Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.
Efesios 2:8-10
Aquellos que conocen
y siguen la dirección de Dios experimentarán paz espiritual, alegría y
contentamiento. El primer paso para descubrir el propósito de nuestra vida, que
hace que todos los otros pasos sean posibles, es recibir a Jesucristo como
nuestro Salvador personal. En otras palabras, debemos ser salvos.
Nuestra parte en la
salvación es reconocer que somos pecadores, admitir ante Dios que hemos vivido
en rebelión contra Él porque queríamos recorrer nuestro propio camino (Isaías
53:6). Entonces pedimos perdón a Dios, profesando en fe que la muerte de Jesús
en la cruz pagó por completo nuestra deuda del pecado.
Reconociendo a Jesús
como Salvador y Señor personal, entregamos nuestra vida a Él (Romanos 10:9,
Gálatas 2:20, 1 Juan 1: 9). Siendo que Él está ahora a cargo, nuestras órdenes
y dirección vendrán de Él. Haciéndonos parte de la familia de Dios, tenemos Su
Espíritu que nos ayuda a descubrir y llevar a cabo el plan de nuestro Padre.
El propósito de Dios
para Sus hijos comprende santificación, mayordomía y servicio. La santificación
se describe como el crecimiento continuo de la santidad. El Espíritu Santo, con
nuestra cooperación, transformará nuestro carácter para que sea más parecido al
del Señor. La mayordomía significa administrar, según las prioridades de Dios y
no las nuestras, el tiempo, los talentos y el tesoro que Él nos ha dado. Y el
servicio para el reino es para distinguir nuestra vida, así como distinguió la
vida de Jesús (Mateo 20:28). Servimos a nuestro Padre obedientemente
ministrando a otros.
Mientras buscamos el
plan específico del Señor para nosotros, podemos estar seguros de que este
incluirá la transformación del carácter, la inversión de nuestros recursos para
Su reino y el ministerio a otros.
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