Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

La relación entre Israel y la Iglesia

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Quiero explicar la razón por la cual he escrito acerca de este tema. A mí no me gustan las disputas, pero la Biblia dice que debemos contender ardientemente por la fe (doctrina) una vez dada a los santos. Participo cada viernes de unos estudios bíblicos en una iglesia de la localidad y en la oportunidad pasada correspondió el estudio del capítulo quince de primera de Corintios. Como es sabido este pasaje trata el tema de la resurrección. Lo relevante de la ocasión fue que surgió una pregunta ampliamente controversial y más o menos decía así: Y ¿qué de Abraham, David y los creyentes del Antiguo Testamento; recibirán ellos cuerpos celestiales o cuerpos terrenales? Por supuesto, la pregunta trajo como consecuencia un intenso debate entre los que piensan que la iglesia está conformada por todos los que creen en Cristo de cualquier época, y aquellos que piensan que la totalidad de los judíos véterotestamentarios son algo separado. Esto me convenció de que era necesario escribir acerca de este tema. Aun cuando no creo que yo sea la mejor persona para escribir sobre éste tema, sentí un gran deseo de profundizar al respecto lo que posteriormente resultó en este documento. Quiero sugerirles que lean el documento cuidadosamente. Creo que si alguien se dispone a examinar con seriedad el escrito será convencido por él. Si alguien desea refutar o corroborar algunos puntos de su contenido, “hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
“La relación entre Israel y la Iglesia” es un tema polémico diseñado para demostrar bíblicamente que Israel y la Iglesia no son dos pueblos separados con dos programas y destinos distintos. Por lo tanto es posible que este tratado no sea de interés para muchos. Aquellos que no ven ninguna necesidad para una pureza doctrinal y no tienen tiempo para los debates teológicos que ponen de manifiesto las divisiones entre los creyentes, les disgustará la publicación de este documento.
Los prejuicios son la actitud de priorizar el conocimiento sobre la realidad de los hechos y somos todos muy orgullosos de nuestras propias creencias teológicas. Sin embargo, es de esperarse que la publicación de este escrito encuentre lectores con una disposición a examinar las tradiciones, a escudriñar las escrituras y a pensar profundamente acerca de la fe.
Entre los cristianos protestantes ha habido una diferencia de puntos de vista sobre la cuestión de la relación entre Israel y la Iglesia. La tesis pone en relieve a los que defienden el sistema de teología dispensacional, que no es otra cosa que un sistema  que sostiene que Dios ha empleado diferentes medios de administración de su voluntad y su gracia en diferentes períodos de la historia humana, y que Israel como nación y la Iglesia como cuerpo de Cristo no forman un único pueblo de Dios, sino dos pueblos con profecías, promesas y destinos diferentes.
El dispensacionalismo es en realidad un método de interpretación nuevo dentro el Cristianismo; tiene sus orígenes de acuerdo con todos los historicistas Cristianos, en los años 1827-1832. Fue formulado por el predicador Irlandés John Nelson Darby, popularizado por la Biblia de Referencia Scofield (1909) y por numerosas conferencias Bíblicas, y es enseñado en la mayoría de los Colegios Bíblicos en Norte América.
La teología sistemática más extensa escrita por un dispensacionalista, es la Teología sistemática por Lewis Sperry Chafer; destaca muchas distinciones entre Israel y la Iglesia, e incluso entre el Israel creyente del antiguo testamento y la iglesia del Nuevo Testamento. Chafer argumenta que Dios tiene dos planes distintos para los dos grupos distintos de personas que él ha redimido; los propósitos y promesas de Dios para Israel son para bendiciones terrenales y todavía están por cumplirse en esta tierra en algún momento en el futuro. Por otro lado, los propósitos y promesas de Dios para la iglesia son para bendiciones celestiales, y esas promesas se cumplirán en el cielo. La distinción entre los dos grupos diferentes que Dios salva se verá especialmente en el milenio, según Chafer, porque en ese tiempo Israel reinará en la tierra como pueblo de Dios y disfrutará del cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, pero la iglesia ya habrá sido llevada al cielo en el tiempo de retorno de Cristo por sus santos (el rapto). Según esta noción, la iglesia no empezó sino hasta Pentecostés en Hechos 2, y no es correcto decir que los creyentes del Antiguo Testamento junto con los creyentes del Nuevo Testamento constituyen la iglesia.
