Muestra una perspectiva bíblica y relevante sobre diversos temas en la vida del cristiano, además de presentar mensajes que contienen puntos prácticos que se pueden aplicar en la vida cotidiana.

¿Realmente Jesús descendió a los infiernos?

“Porque también el Mesías padeció una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevaros a Dios; muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu; en el cual también fue a predicar a los espíritus encarcelados, que en un tiempo desobedecieron, cuando esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvadas a través del agua.” (1 Pedro 3:18-20)..

A lo largo de la historia de la Iglesia, 1 Pedro 3:18-20 ha demostrado ser un pasaje que causa división, con interpretaciones que van desde lo osado hasta (a fin de evitar la controversia) la inexistencia. Sin embargo, este pasaje revela algunas verdades interesantes que deberíamos tener en cuenta. Después de todo, fue escrito específicamente para alentar a las personas en circunstancias similares a las que se enfrentan muchos cristianos de hoy. Este artículo describe brevemente varias interpretaciones populares antes de explorar el pasaje por sí mismo. Sin embargo, debo decir desde el principio que este es un pasaje problemático (Martin Lutero lo consideraba el más difícil de la Biblia), y las limitaciones de espacio, en el capítulo, apenas le hacen justicia. En cambio, mi esperanza es que esta breve discusión en última instancia provoque interés, y aliente el estudio independiente adicional en profundidad.

Muchos citan este pasaje como prueba de una doctrina de la Libertad Condicionada, (concepto de que Jesús descendió a los infiernos para predicar el evangelio y salvar a las almas perdidas). Un segundo punto de vista igualmente sugiere que Cristo descendió al infierno, no para predicar el Evangelio, sino para proclamar su triunfo sobre sus habitantes de manera que su condena fuera definitiva. Una tercera sugerencia es que Cristo, después de su muerte, fue enviado al infierno a predicar a la generación de Noé, (v. 20 ) con el fin de que pudieran ser puestos en libertad. Sin embargo, otra interpretación sostiene que los espíritus encarcelados fueron ángeles caídos (o sus descendientes) de los días de Noé (ver Génesis 6: 1-6), que ahora están encarcelados en el infierno esperando su destrucción final. Por lo tanto, Cristo fue enviado para proclamar el triunfo sobre ellos.

Antes de explorar el texto, consideremos brevemente varios problemas que estos puntos de vista plantean. En primer lugar, con referencia a la predicación de Jesús (v. 19) Pedro emplea el verbo griego (κηρύσσω, kerússo)  que significa proclamar, en lugar de (εὐανγελίζω, euangelízo) predicar el Evangelio. Esto pone en duda el primer y tercer punto de vista, que establecen que Cristo predicó para salvar a las almas perdidas. De hecho, hay poca evidencia bíblica adicional para una doctrina de Libertad Condicionada. Algunos citan 1 Pedro 4:6 que dice: "Porque para esto fue proclamado el evangelio también a los muertos, a fin de que fueran juzgados según los hombres en cuanto a la carne, pero que vivan según Dios en cuanto al espíritu.", pero este pasaje debe se entendido como que "el evangelio fue predicado a aquellos que han muerto desde entonces, por las mismas circunstancias que ellos".

En relación con el tercer punto de vista, uno podría preguntarse por qué, aparte de muchos otros, la generación de Noé por sí sola debería ser escogida para recibir la atención de Cristo. Esto también es una debilidad según la interpretación de Agustín; él rechazó el descenso de Cristo a los infiernos sugiriendo que Él predicó a la generación de Noé en un sentido espiritual; nuevamente, sin embargo, uno se pregunta por qué esa generación en particular por sí solo debería recibir tal honor.

En cuanto al segundo punto de vista asume que los espíritus cautivos son personas. Sin embargo, hay que considerar la referencia de varios versículos de Pedro en cuanto a que los principados (es decir, espíritus) están sometidos a Cristo, (1 Pedro 3:22). Esta idea también se repite en 2 Pedro 2:4 y Judas 6, (tenga en cuenta que 2 Pedro y Judas tienen mucho en común). A la luz de este tema recurrente de los espíritus encarcelados como ángeles caídos, parece poco probable que 1 Pedro 3:19 se esté refiriendo a personas en el infierno. Por otra parte, ¿por qué Cristo descendería al infierno sólo para regodearse con las almas perdidas?

