Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

Probando los Derechos Divinos de Jesús

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“Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:3).

Antes de Satanás tentar a Jesús de una manera más directa, le lanzó un reto cínico para poner a prueba la deidad de Cristo. Esa declaración condicional del diablo: "Si eres Hijo de Dios", asume que Jesús era realmente el Hijo amado de Dios (3:17). Pero Satanás esperaba persuadirlo con una manifestación del poder divino que violara el plan de Dios, el cual instaba a Jesús a no utilizar su poder divino en la tierra y aplicarlo sólo cuando el Padre dispusiera. Si Satanás podía hacer que Jesús ostentara de sus derechos divinos y actuara con independencia de su Padre, esto hubiese correspondido a la desobediencia.

Ahora bien, Dios le ha dado un don a cada persona, y cada persona puede hacerse una de dos preguntas. Puede preguntarse: ¿Qué partido puedo yo sacar de este don?" o: ¿Cómo puedo yo usar este don para el bien de los demás?» Esta clase de tentación se nos puede presentar en las cosas más sencillas. Una persona puede poseer, por ejemplo, una voz agradable de escuchar; puede proponerse sacarle partido, y negarse a usarla a menos que se le paguen. No hay razón para rehusar que se le pague, pero hay toda clase de razones para no deber usarla solamente para que se le paguen. No hay persona que no tenga la tentación de usar egoístamente el don que Dios le haya asignado.

Obviamente, entonces, el propósito de la primera tentación fue más allá de conseguir que Jesús satisficiera su hambre física, incitándolo al mal uso del poder milagroso. El diablo quería que Cristo dudara de la palabra, el amor y provisión del Padre; de modo que declararse desobedientemente hambriento, simplemente no hubiese sido lo indicado para el unigénito Hijo de Dios.

El argumento de Satanás fue: "¿Acaso no había aguantado ya suficientes circunstancias humillantes (el establo, la huida a Egipto, confusión en Nazaret, esta vez en el desierto) en un esfuerzo por identificarse con la indigna humanidad?" Pero a diferencia de Eva en el Jardín del Edén (Génesis 3:1), Jesús se mantuvo fiel a la voluntad de Dios y no dudó de la palabra del Padre o de Su posición como el Hijo de Dios.

Sí, hay más en juego en la tentación que el mero objeto de la seducción. Hay asuntos significativos que tienen que ver con la confianza, la libertad y la identidad de los involucrados. ¿Qué tan serio está tomando estas amenazas en su vocación cristiana? Oremos para que Dios nos ayude a ver las batallas no como parecen sino tal y como son.

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