La posición que tomo en este tratado es que  la iglesia incluye tanto a creyentes del Antiguo Testamento como creyentes del Nuevo Testamento en una sola unidad, el cuerpo de Cristo. Cuando Jesús habló a los Fariseos empleó la figura del buen pastor para señalarles un contraste marcado entre su propio ministerio y el de los falsos pastores; él les dijo: “Yo soy el buen pastor;  y conozco mis ovejas,  y las mías me conocen, así como el Padre me conoce,  y yo conozco al Padre;  y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil;  aquéllas también debo traer,  y oirán mi voz;  y habrá un rebaño,  y un pastor.” Juan 10:14-16. Jesús desarrolló la figura de pastor/oveja destacando la intimidad y el interés personal en sus ovejas, su propiedad y supervisión vigilante y el conocimiento recíproco de la intimidad con él. Pero también desarrolló la figura de las otras ovejas, que no eran de ese rebaño.  Si estamos dispuestos a otorgar que “las otras ovejas” representa a los gentiles que creerían en Cristo en las generaciones futuras, entonces es evidente que las primeras ovejas representan a todos los israelitas que creyeron en Cristo en las generaciones pasadas. En este punto un solo rebaño y un solo Pastor no son más que las ovejas de los tiempos pasados y futuros que representan a la iglesia con los creyentes judíos y gentiles en un solo cuerpo con Cristo como Cabeza. Contrario a las teorías de separación de los dos pueblos, Dios nos dice directamente de los labios de Jesús que él vino a formar un rebaño y él será el Pastor.
Respecto a este asunto debemos notar los numerosos pasajes del Nuevo Testamento que conciben a la iglesia como el "nuevo Israel" o el nuevo "pueblo de Dios". La Escritura usa los calificativos "Israelita" y "Judío" de dos maneras; primeramente se utiliza para referirse a los de la nación de Israel, los descendientes físicos de Abraham, Isaac y Jacob; pero también se refiere a otros Israelitas a los cuales Dios considera "El Verdadero Israel". Este pueblo, el Israel verdadero, existe dentro de la nación de Israel. Pablo dice: "Pues no es judío el que lo es exteriormente,  ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;  sino que es judío el que lo es en lo interior,  y la circuncisión es la del corazón,  en espíritu,  no en letra." Romanos 2:28-29. Pablo reconoce que aunque hay un sentido literal o natural en el que al pueblo que físicamente descendía de Abraham se les llama judíos, también hay un sentido más profundo y espiritual en el cual un "verdadero judío" es el que es internamente creyente y cuyo corazón ha sido redimido por Dios.
Pablo dice que a Abraham no se le debe considerar el padre del pueblo judío sólo en un sentido físico. También es padre en un sentido más profundo y mucho más verdadero, "para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados,  a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión,  para los que no solamente son de la circuncisión,  sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado." (Romanos 4:11-12; cf. vv, 16, 18). Por consiguiente Pablo puede decir: "No que la palabra de Dios haya fallado;  porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham,  son todos hijos;  sino: En Isaac te será llamada descendencia.  Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios,  sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes."  (Romanos 9:6-8). Pablo aquí implica que los verdaderos hijos de Abraham, los que son en el sentido más verdadero "el Israel espiritual", no son la nación de Israel, la descendencia física de Abraham sino los que han creído en Cristo. Los que verdaderamente han creído, o más explícitamente, han venido creyendo desde tiempos pasados en Cristo, ahora son los que tienen el privilegio de que el Señor los llame "mi pueblo" (Romanos 9:25, citando a Oseas 2:23); por consiguiente, la iglesia es ahora el pueblo escogido de Dios. Más aún creo que cuando los judíos conforme a la carne sean salvados en grandes números en algún tiempo en el futuro, no constituirán un pueblo separado de Dios o serán como un olivo separado, sino que "¿cuánto más éstos,  que son las ramas naturales,  serán injertados en su propio olivo?” (Romanos 11:23-26).