Esto nos deja con el cuarto punto de vista. Pero esta interpretación, junto con los tres que lo preceden (excepto Agustín, véase más arriba), todos ellos producen un problema mucho más grave, a saber, la idea de que Cristo mismo descendió al infierno después de la muerte. Sin duda, un punto de vista es inconcebible, cuando leemos en las Escritura que el infierno está reservado para Satanás y sus ángeles, y difícilmente para el Hijo de Dios. Por otra parte, ¿cómo podría Cristo haber pasado sus días en la tumba cuando, en Lucas 23:43 le dijo al ladrón arrepentido, "De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso."? Algunos citan Efesios 4:9 como prueba adicional del descenso de Cristo a los infiernos , pero tal interpretación es problemática, sobre todo porque supone que el infierno se encuentra bajo la superficie de la tierra (una idea medieval en lugar de un concepto bíblico). De hecho, en el contexto de los versículos 8-10 Pablo está sin duda refiriéndose a la Encarnación, es decir, Cristo originalmente descendió del cielo a la tierra en el nacimiento, y en su resurrección subió por encima de todos los cielos.

El descenso de Cristo a los infiernos  parece ser más una declaración de credo, producto de la tradición de la iglesia, que una doctrina bíblica. Aparece en varios credos del siglo cuarto, incluyendo el Credo de los Apóstoles, que está muy lejos históricamente del período apostólico. También aparece en los treinta y nueve artículos de la doctrina de la Iglesia de Inglaterra definidos en 1563. Por lo tanto, después de muchos siglos de incorporación de esta tradición en el pensamiento cristiano, muchas personas hoy en día de forma automática, (y sin saberlo), se enfocan en 1 Pedro 3:18-20 con una idea preconcebida, o presuposición, de que Cristo descendió a los infiernos. Esta no es la exégesis (interpretación bíblica), sino más bien una eiségesis, (leer en el texto algo que no está ahí). Un ejemplo extremo es el caso de 1 Pedro 3:18-20 es la doctrina promovida dentro del movimiento de la fe, que sostiene que Cristo descendió al infierno, perdió su divinidad temporalmente, debido a que Él tomó los pecados del mundo sobre Sí mismo, estuvo plagado de demonios, y al final tuvo que nacer de nuevo con el fin de mostrarnos el camino de fe. Ciertamente, Cristo se hizo pecado por nosotros (2 Cor 5:21.), pero sólo en la medida en que Él llevó nuestros pecados en la cruz (Is. 53:6, 12; 1 Pedro 2: 4) y sufrió la consecuencia última del pecado, es decir, la muerte (Rom. 6:23, 7:11). Así, el Santo de Dios, que estaba libre de las garras del pecado, sufrió las consecuencias del pecado al morir, para que nosotros pudiéramos vivir.

Así que si Cristo no descendió a los infiernos , ¿qué quiere decir 1 Pedro 3:18-20? En esta etapa, volvamos a una regla básica de la exégesis: examinar un pasaje en el contexto de todo el texto; (recuerda, "Un texto fuera de contexto se convierte en un pretexto"). Esta epístola, escrita a cristianos esparcidos por toda Asia Menor, es una exhortación a seguir siendo justos y fieles en medio de grandes sufrimientos. Una y otra vez, Pedro regresa a este tema, y está claro que sus lectores estaban experimentando sufrimiento. Así que, este es el contexto inmediato que conduce hasta 1 Pedro 3:18-20. En los versículos 13-17, Pedro anima a sus lectores a seguir siendo justos, a pesar de enfrentar el sufrimiento y la calumnia (v. 16), ya que es mejor sufrir haciendo lo que es correcto que sufrir por lo que es malo (v. 17). Luego pasa a ilustrar este punto utilizando a Cristo como nuestro modelo. También Él era justo, sin embargo  sufrió. Nótese a continuación el paralelo; Pedro hace una comparación, entre el sufrimiento de sus lectores, a pesar de ser justos, y el sufrimiento de Cristo a pesar de su falta de pecado.

