de hombres, superhombres, ángeles caídos, espíritus malignos, o cualquier otra cosa. Isaías declaró esta gran verdad cuando, inspirado por el mismo Dios escribió: “Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado”, Isaías 14:24.
  3. La soberanía de Dios es inmutable. Se mantiene inalterable en el tiempo y bajo cualquier circunstancia. El gobierno y dominio soberano de Dios no pueden ser ignorados; no pueden ser rechazados y no pueden ser frustrados o impedidos por la humanidad o cualquier otra cosa en la creación. El poder y dominio soberano de Dios sujeta a todas las criaturas tan completamente como las leyes físicas sujetan el universo material. Lo que Dios ha decretado o preordenado acontece inevitablemente. Así dice la Escritura: “Jehová hace nulo el consejo de las naciones, Y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones”, Salmo 33:10-11.


El dominio universal de Dios en los cielos y la tierra es eterno y universal, y se basa en su papel como creador y sustentador. Y porque Él es santo y justo, podemos confiar que en Dios no hay acepción de personas. Pedro entendió este situación cuando predicó por primera vez a los gentiles (Hechos 10:34). Por lo tanto, esa misma verdad es reafirmada en toda la Escritura cuando nos muestra la necesidad de que todos se inclinen ante él. Dios es un juez justo. Corresponde al hombre conformarse a la voluntad del Señor, porque todos serán juzgados. Por desgracia, al igual que Israel fracasó en ser la nación santa que Dios deseaba, también fracasaron otras naciones en gobernar con justicia y equidad. Frente a esta evidencia todos se enfrentan al juicio del Señor.

Aunque hemos dado estas referencias tan claras, tenemos que reconocer que uno de los problemas del hombre es negarse a aceptar la soberanía de Dios en su vida. Esto sucede porque el hombre no entiende el derecho absoluto de Dios para gobernar su vida. Dios tiene este derecho inherente, porque Él es el Creador. Tenemos que entender que nada acontece en la tierra sin la autorización o aprobación de Él. Hago esta precisión porque Él permite que ciertas cosas sucedan aun cuando están en contra de su voluntad, pero eso no quiere decir que él las apruebe. De alguna manera el hombre tiene elecciones que debe hacer. Incluso, que Dios permita el ejercicio de esa libertad, no significa que Él apruebe las escogencias del hombre que sean contrarias a su santa voluntad. Mientras tanto, la soberanía de Dios no se ve disminuida por el ejercicio de la voluntad del hombre, y por eso, todos seremos juzgados.

Dios hizo del Mesías un rey: “Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte”, Salmo 2:6. Cristo fue el gobernador elegido por Dios: “de ti me saldrá el que será Señor en Israel”, Miqueas 5:2. Y debido a que el Mesías será el rey, Él gobernará por el Padre (cf. Abdías 1:21).

El Juez estará sentado. Millones y millones de personas estarán delante de Él, esperando la sentencia. A la orden del Juez, toda la multitud comienza a moverse. Serán separados de acuerdo a su carácter y colocados a la derecha y a la izquierda. Millones de personas que alguna vez estuvieron entre los santos y fueron estimados por otros debido a su piedad, ahora se encuentran aislados de aquellos y situados entre los malvados, a la izquierda. Por otro lado, un número de almas desdichadas, pero de corazón sincero e impotentes, que a juicio de otros eran considerados como los insensibles de entre la izquierda, pero ahora, con gozo inefable, se encuentran situados de entre los de la derecha del juez, que los contempla con amor y bondad.

El juicio se inicia. Dios juzgará los secretos de los hombres por medio de Jesucristo. Todas las obras de todos los hijos de los hombres serán juzgados. ¿Qué extrañas revelaciones manifestará este juicio? Serán juzgadas las obras, las creencias, la fe, serán evaluadas en Dios, el Mesías, el Rey, el Juez, el Señor Jesucristo.

Los salvos, justificados, regenerados, redimidos, oirán de Jesús las palabras más hermosas de toda su vida: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”, Mateo 25:34. Pero, por desgracia, los perdidos, los que no fueron justificados, los que se mantuvieron rebeldes contra el Hijo y el Padre van a escuchar del Supremo Juez las palabras que serán llevadas por toda la eternidad: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, Mateo 25:41.

Así como seamos, todos daremos cuenta a nuestro Dios y Juez Supremo, individuos, familias, pueblos, naciones estarán en ese tribunal. Edom y muchas otras naciones serán juzgadas. Entonces estos versículos nos advierten que: Todos los soberbios que actúan impíamente enfrentarán el juicio universal divino.

En este texto encontramos tres declaraciones sobre el juicio universal divino.

1° El juicio divino universal, llegará a todas las naciones, v. 15 

“Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones”.