Por tanto, no se envanezca nuestro entendimiento concibiendo conclusiones acerca de los Israelitas por medio de doctrinas no sustentables bíblicamente; “Porque no quiero,  hermanos,  que ignoréis este misterio,  para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte,  hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo,  como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados.”  Otro pasaje que indica esto es Gálatas 3:29: "Y si vosotros sois de Cristo,  ciertamente linaje de Abraham sois,  y herederos según la promesa." De modo similar, Pablo dice que los creyentes son la "verdadera circuncisión" (Filipenses 3:3).
Aún hay más que Dios nos ha dejado en su Santa Palabra sobre este tema. Él nos habla por medio del Apóstol Pablo acerca del misterio que Dios se había “propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo” esto es, a los dos pueblos (Judíos y Gentiles) en un solo cuerpo. “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros,  los gentiles en cuanto a la carne,  erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo,  alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa,  sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús,  vosotros que en otro tiempo estabais lejos,  habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz,  que de ambos pueblos hizo uno,  derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades,  la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,  para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre,  haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,  matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos,  y a los que estaban cerca.” Efesios 2:11-17.
Lejos de pensar que Israel no pertenece a la iglesia y que es como un grupo separado, Pablo resalta que son los gentiles quienes estaban “alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa”, y fueron los gentiles quienes fueron “hechos cercanos”. Cuando los gentiles fueron traídos a la ya formada iglesia, los judíos y los gentiles fueron unidos en un nuevo cuerpo. Por consiguiente, Pablo puede decir "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo,  y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús" (Efesios 3:6). Es decir herederos en unión de otros; o sea, que fueron llamados junto con alguno más a la sucesión de una herencia. Todo el pasaje habla fuertemente de la continuidad y la unidad de creyentes judíos y gentiles en un cuerpo en Cristo y no da ninguna indicación de algún plan distintivo para que los judíos alguna vez sean salvados aparte de la inclusión en el cuerpo de Cristo, la iglesia. La iglesia incorpora en sí misma a todo el verdadero pueblo de Dios, y casi todos los títulos que se usan en el Antiguo Testamento para el pueblo de Dios en algún  lugar u otro de Nuevo Testamento se aplica a la iglesia.
Donde quienes manifiestan que Dios tiene dos cuerpos representativos en esta tierra y que la Iglesia no tiene relación alguna con Israel, Dios declara todo lo contrario. Una evidencia adicional de que la Iglesia del Nuevo Testamento es una junto a la congregación del Antiguo Testamento es dada por medio del Apóstol Pablo en su carta a los Gálatas. Pablo dice que la iglesia cristiana es la continuidad y madurez de lo que fue la nación de Israel en el pasado. El pasaje dice de la manera siguiente: "Pero también digo:  Entre tanto que el heredero es niño,  en nada difiere del esclavo,  aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros,  cuando éramos niños,  estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,  Dios envió a su Hijo,  nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley,  a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos,  Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo,  el cual clama: ¡Abba,  Padre! Así que ya no eres esclavo,  sino hijo;  y si hijo,  también heredero de Dios por medio de Cristo".  Gálatas 4:1-7.
En esta porción de la Escritura el Apóstol compara a la nación de Israel con un ser humano, con una persona en desarrollo. La primera parte de su vida es “niño” el cual es su tiempo de crecimiento y está bajo el cuidado de “tutores y curadores” como un esclavo hasta el tiempo señalado por el padre. Según Pablo cuando llegó el tiempo establecido por Dios, ese niño (Israel) había de pasar a ser adulto y para eso envió a su hijo Jesucristo para hacer la transición de la niñez a la adultez. La edad adulta de este niño es alcanzada por medio de la fe en Cristo. Él dice que Cristo vino para que “redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Lo que vemos entonces es que los que están en Cristo han pasado de ser “niños” a ser adultos con todo derecho y disfrute total de las promesas y todo lo que siempre le perteneció pero no había podido disfrutar por cuanto era niño. Ese niño crecido, dice Pablo es ahora la Iglesia de Cristo. La iglesia es la continuación final del Israel del Antiguo Pacto. La iglesia es el verdadero Israel de Dios a quien le fueron hechas las promesas y en quien se cumplen las promesas. En el Nuevo Testamento, Israel es heredero de Dios por medio de Cristo. La cruz marcó el momento de Israel para pasar de la infancia a la madurez. Los israelitas según la carne que no creyeron o no creen en Cristo simplemente no son parte del plan de Dios. Son un pueblo que continúa bajo esclavitud y por lo tanto bajo condenación (Gálatas 3:21-31). Recordemos que no todo el que desciende de Israel, la nación, es Israelita espiritual.