El clímax del argumento de Pedro se alcanza al final del versículo 18, donde dice que Cristo ha padecido en la carne, pero fue vivificado en el espíritu. Una mejor traducción es "en espíritu", (el griego no incluye el artículo definido "el"). Podemos parafrasear las palabras de Pedro de la siguiente manera: "Siga el ejemplo de Cristo, que también era justo como usted; Él sufrió en la carne, pero al final fue vivificado en espíritu". En el comienzo del versículo 19, leemos también que fue en espíritu, Jesús fue a hacer su proclamación. ¿Qué significa "en espíritu" ? Está claro que es lo opuesto a "en carne" (v. 18). Cristo vino en carne, Él también murió en carne. Sin embargo, en espíritu fue vivificado. Cuando Cristo resucitó de entre los muertos, lo hizo con un nuevo y glorificado cuerpo espiritual; lo corruptible fue sustituido por lo incorruptible, lo natural por lo espiritual; lo uno debe preceder a lo otro (1 Cor. 15:42-49). Así será con los creyentes (1 Pedro 4:6). Por lo tanto, fue a través del glorificado, resucitado e incorruptible cuerpo de Cristo,  que Él hizo su declaración a los espíritus cautivos. El mensaje no era tanto vocal como visual; tampoco Cristo descendió a los infiernos  para hacer esta proclamación. Los enemigos de Dios, el mundo de los espíritus del mal, que sin duda se regodearon en la muerte de Cristo (considere Sal. 22:12-13, 21 cf. 1 Pedro 5:8), fueron de repente e inesperadamente confrontados con el Señor Resucitado! La muerte fue vencida y Cristo era el Vencedor (1 Cor. 15:54-55). Satanás y sus huestes se enfrentaron a un sabor horrendo: Cristo había ganado. Aunque Él sufrió en la carne, Él fue reivindicado en espíritu, de ahí el himno cristológico de 1 Timoteo 3:16: "Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne, justificado por el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, y recibido arriba en gloria". El contenido de este pasaje, entonces,  revela que la resurrección de Cristo fue en sí, la proclamación o sermón detallado en 1 Pedro 3:19. El Cristo Resucitado fue un testimonio a los ángeles caídos, una palabra viva de la Palabra Viva. Posteriormente, estos espíritus, que habían causado tantos estragos en el tiempo de Noé fueron encarcelados en ese momento cuando el Hijo ascendió al cielo y los principados fueron colocados bajo sujeción (1 Pedro 3:22). No es extraño que Efesios 4:8 diga que Cristo ascendió llevando cautiva la cautividad (que ahora esperan su juicio final, 2 Pedro 2:4). ¿Qué mejor manera, para Pedro, de animar a sus lectores en medio del sufrimiento? Él los exhorta: manténganse firmes, sean fieles y sigan siendo justos, porque así como Cristo lo hizo y fue reivindicado, así lo serán ustedes.

Todo esto plantea una pregunta importante, a saber, ¿Cuántos ángeles caídos fueron encarcelados? Un enfoque exegético equivocado ha llevado a muchos cristianos a considerar los hechos de Jesús y los Apóstoles como una norma para todos los cristianos. Por ejemplo, hay quienes  opinan que las lenguas son la evidencia de haber recibido el Espíritu Santo, como se detalla Hechos 2. Todavía estaría por verse a alguien manifestar toda la experiencia desde su inicio hasta sus conclusión lógica; a saber, la experiencia de  hablar en lenguas debería ir precedida de un viento recio y lenguas de fuego posándose sobre la cabeza de cada quien.  Esto es en caso de que Hechos 2 fuese la norma para todos los cristianos.

Al considerar el ministerio de Jesús como una norma para nosotros, muchos cristianos han llegado a creer que el mundo demoníaco está en ascenso, en su apogeo, y que los creyentes deben estar en el negocio de expulsar los demonios que acechan en cada esquina. Su punto de vista es apoyado  en Marcos 16:17-18 como texto probatorio; sin embargo la mayoría de los estudiosos no consideran a Marcos 16:9-20 el texto final originario de Marcos. Esto no aparece en los manuscritos más antiguos y su estilo y lenguaje son diferente del resto de Marcos. Por otra parte, ¿cuántos de estos creyentes también consideran recoger serpientes o beber veneno como una norma? cf. v 18. De este modo, los segmentos de la Iglesia de hoy están bastante obsesionados con los demonios. Como escribiera C. S. Lewis: "Hay dos errores iguales y opuestos en los que nuestra raza puede caer acerca de  los demonios. Uno es no creer en su existencia. El otro es creer, y sentir un interés excesivo y malsano en ellos". ¿Cómo, entonces, 1 Pedro 3:18-19 ayuda a colocar el mundo demoníaco en perspectiva?