El Día del Señor sobre Edom y otras naciones se presenta claramente en estos versículos. En la primera parte de este versículo, el día del Señor que está por venir, es un tiempo de juicio espantoso. Se está aproximando, está cada vez más cerca y se aplica a Edom y todas las naciones, incluyendo a aquellos que fueron llamados para levantarse contra Edom (cf. vs. 1). Abdías, siguiendo la tradición de Isaías 34 adjudica el "día del Señor" a Edom y a las demás naciones, estableciendo de esta manera la soberanía y el poder del Señor sobre todos.

2° El juicio divino universal es la recompensa por el daño causado, v. 15 

“como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza”.

En la segunda parte del versículo 15, Abdías toma un principio del antiguo Israel y el sistema de justicia judío. "Cualquiera que haga sufrir a otro, el mismo sufrimiento se le causará", o en otras palabras: “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”, Éxodo 21:24. En este pasaje se apoya el profeta; además de este, en textos como Levítico 24:16-22, Deuteronomio 19:21 y ahora aplicados a Edom y las demás naciones.

Esta enseñanza proverbial sirve de discernimiento y sirve también como la base para el juicio de Dios contra Edom. Así como Edom participó activamente cuando las naciones de Judá e Israel estaban siendo devastadas, así también Edom sería devastada en el futuro. En cierto modo, esta segunda parte del versículo quince es un complemento, una conclusión de lo que hemos visto hasta ahora, es decir, todo el contenido del versículo uno al catorce.

3° El juicio universal divino reducirá  a nada a los poderosos, v. 16

“De la manera que vosotros bebisteis en mi santo monte, beberán continuamente todas las naciones; beberán, y engullirán, y serán como si no hubieran sido”.

El versículo 16, que trata sobre el juicio de Dios sobre todas las naciones, también se puede dividir en dos partes:

  1. Comer y beber eran parte importante de la ceremonia cuando se establecían  los pactos, los acuerdos. La frase: De la manera que vosotros bebisteis en mi santo monte... se refiere a esta etapa del establecimiento de pactos realizados entre las naciones antiguas. Abdías probablemente se refiere a la traición de Edom contra Israel y Judá, después de haber hecho un pacto con Israel en el Monte Sion, sellándolo con la bebida y comida durante los siglos X y IX antes de Cristo (cf. 2 Samuel 8:13-14; 1 Reyes 11:14-22; 2 Reyes 3:9-27) y Judá en el siglo VI antes de Cristo (cf. Jeremías 27:2-3). Y además de esa referencia directa a la traición de Edom, Abdías extiende su proclama contra otras naciones que también estaban aliados a Israel y Judá durante su tiempo de angustia.

    Siguiendo la metáfora frecuente de los otros profetas que beben la ira de Jehová, la copa (cf. Isaías 51:17-23; Jeremías 25:15-16; Lamentaciones 4:21; Habacuc 2:16), Abdías se refiere probablemente a la destrucción de Jerusalén como parte del juicio de Dios sobre su pueblo a
    causa de sus pecados.

    Tenemos que entender claramente: el hecho de que Israel y Judá hayan bebido la copa de la ira de Jehová y hayan sido disciplinados con la justa justicia divina, no impediría a Dios dar a beber de la misma copa de su ira, disciplinando, castigando y destruyendo a Edom y las demás naciones que también eran pecadoras y, específicamente, habían traicionado a Israel y Judá cuando estas estaban siendo disciplinadas por el Señor. Nadie que anduvo contrariamente a los principios éticos y espirituales del Señor estuvo, está o estará exento de enfrentar al Señor.
  2. La segunda parte del versículo 16 muestra, entonces, que esta sentencia incluye todas las naciones. Todos bebieron la copa de la ira del Señor. Por lo tanto el versículo 16 está mostrando claramente que el juicio divino sobre los edomitas es uno de los aspectos del día del Señor, que había llegado a su pueblo y que llegaría a todas las naciones de la tierra, convirtiéndose así estas palabras, en palabras profética del juicio universal.

    Y, como veremos en el último párrafo que examinaremos en el próximo estudio, esos versículos amplían esta profecía de condenación de Edom y la salvación del remanente de Judá a través de conceptos teológicos opuestos, al contrastar: "el monte de Sion con el monte de Esaú" y "el remanente con ningún remanente".

Conclusión

¿Qué lecciones o castigo Edom nos ofrece?

  1. Nadie que pretenda perjudicar al pueblo de Dios quedará impune por el Señor. 
  2. Los que están del lado de Dios están protegidos y esperan mejores días. 
  3. Aunque parezca lo contrario, Dios tiene en sus manos el curso de la historia y ejerce de acuerdo a su soberanía. 
  4. La historia de la salvación es lineal y no cíclica, y se mueve objetivamente hacia el final que Dios ha preparado para ella. 
  5. Es conveniente para todo hombre sabio, ser parte del pueblo de Dios, que es la iglesia, para que pueda obtener ventaja de las futuras bendiciones que Él tiene reservada para los suyos. 


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