Existe otro fuerte argumento que provee Hebreos 8 en el que contempla a Israel como la receptora del cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento en la presente etapa de la iglesia. En el contexto de hablar sobre el nuevo pacto al que pertenecen los creyentes, el autor de los Hebreos da una cita amplia de Jeremías 31:31-34, en la que dice: "He aquí vienen días,  dice el Señor,  En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;  No como el pacto que hice con sus padres  El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;  Porque ellos no permanecieron en mi pacto,  Y yo me desentendí de ellos,  dice el Señor.  Por lo cual,  este es el pacto que haré con la casa de Israel  Después de aquellos días,  dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,  Y sobre su corazón las escribiré;  Y seré a ellos por Dios,  Y ellos me serán a mí por pueblo"  (Hebreos 8:8-10). Aquí el autor cita la promesa de Dios de que hará un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá y dice que este nuevo pacto ahora se ha cumplido en la iglesia. Ese nuevo pacto es el pacto del cual los creyentes de la iglesia ahora son miembros. Parece difícil evitar la conclusión de que el autor ve a la iglesia como el verdadero Israel de Dios en el cual las promesas del Antiguo Testamento a Israel hallan su cumplimiento.
Pedro también habla de la misma manera. Desde el primer versículo en el que llama a sus lectores "los expatriados de la dispersión" 1 Pedro 1:1 al penúltimo versículo en el que llama a la ciudad de Roma "Babilonia" 1 Pedro 5:13, Pedro frecuentemente habla de los creyentes del Nuevo Testamento en términos de las imágenes y promesas del Antiguo Testamento dadas a los judíos.  Este tema sale a relucir en 1 Pedro 2:4-10, en donde Pedro dice que Dios ha concedido a la iglesia casi toda las bendiciones prometidas a Israel en el  Antiguo Testamento.
El lugar de la morada de Dios ya no es el templo de Jerusalén, porque los creyentes son el nuevo "templo" de Dios; “vosotros también,  como piedras vivas,  sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo,  para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”(v. 5). El sacerdocio capaz de ofrecer sacrificios aceptables a Dios ya no desciende de Aarón, porque los cristianos son el verdadero  "sacerdocio real" con acceso al trono de Dios. Ya no se dice que el pueblo escogido de Dios son los que descienden físicamente de Abraham, porque los creyentes son ahora el verdadero "linaje escogido". “Mas vosotros sois linaje escogido,  real sacerdocio,  nación santa,  pueblo adquirido por Dios,  para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (v. 9). Ya no se dice que la nación bendecida por Dios es la nación de Israel, porque los cristianos son ahora la verdadera "nación santa" de Dios.

Ya no se dice que el pueblo de Israel es el pueblo de Dios, porque los creyentes, tanto creyentes judíos como creyentes gentiles, son ahora el "pueblo de Dios"y los que han "recibido misericordia". “vosotros que en otro tiempo no erais pueblo,  pero que ahora sois pueblo de Dios;  que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia,  pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (v. 10). Todavía más, Pedro toma esta cita de contextos del Antiguo Testamento que repetidamente advierten que Dios rechazará a su pueblo que persiste en rebelión contra él y que rechaza la "piedra angular" preciosa que él ha establecido. ¿Qué otra declaración se podría necesitar a fin de que digamos con certeza que la iglesia ahora ha llegado a ser el verdadero Israel de Dios conformado por todos los creyentes en Cristo de todas las épocas y que recibirán todas las bendiciones prometidas a Israel en el Antiguo Testamento?

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