Jesús comenzó su ministerio proclamando la llegada del Reino de Dios (Marcos 1:15). Sin embargo, otros pasajes sugieren que el Reino es escatológico (es decir, para los tiempos finales, cf. Mateo 6:10; 13:47-50, etc.). Por consiguiente,  se ha desatado un debate entre los estudiosos desde hace muchos años: ¿Es el Reino para el presente o para el futuro? ¿Se ha realizado o es escatológico? La respuesta a estas preguntas es: ambas son ciertas. De acuerdo con un enfoque judío, al estudiar las Escrituras tenemos que ser conscientes de los tipos o patrones (después de todo, la profecía no hace sino repetir la historia). Por ejemplo, el Cordero Pascual es un tipo de Cristo (1 Cor. 5:6-8); El hijo de la virgen representa una señal de la salvación de Israel de sus enemigos (Is 7:14), encuentra su cumplimiento final en Cristo, quien salva a su pueblo Israel (Mateo 1:23, Lucas 1:68, Romanos 11:25); Antíoco Epífanes, Pompeyo y Tito son tipos de la Abominación de la Desolación (Dan 9:27 cf. Mateo 24:15.), mientras que el Anticristo es el último cumplimiento (2 Tes. 2: 3-4). Así, cuando Cristo inició el Reino (gr. Basileia, que significa el acto de gobernar, en lugar de un reino geográfico, Él reina en nuestros corazones), vemos el Reino en sus comienzos (un tipo, si se quiere). El ministerio de Jesús ofrece una visión de su reino escatológico, por ejemplo, la enfermedad se cura (véase los pasajes Mesiánicos/Mileniales 35: 5 ss), como el esperado por Juan el Bautista (Mateo 11:1-6). Una característica del Reino fue también la victoria de Dios sobre el maligno, como se manifiesta en el ministerio de Jesús contra los demonios (Lucas 11:20). Los demonios vieron a Cristo y se estremecieron, temiendo la hora señalada antes de tiempo  (Mateo 8:29), es decir, el momento de su detención y, en definitiva,  su juicio (Ef. 4:8; 1 Pedro 3:22; 2 Pedro 2:4; Judas 6).


La llegada del Reino, entonces, marca el inicio de la desaparición de Satanás, mientras que la resurrección de Cristo va más allá, con el encarcelamiento de los ángeles caídos. ¿Cuántos fueron encarcelados? Tal vez sólo los de los días de Noé, tal vez más, tal vez incluso más? Una cosa, por lo menos, está claro, en la Resurrección, el enemigo sufrió un golpe mortal. Así, la actividad demoníaca, que estaba en su punto más alto, antes de que Cristo comenzara a establecer el reino durante su ministerio terrenal, comenzó a disminuir. Por esta razón el libro de los Hechos, presenta muchos menos casos reportados que en los Evangelios, mientras que las epístolas raramente se atiende a este asunto. No sugiero que no hay actividad demoníaca hoy. Después de todo, "no tenemos lucha contra sangre y carne,  sino contra principados,  contra potestades,  contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,  contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef. 6:12). Sin embargo, a partir del Calvario la tarea primordial de nuestro adversario el diablo es acusar a los hermanos (Apocalipsis 12:10), y hay que tener mucho cuidado de no interpretar a Satanás y sus huestes derrotadas como coiguales contraparte de Dios. Tal dualismo es el producto del pensamiento filosófico griego, que se introdujo en la Iglesia durante los siglos II y III. De este modo, mediante la elevación de Satanás y los demonios, ámbito muy por encima de su realidad fuerza y número, no sólo demuestra 'un interés excesivo y poco saludable' en ellos, sino que también fallamos en reconocer que, "mayor es el que está en vosotros,  que el que está en el mundo"(1 Juan 4:4). Recuerde, el Señor resucitado es la proclamación a los demonios de que Cristo es el último vencedor y que Satanás es una fuerza destruida. Por lo tanto, muchos ángeles caídos fueron encarcelados mientras Cristo era totalmente revindicado. Pedro seguramente no podría haber encontrado una mejor manera de alentar a sus lectores de cara a la adversidad y el sufrimiento; algo de lo que también hay que tomar consuelo en tiempos de sufrimiento.

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